La Galerna
·12. Dezember 2025
Joan Laporta ante la jueza

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(N. del E.: En el día en que Joan Laporta va a declarar por el Caso Negreira, ofrecemos el capítulo correspondiente a ese momento del libro "Anatomía de un negreirato" de nuestro colaborador Rafael Gómez de Parada. En dicho capítulo, Rafa especulaba con el posible desarrollo del diálogo que está teniendo lugar ahora mismo en el llamado mundo real).
Puede que no se hubiera dado cuenta hasta la fecha, pero, tras la anterior comparecencia y la carta del Ministerio, el juez Aguilar comenzó a ser consciente de la relevancia de lo que allí se juzgaba. Al menos para muchos más de los que él había considerado inicialmente. Guardó una nueva carta que había recibido esa misma mañana, esta vez sin abrir, en el mismo cajón que cerraba con llave cada vez que abandonaba el despacho.
Miró la sesión del día y resopló. “Bueno, cuanto antes nos lo quitemos de encima, mejor”, pensó. “Además, tras su declaración, solo podemos ir a mejor, cuesta abajo”. De esta manera se “autoanimaba” el hombre que, en confianza de los más cercanos, se definía a sí mismo como “un sexagenario al que cada juicio se le hace más cuesta arriba”.
La rectitud de la que siempre había hecho gala se volvía en su contra cuando encontraba que los abogados, algunos testigos o, incluso, ¡los acusados!, no cumplían con lo que Don Julián Aguilar consideraba “un mínimo exigible”. Como la puntualidad. Por eso torció el gesto cuando llegó a la sala y vio que el presidente del Fútbol Club Barcelona no estaba de pie en su sitio, en el banquillo con el resto de los acusados, justo enfrente de la puerta por la que acababa de entrar. Estaba pensando en qué decir o qué sanción imponerle según se acercaba al estrado, cuando, justo en ese momento, apareció “la estrella invitada del día” mascullando una disculpa ininteligible entre carraspeos guturales.
Llegó a la mesa, abrió el expediente, la libreta en la que (sospechaba que) tendría que escribir varias notas a lo largo de la sesión y levantó la vista. Había más público que asientos disponibles. Podía largar a todos los que se encontraban de pie, pero eso habría dilatado más el inicio y se preveía una sesión ya de por sí prolongada, así que decidió arrancar.
—Se abre la sesión. Reanudamos el juicio con la comparecencia de Don Joan Laporta i Estruch. Acusado, por favor, pase al banco. Letrado de la defensa, por favor, proceda.
Jorge Carlos Scotto se levantó con presteza y se abotonó la americana. Joan Laporta se levantó con torpeza y trató de abotonarse la americana. Solo lo trató. Con un pesado jadeo y un cierto movimiento de balanceo de ambos brazos, tomó asiento. Movió la cabeza hacia ambos lados, y en lo explícito de sus gestos se percibía una especie de “¿qué cojones hago yo aquí?”.
—Señor Laporta —comenzó Scotto—, ya antes de empezar, quiero darle las gracias en público por el ejercicio de transparencia que ha hecho desde que la opinión pública supo de este caso (ante el leve gesto de Laporta, el abogado optó por continuar). Puesto que usted ha sido presidente del Fútbol Club Barcelona durante dos períodos, el primero que nos ocupa en este caso, y el actual, nos gustaría saber a todos los aquí presentes, por si no se ha aclarado suficientemente, qué objeto tenían los pagos a las empresas Dasnil y Nilsad.
—Mire, me alegra mucho estar aquí, porque por fin vamos a poder aclarar lo que ha ocurrido con la contratación de estos servicios y así, de ese modo, podremos limpiar de una vez por todas el nombre del club, un club ejemplar cuyo prestigio ha sido puesto en cuestión por otros de manera torticera y con una voluntad claramente de manipular en su favor.
—Entonces, por favor, ¿los servicios correspondían a…?
—Pues, correspondían a lo normal en estos casos, a lo que todos los clubes hacen de una u otra manera. No hay club en la Primera y me atrevo a decir que en la Segunda División que no tenga contratado un servicio de asesoramiento en materia técnico-arbitral y en el caso del club (se le escapó un hipido), hip, era un servicio que existía de antes, que satisfacía los intereses del equipo técnico de la sección y que, por tanto, se mantuvo.
—Luego se ratifica en que pagaban por la realización de informes.
—Totalmente, en cuanto saltó la noticia, que otros trataron de transformar en escándalo y hablaron de compra de árbitros y falacias similares, nosotros nos pusimos en marcha e, inmediatamente (de nuevo el hipo), hip, encargamos a KPMG un estudio que justificara todas las gestiones realizadas para la contratación de estos servicios. A continuación, presentamos los informes técnico-arbitrales en un ejercicio de transparencia que nos honra. Eran informes muy detallados, de gran calidad, algunos tenían ilustraciones y se pagaron a precio de mercado. A raíz de ese estudio riguroso de la documentación existente, le puedo decir que tenemos el convencimiento de que no hay una sola prueba de compra de árbitros, ni una. Y como no ha habido nunca ánimo de ocultación, recopilamos toda la información disponible de los últimos cinco ejercicios y la mostramos en una rueda de prensa a todos los medios.
—Fueron, concretamente (Scotto sacó una nota de la carpeta), 629 informes y 43 discos con información. Cuatro carpetas de documentación, señores del jurado, cuatro carpetas.
—Así es —respondió Laporta de manera apresurada—. Totalmente transparentes, porque había que atajar de raíz las informaciones ¡totalmente dirigidas por enemigos del club! que dejaban en mal lugar el nombre del Fútbol Club Barcelona. ¡629, hip! 629 informes técnico-arbitrales con el seguimiento de las actuaciones en los partidos del primer equipo y trabajos de scouting, una información transcendente para la buena marcha del equipo, porque, aquí, señores del jurado, periodistas congregados, lo que ha habido es mala fe. Muy mala fe por parte de aquellos que, de manera desleal (Laporta miró hacia Luisa Ramírez), han llegado a conclusiones difamatorias que nada tienen que ver con la realidad.
La abogada del Real Madrid sonreía. Una sonrisa demasiado evidente, por lo que optó por taparse la boca y hacer como si tomara notas.
—Entonces —continuó Scotto—, no hay nada reprochable, ni mucho menos ilícito, según sus palabras, en la contratación de los servicios de estas empresas.
—¡En absoluto! —respondió Laporta visiblemente indignado, tan rojo que optó por desabotonarse el botón superior de la camisa—. Mire, lo que es reprochable es el asedio que está sufriendo esta entidad desde todas las instituciones. No es de recibo que el presidente de LaLiga de Fútbol Profesional, que se declara madridista, presentara una prueba falsa en esta causa. Lo que es indignante, es que un club rival se haya personado en esta causa con el único afán de manchar el nombre de la entidad. Mire usted, miren ustedes, señores (levantó el dedo índice de manera amenazadora), lo que no puede ser es que un club que fue considerado por todos como “el equipo del Régimen”, que durante setenta años ha tenido socios, exjugadores e, incluso, exdirectivos, en la presidencia del Comité Técnico de Árbitros, nos acuse ahora de controlar, influir o manejar el arbitraje, y no estamos dispuestos.
Luisa Ramírez iba a protestar con el argumento de que en este juicio solo había dos clubes, uno que estaba en el banquillo y siendo juzgado y el otro, admitido como perjudicado, pero pensó que el declarante era el típico bocazas al que le convendría hacer caso a aquello de “cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en su contra”, y, por tanto, era preferible que no callara bajo ningún concepto. Scotto entendió que Laporta se metía en una guerra que no les convenía, así que optó por reconducir la declaración.
—Volvamos entonces al asunto de la contratación de los informes. ¿Se contrata a Enríquez Negreira por considerar que se obtiene una información relevante para el equipo técnico del club?
—En realidad, el prestador de los servicios contratados era, mayoritariamente, el señor Javier Enríquez Romero, hip, que era una persona contrastada para la realización de estos informes.
—¿Y qué tiene que decir a los que consideran que se pagó para influir en el arbitraje?
—Pues que eso es directamente imposible. Lo sabe usted y lo saben todos los aquí presentes: el señor Enríquez Negreira no tenía ninguna influencia en el arbitraje. Por tanto, es absurdo pensar que se pagaba para poder controlar de alguna manera el comité. El artículo 29 del Reglamento de la Federación Española de Fútbol, hip, demuestra que no tenía competencia para ello. Voy a decirlo una vez más: el Barcelona no ha realizado nunca ninguna actuación que tuviera como finalidad alterar la competición.
Cada vez que hablaba, Laporta acompañaba sus palabras con movimientos del brazo derecho con la mano entrecerrada, como si golpeara con un mazo invisible. Si lo que pretendía era mostrar convicción, tanto aspaviento, sin embargo, denotaba su nerviosismo.
—¿Tiene algo que responder a las informaciones respecto al pago por la “neutralidad” de la competición?
—El propio informe que la Agencia Tributaria envía a la Fiscalía reconoce que no se ha podido demostrar que se influyera en la competición, y en cuanto a la palabra “neutralidad”, no es algo que diga ningún informe, sino que es el propio Enríquez Negreira quien afirma que quizás, solo quizás y según sus percepciones, se le pagaba por conseguir la neutralidad en la competición. Pero voy a repetirlo una vez más porque así ha quedado contrastado: Enríquez Negreira no tenía ninguna capacidad de alterar los resultados deportivos y tampoco tenía la capacidad para designar árbitros.
—Muy bien, señor Laporta —concluyó Scotto con una moderada sonrisa—, ahora que tiene un micrófono a su disposición y una audiencia que le escucha, ¿hay algo más que quiera decir a los aquí presentes?
—Sí, una cosa más. A raíz de estas informaciones interesadas, algunas personas han difamado el buen nombre del “clup” y eso es algo que yo, como “president” de esta “entitat”, no puedo consentir, así que interpusimos más de veinte querellas contra periodistas y aficionados que calumniaron al Fútbol Club Barcelona (con el dedo índice apuntó hacia la sala). Lo saben todos ustedes: no vamos a consentir que se nos difame.
—Hace usted bien, señor Laporta —recalcó Scotto—. No haré más preguntas, señoría.
Scotto volvió a su lugar, donde le felicitó su ayudante, y el fiscal Jaime Estuardo se puso en pie tras la indicación del juez.
—Señor Laporta —comenzó Estuardo de manera pomposa—. Don Joan Laporta. Jan para algunos, el Joker para otros. Tiene usted todo mi reconocimiento como…
—Gracias —se apresuró Laporta, aunque con una ligera desconfianza.
—…como artista de la verdad a medias. O como propagador de “solo” la parte que le interesa y no la globalidad.
Ante la mirada de perplejidad de Laporta, Estuardo continuó:
—¿Considera usted que “inmediatamente” es un período de dos meses y dos días?
—¿Cómo dice?
—Ha dicho usted que se puso a disposición de las investigaciones “inmediatamente” y colaboró para aportar claridad a la situación, y lo que es cierto y verdad es que el caso Negreira salta a la prensa el 15 de febrero de 2023 y usted comparece por primera vez para hablar del caso ¡el 17 de abril! Es decir, dos meses y dos días en los que permaneció en silencio, sin “ánimo de ocultación”, según usted, pero sin aportar una sola luz a las escandalosas noticias que se iban conociendo.
—Bueno, consideramos que era necesario, por una mera estrategia legal, aclarar primero qué había ocurrido y posteriormente, con toda la información ya en nuestro poder, explicarla a los medios.
—Claro, claro. Me interesa esa cronología de hechos, así que, si no le importa, vamos a darle un repaso. Usted es elegido presidente del Barcelona en marzo de 2021. Si me confundo en algo, por favor, le ruego que nos lo haga saber.
Laporta asintió con la cabeza.
—En febrero de 2021, es decir, un mes antes, y dos años antes de que el caso Negreira apareciera en los medios de comunicación, el club ya es conocedor de la investigación de la Agencia Tributaria a las empresas Dasnil, Nilsad y Tresep, que fue la intermediaria escogida para ocultar el destino final de los fondos. Voy a leer un correo del Jefe de Administración del club en el que envía un Excel con el detalle de todos los pagos y unas facturas a modo de ejemplo. En ese email, el mismo responsable indica sobre el contrato: “ya os indicaba en el borrador escrito que no hay. No sé si preferís decirlo explícitamente o hacernos el loco”. Aquí tiene el recorte del diario El Mundo en el que apareció publicado:
Laporta respiraba con su dificultoso jadeo habitual, pero calló. Miraba fijamente al fiscal.
—¿Podría aclararnos qué quiere decir “hacernos el loco”?
—No, no puedo —contestó el presidente del Barça mientras enseñaba las palmas de las manos—, hip, yo no estaba entonces en el club.
—De acuerdo, pero sigamos entonces con la cronología —prosiguió Estuardo—. Accede a la presidencia y el club envía la información a la Agencia Tributaria con la esperanza, sin duda, de que esto no fuera más allá. Su siguiente movimiento es entrar a formar parte de la Junta Directiva de la Federación Española de Fútbol, ¿es así?
—Fui elegido, sí, en marzo de 2021, es normal que un club de la categoría del nuestro entre en la directiva del máximo organismo del fútbol español.
—Me parece bien, aquí está el nombramiento: 30 de marzo de 2021, con Luis Rubiales como presidente (enseñó un documento a la sala). Sus siguientes pasos van encaminados a modificar el Código Ético de la Federación Española, concretamente, se anula el apartado referido a las sanciones y desaparece el artículo 11, en el que se recogía la no prescripción de los delitos por corrupción en el ámbito deportivo. Curioso, ¿no?
—¡Protesto! —interrumpió Scotto—. El letrado deja caer alegremente sus conjeturas sin una sola prueba, meras insinuaciones sin ninguna evidencia. El cambio de Código Ético fue un trabajo de toda la directiva de la Federación, aprobado por unanimidad de todos los presentes. ¡Que parece que lo escribieran desde el club!
—Letrado —el juez Aguilar conminó al fiscal con la mirada—, si tiene alguna prueba que incrimine al acusado, por favor, muéstrela, pero no divague.
—De acuerdo, señoría. En cualquier caso, la anulación de la no prescripción de los actos de corrupción en el deporte resultó más que conveniente para los intereses del Fútbol Club Barcelona. Y quería llamarle la atención por las fechas: junio de 2021. Una coincidencia más, ¿no le parece?
—Letrado… —recriminó el juez.
Laporta enarcó las cejas, pero se mantuvo callado.
—Bien, sigamos con la cronología de los hechos y con la “transparencia” mostrada en su caso. Abril de 2022, la Agencia Tributaria remite el “caso Negreira” a la Fiscalía al encontrar indicios de criminalidad. Permítame que lo llame así, “caso Negreira”, porque “Barçagate” ya estaba pillado. Abril de 2022, repito. Tuvieron un año entero para preparar documentación o para destruir la existente que pudiera comprometerlos, o para montar al menos una coartada. En cualquier caso, todo se acelera a raíz de que se conoce el caso en febrero de 2023 y, sobre todo, después de que el árbitro Xavier Estrada Fernández presentara la querella en el juzgado número 1 de Barcelona. En total, dos años desde que el club es conocedor de la investigación, tuvieron tiempo más que suficiente para aclarar su participación en el caso, sobre todo, si, como usted afirma con vehemencia, era su intención colaborar, no hay pruebas incriminatorias y no hay nada.
—Colaboramos con la justicia y dimos todo tipo de aclaraciones en rueda de prensa.
—Sí, ahora vamos con ello —contestó el fiscal—. En abril de 2023, es decir, nos situamos ya en dos años y dos meses después de que el club reciba los primeros requerimientos de información por parte de la Agencia Tributaria. Es entonces cuando usted acude a una rueda de prensa en la que solo es capaz de justificar los millonarios pagos con una serie de informes bastante pobres e imprecisos…
—Eran informes técnico-arbitrales de gran calidad, como ya le he dicho —se apresuró Laporta.
—…, ¡pero eran unos informes del hijo! ¡Ni uno solo de las empresas del señor Enríquez Negreira! Trató de justificar los pagos de más de medio millón de euros anuales con los informes del hijo, facturados a través de Soccercam, propiedad de Enríquez Romero. ¡Los asesoramientos del señor Enríquez Negreira eran verbales o inexistentes!
—Protesto, señoría —intervino Scotto—, el fiscal pone nuevamente en cuestión las respuestas de mi cliente.
—No ha lugar, continúe —respondió Aguilar.
—Hicimos un ejercicio de transparencia, mostramos toda la documentación existente, incluso varios CDs, y nos pusimos a disposición de la justicia para aclarar todos los hechos.
—Sí, ahora vamos con la intervención de la justicia, pero, por favor, no me hable de los CDs, que entre los aportados se colaron unos vídeos promocionales del monasterio de Montserrat, un documental de hienas y algún vídeo personal que nos gustaría borrar de la memoria a los que lo vimos.
Se escaparon algunas risas en los bancos habilitados para la prensa.
—Ha dicho usted que se pagaba también por informes de scouting, de seguimiento de jugadores que pudieran interesar al club. ¿Por qué decide duplicar y posteriormente cuadruplicar los pagos a las empresas investigadas en la causa?
—Bueno, como eran informes por hacer seguimiento de partidos, en aquellos años… hip, pues hubo más partidos. Estuvo la Champions, con más rondas, la Copa Confederaciones…
—¡La Copa Confederaciones, cómo no! —Estuardo se carcajeó de manera aparatosa e incluso dio un par de palmadas—. ¿Explicó usted alguna vez a sus socios que abonaban quinientos, seiscientos mil euros anuales a un señor por hacer informes de la Copa Confederaciones?
Laporta hizo el mismo gesto que haría un fumador sorprendido en un sitio prohibido mientras trata de tragarse el humo.
—¿Puede indicarnos qué capacitación tenía el señor Enríquez Negreira para desempeñar esa labor de “ojeador” de futuros talentos, esos valiosos informes de la Copa Confederaciones?
—No, los informes los hacía su hijo, que había trabajado ya con Luis Aragonés, con el Valencia y la selección española y tenía notables conocimientos del tema.
—Luego volvemos al hecho irrefutable de que se pagaba a Javier Enríquez Romero por la elaboración de informes, y seguimos sin coartada para saber por qué se pagaba a su padre, con el agravante de que, durante ese largo período, su padre ejercía como vicepresidente del colectivo arbitral.
—Lo he explicado antes —se defendió Laporta—, Enríquez Negreira no tenía ninguna capacidad para designar colegiados para ningún partido, ni para ascenderlos o descenderlos, ni mucho menos para comprar árbitros. Se han pasado meses, años, investigando y no han encontrado nada, lo que demuestra que no tienen una sola prueba. ¡Todo esto se tenía que haber archivado hace tiempo!
—Bueno, señor Laporta, esa es su estrategia de defensa y me parece legítima. Nos ha hablado del artículo 29 del Reglamento de la Federación como un argumento a su favor, cuando precisamente habla de las competencias del Comité Técnico de Árbitros para evaluar a los mismos, proponer los ascensos a internacional, designar a los informadores, etcétera, y aquí se han mostrado actas firmadas por Enríquez Negreira, testimonios de árbitros en activo y retirados que reconocen exactamente eso: su influencia sobre las valoraciones de sus actuaciones, sobre sus promociones o descensos o la designación de equipos arbitrales.
Un nuevo hipido del presidente interrumpió el discurso del fiscal.
—Nadie aquí ha hablado de compra de árbitros, sí de influencia en el colectivo. Pero, ya que menciona el tiempo transcurrido y los nulos avances en la investigación, le voy a llamar la atención sobre otro hecho que quizás le ayude a explicar esos meses en los que tanto se demoró la causa.
Joan Laporta acomodó sus posaderas sobre el asiento, se le apreciaba cierta incomodidad.
—Debido a la denuncia del señor Estrada Fernández, la instrucción de la denuncia recae en la jueza Silvia López Mejías, que (se dirigió al jurado), ¿saben qué fue lo primero que hizo, miembros del jurado? No la admitió por un supuesto defecto de forma.
Algunos miembros del jurado se miraron con extrañeza.
—Fue cuando la Fiscalía interpuso la denuncia cuando no le quedó más remedio que ponerse a trabajar. En otras palabras, a investigar. Se perdieron diez días más, y luego otro par de semanas mientras la jueza se entrevistaba con la Guardia Civil. Durante meses, la jueza no ordenó ningún registro en la sede del Fútbol Club Barcelona, lo que pudo contribuir a la destrucción de pruebas. No se hicieron más que meras comprobaciones burocráticas, no tomó ninguna declaración relevante a ningún implicado, no resolvió ni uno solo de los escritos en los que se solicitaban la práctica de pruebas y se llevaron los plazos al límite, quizás, para justificar que no había nada. Como usted dice.
—Es que no había nada —contestó Laporta.
—Ya. El caso es que, finalmente, la jueza Silvia López Mejías puso en riesgo la propia investigación al notificar a los medios el auto de prórroga del secreto del sumario, un auto en el que figuraban las diligencias que se estaban practicando en secreto. ¿De verdad que no le llama la atención la actuación de la jueza?
Laporta puso cara de póker, o de “jóker” Laporta, como era conocido por algunos.
—Finalmente, la jueza se justificó, dijo que había sido un desliz y dejó la causa alegando exceso de trabajo, que, ya le digo yo por los resultados de esta investigación, serían de otra causa. Perdimos casi otro año entero. Solo cuando cayó en manos del juez Aguirre logramos avanzar, averiguar más datos, se practicaron las diligencias, aparecieron las pruebas y se tomaron los testimonios pertinentes.
—Con la venia, señoría —interrumpió Scotto—, nos gustaría entender adónde pretende llegar el fiscal.
—Sí, eso mismo me preguntaba yo —confesó el juez Aguilar—. Conozco a la magistrada desde hace años y me tiene intrigado. Señor fiscal, ¿podemos saber si sus divagaciones nos llevan a algún lado?
—Cómo no —respondió Estuardo—, la jueza contribuyó a que se frenara la investigación desde el primer instante, quién sabe si por intereses particulares relacionados con el club.
—¿Está lanzando una acusación contra una compañera de profesión? Señor fiscal, hay algunas líneas rojas que no voy a permitir que se sobrepasen.
—Señor juez, el marido de la jueza que frenó la investigación y que permitió la posible destrucción de pruebas es un proveedor del Fútbol Club Barcelona.
“Oooooh”, se oyó en la sala. Los jurados números 2 y 7 se miraron entre sí. El número 4 movió la cabeza a ambos lados. El 9 dejó de morder el cordón de la sudadera y abrió la boca como haciendo una “o”. Estuardo no quiso que lo interrumpieran y sacó una serie de documentos de su carpeta.
—Ignasi Pietx, propietario de Artyplan, empresa de reprografía que trabaja con el Fútbol Club Barcelona desde 2003. ¿Lo conoce usted, señor Laporta?
—Es posible, pero no estoy seguro, trabajamos con muchos proveedores —respondió con vaguedad.
—Aquí le dejo una foto en la que aparecen juntos, por si le ayuda a recordar (sacó una foto y se la puso en la barrera que los separaba). Se anuncia en la propia web del club y fue la empresa que hizo la famosa lona gigante que usted encargó para poner junto al estadio Santiago Bernabéu. ¿La recuerda?
—“Ganas de volver a veros”, decía el lema —sonrió Laporta—, una gran idea.
—¿”Ganas de volver a veros”? ¿A quién? ¿A Ignasi Pietx? ¿A su mujer, la jueza?
—¡Protesto!
—Se admite —indicó rápidamente el juez—. Señor fiscal, haga el favor de ahorrarse sus insinuaciones. No se tendrá en consideración esta última frase y le apercibo de amonestación.
—Disculpe, señoría, tiene usted razón. La jueza tenía que haber declarado su incompatibilidad para esta causa por un evidente conflicto de intereses, pero no lo hizo. Solo pretendíamos desmontar la coartada del acusado sobre su diligencia para aclarar las informaciones referidas a este escándalo. No pretendo cargar el juicio sobre la jueza de instrucción, sino sobre la dilación del proceso, que es a lo que aludió el señor Laporta en su rueda de prensa para afirmar que no habían encontrado nada en meses y que procedía el archivo de la causa.
—Disculpas aceptadas, mas le advierto que no toleraré ciertas actitudes —respondió el juez—. Prosiga con su interrogatorio o concluya ya, por favor.
—Concluyo con una última aclaración al señor Laporta, si bien, en su calidad de abogado, aunque no ejerciente, debería conocer. El delito de corrupción en el ámbito deportivo es un delito de mera actividad (extrajo un legajo de documentos de otra carpeta y lo depositó frente al acusado). Audiencia de Navarra, abril de 2020: el delito se consuma con el simple ofrecimiento o solicitud, y ni siquiera es necesario que se produzca el resultado deportivo pactado. ¿Le suena?
Laporta balbuceó algo poco inteligible.
—Caso Osasuna. Quedaron acreditados los pagos por parte de los directivos del club navarro para influir en los resultados de las jornadas 37 y 38 del campeonato 2013-14. La propia sentencia indica que es indiferente si se produjeron los efectos deseados o no por el pagador, pues se incurre en el delito simplemente con “las conductas que tengan por finalidad predeterminar o alterar deliberada y fraudulentamente el resultado de una prueba, encuentro o competición deportiva profesional”. ¿Algo que alegar?
—Pagamos por informes arbitrales, hip, como he repetido aquí varias veces, nada más —contestó Laporta visiblemente enojado.
—Claro, a precios de mercado, también lo ha dicho —le cuestionó Estuardo con rapidez—. Ustedes pagaron veinte veces más caro al señor Enríquez Negreira que el resto de los clubes de la Primera División a sus asesores, pero debemos entender que eso entra en el concepto “precios de mercado”.
Estuardo recogió el legajo con la sentencia del “caso Osasuna” y se dirigió al jurado:
—Señoras, señores, les remito al artículo 286 bis, apartado 4º del Código Penal, que es al que se acoge la sentencia que acabo de comentar. Indica que se castigará la conducta vinculada a la corrupción en los negocios y que será aplicable “a los directivos, administradores, empleados o colaboradores de una entidad deportiva, cualquiera que sea la forma jurídica de ésta” (se giró levemente hacia el banquillo de los acusados), y no solo eso, miembros del jurado, sino, además, “así como a los deportistas, árbitros o jueces” que hayan incurrido en las conductas aquí comentadas.
Dejó que corrieran unos segundos de silencio y, con la pomposidad que lo caracterizaba, concluyó:
—No haré más preguntas, señoría.
Se le veía contento, animado, tanto que, en un exceso de engreimiento, guiñó un ojo a la abogada del Real Madrid según se cruzaron en la sala. Luisa le contestó con un mohín de cierto pasotismo, el mismo gesto que había repetido cientos de veces a compañeros de carrera que la miraban de modo altanero. No había terminado de llegar al banco en el que estaba Joan Laporta, cuando este se le adelantó:
—Que el Real Madrid esté personado en este procedimiento me parece un ejercicio de cinismo sin precedentes y no lo aceptamos.
Hizo el amago de levantarse, pero lo frenó el juez de manera rauda:
—Siéntese, señor Laporta, usted no lo aceptará, pero sí lo ha hecho el juzgado, que es a quien corresponde, así que haga el favor de sentarse y si no quiere contestar a la contraparte, no lo haga, pero tendrá que permanecer en su sitio hasta que la letrada finalice el interrogatorio.
Laporta refunfuñó algo en una lengua que ni los orcos comprenderían, salvo un “intolerapla” que es entendió perfectamente. Se cruzó de brazos en posición de crío “ahora no respiro”.
—Gracias, señoría —comenzó Luisa Ramírez, que había presenciado impertérrita este pequeño rifirrafe—. Señor Laporta, ha dicho usted que el club al que represento era “el equipo del Régimen”, así como que lleva setenta años manejando el Comité Técnico de Árbitros y, aunque no sea una cuestión de esta causa, son acusaciones que no puedo dejar pasar por alto.
—Señoría —le interrumpió el juez—, no hemos venido aquí a presenciar un debate sobre fútbol o filias políticas de los clubes, le ruego que se centre en las cuestiones referidas al caso.
—Sí, no se preocupe, señor juez, solo voy a dejar una copia al acusado y otra, que pretendemos añadir al expediente, del Informe Cosín sobre los supuestos socios y directivos del Real Madrid que dirigían el Comité Técnico de Árbitros.
—Sea, pero no perdamos más tiempo, por favor —respondió mientras miraba con poco interés el Informe que la letrada acababa de dejar en su mesa.
—Sí, aquí lo dejo, solo queríamos dejar constancia de la facilidad del acusado para propagar bulos sin ninguna base. En cuanto a lo de “el equipo del Régimen”, creo que el señor Laporta ya fue puesto en evidencia con un vídeo del propio Real Madrid que superó los cien millones de visualizaciones, un vídeo que hizo que la mayor parte del mundo del fútbol entendiera el relato victimista que el club al que representan los acusados lleva décadas expandiendo por el mundo. Con éxito, debo reconocerles.
La cara de Laporta se parecía a la del niño de Astérix en Hispania, aquel que, de tanto contener la respiración, se ponía como un tomate.
—Letrada, por favor, céntrese en el caso que nos ocupa —insistió el juez.
—Sí, procedo. Señor Laporta, no sé si querrá contestarme, pero voy a dejarle varias preguntas aquí, por si le apetece responder alguna: ¿de verdad cree que el caso debía archivarse por falta de pruebas? ¿De verdad quiere que nos creamos que pagaban “a precios de mercado” inflados veinte veces, a través de empresas interpuestas, por unos informes verbales sobre árbitros? ¿De verdad cree que el acusado Enríquez Negreira era la persona adecuada para realizar esos supuestos informes, a la par que ejercía de vicepresidente de los árbitros?
Laporta se mordía la lengua, pero miró a su abogado y este, con el dedo índice en la boca, le animaba a que se mantuviera callado. Luisa Ramírez se dio la vuelta y percibió el gesto, pero sabía que Laporta era de mecha corta, así que incidió en las preguntas.
—¿De verdad cree que las anomalías estadísticas aquí contadas no tienen una correlación con los pagos al señor Enríquez Negreira? ¿De verdad quiere hacernos creer que en el hecho de premiar a los árbitros que se equivocaban a favor de su club y de castigar a los que erraban a favor del Madrid no influían los pagos a las empresas de Negreira? ¿Cuando dijo que “la competición está adulterada”… de verdad se refería al Real Madrid, o el ejercicio de cinismo era el suyo al decir que se sentían perjudicados?
Laporta no podía más. De seguir así de contenido se le iban a escapar varias ventosidades.
—¿No será que se sentía usted estafado por haber pagado durante dos décadas y no haber obtenido el cien por cien de los títulos en juego?
Scotto se movía el índice sobre los labios, pero Laporta no pudo aguantar más:
—Nos hemos sentido perjudicados durante muchos años, así ha sido toda la vida. Y el Real Madrid ha sido el equipo más favorecido por los árbitros. Ustedes, su club, hip, han jugado muy sucio contra nosotros, y también con los árbitros, con los vídeos de Real Madrid TV. Eso sí es intentar influir en la competición.
—Bueno, ustedes tienen 8,4 millones de euros en pagos para ser favorecidos en la competición, y nuestro club, una cadena de televisión para denunciar dichos errores. ¿Empate, pues? —contestó Luisa con chulería.
—Sepa usted que, en plena época Negreira, como ustedes lo llaman, hip, nosotros perdimos una Liga en la última jornada por un error arbitral. Un error claro y manifiesto.
—Me alegro de que sea usted quien saca a colación este tema —respondió la abogada—. Supongo que se refiere a la temporada 2013-14, cuando Mateu Lahoz anula un gol a Messi que les hubiera supuesto alzarse con el título, ¿no?
Laporta asintió con la cabeza.
—Me alegra porque la temporada 2013-14 fue precisamente uno de los mayores exponentes de la era Negreira. El equipo más perjudicado en aquella Liga no fue el suyo, que fue mantenido hasta la última jornada, sino el Real Madrid.
Laporta comenzó a gruñir y hacer aspavientos, así que la abogada continuó:
—Primera vuelta, Barcelona-Real Madrid en el Camp Nou. Con 1-0 a favor de su equipo, el colegiado Undiano Mallenco deja sin señalar dos claros penaltis de Mascherano, ¡dos!
—Protesto, señoría —interrumpió Scotto—, ¿de verdad vamos a hablar de fútbol aquí?
El juez iba a darle la razón, pero se adelantó la abogada:
—Señoría, no vengo a hablar de aquellos errores, sino de lo que sucedió a continuación.
—En ese caso puede continuar, pero le ruego que no convierta esto en un chirincirco mediático de esos que tanto detesto.
—No lo haré, señor juez (se volvió hacia Laporta) ¿Cómo recompensó el Comité Técnico de Árbitros al señor Undiano Mallenco tras sus errores? ¡Pues concediéndole nuevamente el Real Madrid-Barça de la segunda vuelta! Enríquez Negreira estaba eufórico ¡y no se le ocurrió a nadie mejor en todo el estamento que a quien había favorecido al club que le pagaba sus generosos emolumentos!
Laporta echaba humo por las orejas.
—¿Y qué hizo Undiano Mallenco en aquel partido? —Luisa quería evitar cualquier interrupción, así que se puso en modo Moto GP para acabar su speach—. Una colección de errores difícilmente superable. Con ventaja para el Real Madrid, expulsó a Sergio Ramos por una falta inexistente y tras un fuera de juego rival, y no contento con ello, se inventó dos penaltis para darle la vuelta al marcador, ¡hizo el trabajo por el que sabía que sería recompensado! Porque así funciona el sistema, está muy bien engrasado. ¿Y dónde está Undiano Mallenco desde que se retiró del arbitraje? Pues junto a Medina Cantalejo y Clos Gómez, en la cúpula del CTA.
Laporta resoplaba indignado.
—¿Y dónde está ahora Mateu Lahoz? —continuó—. Totalmente alejado del Comité, por el que se sintió maltratado. Uno de los pocos árbitros españoles con categoría para pitar una final de Champions y resulta que ha acabado su carrera despotricando de toda la cúpula arbitral. Curioso.
Laporta se agarraba con fuerza a los brazos del asiento. Parecía que iba a arrancarlos de un momento a otro.
—Señor Laporta, el Real Madrid acabó aquella Liga a tres puntos del campeón, el Atlético de Madrid, y más de tres le restó este colegiado al que antes y después recompensarían los señores Sánchez Arminio y Enríquez Negreira.
Laporta inspiró, suspiró, respiró y exhaló profundamente con el ánimo, a buen seguro, de reconducir sus respuestas:
—Mire, el caso Negreira no inquieta en Cataluña, es un tema de Madrid. No hay más que ver de dónde salen todas las informaciones, es un intento claro de desestabilizar a la institución. Como las pruebas falsas presentadas en esta causa por otro ilustre madridista en los órganos de poder, el presidente de LaLiga, Javier Tebas. Así funciona todo.
—Pues no nos lo cuente a nosotros, que hemos interpuesto más de cien demandas a LaLiga y estamos enfrentados al señor Tebas, como sabe todo el mundo —respondió la abogada, que había pasado de la chulería al cabreo—. Cuéntele esas quejas en alguna de las cenas que comparten cuando va a pedirle que abra la mano para que le permita inscribir jugadores saltándose las normas.
La abogada le dio la espalda y se volvió hacia su mesa.
—Saltándose las normas… de nuevo. Como siempre. No haré más preguntas, señoría.
El juez Aguilar se contuvo las risas al ver “los ovarios de la chiquita”. Golpeó con el mazo y cerró la sesión. Un amplio murmullo recorrió la sala y pasó al grado de “griterío” cuando algunos periodistas intentaron acercarse a Joan Laporta. Sin éxito, porque se lo impidió un cordón de seguridad al frente del cual se puso el corpachón de Bull.
Apenas había llegado a su despacho y activado el móvil, cuando el juez Aguilar recibió una llamada. Miró el nombre: “Silvia LM”. Tragó saliva. “¡Glups!”.









































