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·5. August 2025

Historias de un número: el 5

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El 5 es, probablemente, el único número que el Madrid ha globalizado de manera particular, pues todo comenzó con Zidane. Zidane lo heredó de Sanchís, que era la reliquia que quedaba de la Quinta del Buitre en el Madrid de final de siglo que cambió para siempre la historia de la institución.

Hay un tipo de madridista, tardoboomer y de la generación X, que se piensa que la Quinta del Buitre inventó el fútbol. Por lo común no acepta lecciones de nadie:nunca el Madrid ha jugado mejor, por más que aquel equipo, que no se enfrentó a nadie en España, fuese aplastado sistemáticamente en Europa por el Milan de Sacchi y Capello, que encarnaba la modernidad. Después, el recuerdo de La Quinta fue barrido por el Barcelona de Cruyff, que además fue campeón de Europa. La Quinta del Buitre era españolísima y castiza a más no poder; representaba la España en cambio de la Transición, otra época sobrevalorada hasta decir basta, quizá porque en realidad sus nostálgicos entonces eran jóvenes, tenían pelo y fueron los únicos jóvenes que han ganado dinero en este país. Pero La Quinta, desde luego en términos históricos, está varios cuerpos por detrás de algunos otros Reales, empezando por el que se dio en llamar la Quinta del Ferrari, con Hierro y Raúl a la cabeza, y por supuesto sin contar al Yé-Yé ni mucho menos al de Di Stéfano.


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A los madridistas millennials, como es mi caso, nos pueden decir misa: nosotros hemos visto a Roberto Carlos, Redondo y Zidane; sobre todo, al Madrid de los Jerarcas, cuya cumbre estética fue la final de Cardiff, pináculo de excelencia que tardaremos en ver superar, si es que alguna vez lo vemos. La coda de Los Jerarcas fueron dos copas de Europa irrepetibles que, por sí solas, cada una de ellas, vale por cinco ligas seguidas.

El 5, hasta Zizou, fue un dorsal eminentemente defensivo, vinculado al sacrificio, al esfuerzo y a la idea de orden. Era propio de centrales, líberos, centrocampistas defensivos…El 5, normalmente, también está ligado, en la imaginación de los aficionados, al metrónomo, al que lleva el volante del equipo. Kroos, por ejemplo, habría sido el mejor 5 de la Historia del Madrid, pero eligió el 8, que cuando él llegó al Real era propio de delanteros, el número de Míchel, de Mijatovic, un dorsal cuyo radio de acción iba desde la mediapunta a los carriles ofensivos…

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Zidane lo eligió como una cortesía hacia Florentino Pérez, para quienes los futbolistas no deben llevar números estrambóticos. Es decir, él, que se había hecho famoso en la Juve con el 21, y en Francia con el 10, eligió el 5 como tributo al clasicismo. Lo reinventó. Zidane hizo del 5 un icono mundial, universal, prácticamente un tótem del que después se sirvió, cuando se hizo entrenador, para que todos confiáramos en él, para que todos creyéramos que, bajo la protección chamánica de su calva beduina, jamás nos podría pasar nada malo.

Bellingham interpretó a la perfección la cinética del 5 en su primer año, y a ramalazos durante el segundo. El inglés, hijo de su tiempo y de su fantástico origen mestizo, ha subrayado la agonía barroca del ejercicio plástico que supone llevar el 5 en el Madrid

Zidane le dio al dorsal número 5 una dimensión cultural emparentada con la potencia creadora del caos, con la fuerza seminal del arte. La camiseta blanca con el 5 a la espalda trascendió las fronteras de lo meramente futbolístico para inmortalizarse con su volea en Glasgow, para convertirse desde ese preciso instante en una imagen del siglo XXI que acababa de empezar: en un retrato de la belleza y la luminosidad a la que el hombre contemporáneo, aplastado entre las formidables, oscuras y lúgubres ruinas que ha dejado el colapso de la civilización industrial, todavía puede aspirar.

A Zidane, con el 5 del Madrid a la espalda, dos artistas contemporáneos, el inglés Douglas Gordon y el francés Philippe Parreno, le hicieron una película, Zidane, un portrait du 21e siècle, que presentaron en el Festival de Cannes del año 2006, que fue el año en que Zidane dejó de jugar en el Madrid. Ambos, artistas visuales, pintores, retratistas y escenógrafos, grabaron, con 17 cámaras Súper 35 mm y H, todo lo que hizo Zidane por el césped del Bernabéu en un Madrid-Villarreal de la primavera de 2005 que acabó 1-1 y en el que el 5 del Madrid fue expulsado. La película recoge el sonido ambiente del público y, a veces, de la retransmisión televisiva española del partido, además de lo que los futbolistas decían, respiraban y escupían, destacando de un modo notable el contacto con el balón, los tackles y las carreras. Dura lo que un partido y el grupo Mogwai le puso banda sonora. Es un documento tan extraordinario que fue adquirido, después, por la Galería Escocesa de Arte Moderno, y la Philarmonie de Paris ha elaborado hasta una versión con paneles y un montaje audiovisual en formato inmersivo.

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De todo eso sale Jude Bellingham. Zidane confirió al 5 del Madrid la naturaleza de la poesía y del movimiento, la κίνησις de los griegos antiguos, el poner en movimiento que interpela directamente a los sentidos, más que a la razón, y que cualquier puede explicarse mirando una fotografía de Zidane controlando un balón: sin tocar el suelo, contorsionando su cuerpo en una plasticidad extrema y bellísima que sólo es posible encontrar en la escultura helenística y, mucho después, durante el Renacimiento.

Bellingham interpretó a la perfección la cinética del 5 en su primer año, y a ramalazos durante el segundo. El inglés, hijo de su tiempo y de su fantástico origen mestizo, ha subrayado la agonía barroca del ejercicio plástico que supone llevar el 5 en el Madrid. Que no es ni la manija, ni la brújula del equipo, sino algo más difuso, vago y simbólico: portar la antorcha de una tradición relativamente reciente que nació cuando él era un niño y que todas las cadenas de televisión del mundo transmitieron en su parto, en su florecimiento y en su decrepitud. Más que hacer que su equipo encuentre el camino del gol y de la victoria, el 5 del Madrid debe hacernos creer que es capaz de lo mágico, de hallar la solución imposible, y por tanto, de emocionarnos.

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