
La Galerna
·10. September 2025
El fútbol no es nada sin el Real Madrid

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·10. September 2025
Los emisarios de France Football llegaron a Valdebebas con la misma cara que el alumno que se copia en el examen, le pillan y aún así pretende que le suban nota por “esfuerzo”. Venían a “limar asperezas”, como si lo del año pasado hubiera sido una simple rencilla de bar, un malentendido de sobremesa. Pero no: aquello fue un escándalo universal, una chapuza global retransmitida en prime time.
El Real Madrid decidió no acudir a la gala del Balón de Oro porque ya se olía la encerrona, la pantomima, el teatrillo de Ceferin y sus mariachis. Cuando medio planeta daba por hecho que Vinicius iba a levantar el trofeo, los conspiradores del establishment futbolero filtraron a última hora que no, que aquello estaba amañado. Y el club, con una dignidad que ya quisieran los viejos emperadores romanos, dijo: “si la farsa está servida, nosotros no ponemos los cubiertos”.
Por eso ahora llegan los franceses, trajeados, repeinados y oliendo a colonia barata, a pedir que el Real Madrid vuelva a la gala. Porque, claro, el Balón de Oro sin el Real Madrid es un karaoke sin micrófono, una boda sin suegra, una paella sin arroz. Existe, sí, pero no tiene sentido.
De hecho, esa gala sin la presencia blanca tuvo menos glamour que un cumpleaños en el Telepizza. Fotos de jugadores que sonreían sin saber por qué, discursos vacíos, un trofeo que parecía comprado en AliExpress. El Balón de Oro sin el Real Madrid es, sencillamente, un pisapapeles de lujo.
Y ahí está la verdad incómoda que muchos no quieren escuchar: el fútbol entero vive del Real Madrid. Sí, del Real Madrid, de sus victorias, de sus remontadas, de sus leyendas, de sus tragedias gloriosas. El fútbol presume de ser universal, pero sin el Real Madrid no pasaría de ser un pasatiempo regional con más polvo que una vitrina del museo de Ceferin en Liubliana.
Cuando el Real Madrid gana, la audiencia sube. Cuando pierde, también, porque medio planeta quiere verlo ganar y muchos, también, quieren verlo perder. Cuando juega, el mundo se detiene; cuando descansa, el fútbol bosteza. El Real Madrid es el villano perfecto y el héroe inevitable. Sin él, la Copa de Europa sería la Copa de Ferias, esa que ganaba en sus tiempos ese equipo del que usted me habla y, el Balón de Oro una tómbola de barrio.
Aleksander Ceferin lo sabe. Lo sabe y le duele. El abogado esloveno con alma de burócrata rencoroso se levanta cada mañana preguntándose qué hacer para ponerle piedras en el camino al club blanco. Si por él fuera, en la gala del Balón de Oro se premiaría al utillero del Maribor antes que a un jugador del Real Madrid.
Pero el problema de Ceferin es que su cruzada es inútil. Puedes intentar marginar al Real Madrid, pero sin el Real Madrid no existes. Tu sorteo de Copa de Europa se convierte en programa de la teletienda, tu gala es un banquete vacío, tu discurso un PowerPoint sin público.
Y lo han entendido, aunque tarde, los de France Football. Han comprobado que sin el Real Madrid el Balón de Oro es una quincalla dorada, un trofeo con más polvo que prestigio. Por eso peregrinan ahora a Valdebebas: necesitan a Florentino, necesitan a Vinicius, necesitan a ese halo blanco que convierte lo ordinario en extraordinario.
Porque el fútbol, queridos lectores, no se sostiene en discursos, ni en reglamentos, ni en presidentes de UEFA. Se sostiene en la épica, en la grandeza, en la leyenda. Y esa leyenda viste de blanco.
Imaginemos por un momento un mundo sin el Real Madrid. Imaginemos Copas de Europa sin Di Stéfano, sin Puskas, sin Cristiano, sin Modric, sin Gento, sin Zidane. Imaginemos una Champions donde la mayor hazaña sea un empate a cero en un campo de provincias. Imaginemos un Balón de Oro en el que jamás sonara el nombre de Cristiano, Modric, Benzema o Vinicius.
Eso, amigos, no sería fútbol. Sería una pachanga dominical retransmitida por megafonía de supermercado. Sería un deporte irrelevante, como el curling, pero con menos gracia.
Por eso, y sin miedo a exagerar, lo digo alto y claro: el fútbol, en general, no es nada sin el Real Madrid.
Que lo repitan los señores de la UEFA al afeitarse, que lo escriban en la pizarra los periodistas del antimadridismo, que lo memoricen los directivos de France Football antes de acostarse. Sin el Real Madrid no hay relato, no hay mito, no hay grandeza.
El fútbol sin el Real Madrid es un solar vacío con cuatro gatos dando patadas a una lata.
Así que, sí: los franceses pueden traer flores, pueden pedir perdón con cara de circunstancias, pueden incluso inventarse nuevas categorías (“Balón de Oro para jugadores que no se llaman Vinicius”). Todo inútil. Mientras no entiendan que el Real Madrid es el corazón que bombea la sangre del fútbol mundial, seguirán dando palos de ciego.
Porque lo saben ellos, lo sabemos nosotros y lo sabe el planeta entero: el fútbol, en general, no es nada sin el Real Madrid.
Y el Balón de Oro, sin el Real Madrid, no pasa de ser un chiste de mal gusto contado en un cabaré barato.
Con el último escándalo del club cliente de Negreira, del que hablé en mi último artículo calentito, con el último amaño de Tebas, que se ha convertido en un Ceferin de tres al cuarto, me despido, no sin antes repetirles como mantra la frase de mi hermano Javi: Ser del Real Madrid es lo mejor que una persona puede ser en esta vida. ¡Hala Madrid!
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