REVISTA PANENKA
·7. Januar 2025
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Cuando entras a un estadio por primera vez, y más aún si eres joven, te quedas impresionado: banderas, camisetas, cánticos, nervios e intensidad, y en una parte del campo, todo esto intensificado. A esta zona se le llama grada de animación y ahí es donde se crea la intensidad que se propaga por todo el estadio. De repente, te das cuenta de que en los cánticos, las banderas y las pancartas no solo hay fútbol, sino también política. Y eso, de entrada, te sorprende, aunque no debería ser así.
“La política no solo la hacen los partidos políticos, sino que se desarrolla en muchos ámbitos y a través de numerosos canales”. Así responde Raül Romeva, político e investigador en deporte y valores, cuando se le pregunta si cree que las gradas de animación pueden politizar a los jóvenes que forman parte de ellas.
No cabe duda de que uno de estos ámbitos en los que se hace política es el deporte, y más concretamente el fútbol. Como dice Ramon Alquézar, historiador y experto en fútbol: “Toda sociedad o grupo tiene una ideología. Y esta se traduce en actitudes y convenciones políticas”.
¿Se puede demostrar que una grada de animación con una ideología política definida puede politizar a un joven que forma parte de este mundo? ¿La ideología del joven es previa, o la grada realmente influye en ella? Como diría Ramon Alquézar, ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?
¿Se puede demostrar que una grada de animación con una ideología política definida puede politizar a un joven que forma parte de este mundo? ¿La ideología del joven es previa, o la grada realmente influye en ella?
Aquellos jóvenes que hacen gestos de simbología nazi o gritan insultos racistas, ¿ya se comportaban de este modo o se volvieron así por estar en una grada de animación? ¿Hasta qué punto cambian los jóvenes una vez dentro de la grada?
Pau Llansà, miembro de Eskapulats, la grada de animación del CE Europa, lo tiene claro: “Creo que una grada de animación que está politizada con ciertos ideales es una puerta de entrada a la politización de un joven”. Además, Paco Cabezas, periodista deportivo, añade: “Cuanto más joven es el aficionado, menos formadas tiene sus ideas, y cuando quieres formar parte de un grupo, normalmente tienes que compartir sus ideologías y ser como ellos. Es el efecto rebaño”.
Si en el campo hay política y los grupos tienen una ideología que se traduce en actitudes, un joven con una mente aún inmadura que se encuentra experimentando y se integra en uno de estos grupos, terminará politizándose. Como matiza Ramon Alquézar: “Si al joven le falta madurez política y no sabe filtrar el mensaje ideológico que recibe, es fácilmente influenciable”.
Sin embargo, también es cierto que muchos jóvenes ya entran o eligen una grada en función de su ideología, y la grada solo la refuerza. Así lo ve Joan Lorca, uno de los primeros miembros de los Boixos Nois, cuando la grada de animación ‘culé’ aún no era fascista: “Yo creo que normalmente ya tienes una ideología formada antes de entrar en una grada”.
¿Y qué dicen los datos? En una encuesta realizada a 250 personas, de las cuales casi 50 forman parte de una grada de animación y cerca del 90% han asistido al estadio de su equipo, ante la pregunta de si serían capaces de corear algo en el campo que no coincidiera con su ideología, el 43,2% respondió que lo harían si la grada lo hiciera o que en algún momento podrían llegar a hacerlo. Esto sugiere que en muchos casos podría producirse el efecto rebaño del que habla Cabezas. Por otro lado, sabemos que el 65,5% de los miembros de Eskapulats y Desperdicis 07, las gradas del CE Europa y de la UE Sant Andreu, respectivamente, afirman que su ideología no ha cambiado.
Hay datos que demuestran que las gradas cambian ideologías, especialmente en los más jóvenes. La encuesta lo confirma: los menores de 16 años son quienes estarían más dispuestos a seguir un cántico que no fuera coherente con sus ideales
Estas dos gradas se identifican explícitamente con el antifascismo y, probablemente, sus integrantes se unen a ellas porque se sienten identificados con esa ideología. Sin embargo, el 34,5% de los encuestados pertenecientes a estas gradas reconocen que su ideología ha cambiado desde que se sumaron al colectivo.
Por lo tanto, ni el huevo ni la gallina. Parece que los jóvenes se integran en las gradas con ideologías parecidas a las suyas. Como Joel Monedero, miembro de Desperdicis 07, quien sostiene: “En mi caso no fue así, porque entré más tarde, cuando tenía 22 años, porque me gustaba el mundo ultra y porque sabía que la grada era muy de izquierdas. En cambio, aunque soy del Espanyol, nunca he querido entrar en su grada simplemente porque son de derechas”.
Sin embargo, también hay datos que demuestran que las gradas influyen y cambian ideologías, especialmente en los más jóvenes. La encuesta lo confirma: los menores de 16 años son quienes estarían más dispuestos a seguir un cántico en el campo que no fuera coherente con sus ideales. Además, el periodista deportivo Ricard Torquemada argumenta que “si te unes a un grupo con el que te identificas por ciertos valores, esta identificación se refuerza y puede incrementar el grado de politización”.
Por tanto, sí que hay casos en los que las gradas construyen y cambian ideologías, y algunos de ellos son muy extremos, como el que cuenta Gerard Birbe, fundador en los años noventa de la grada de animación UniBarçataris: “Había gente que entraba siendo de izquierdas en los Boixos Nois y salía nazi”.
Seguramente hay que prohibir el odio y la discriminación, pero en el campo hay política y siempre la habrá, porque no puede ser de otra manera. Un estadio no se puede desconectar del país que lo rodea, y las personas que animan dentro de él, menos.
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Fotografía de Getty Images.