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·18. November 2025

Los que siguen ondeando bufandas cuando el videomarcador calla

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Autor: Jorge Hernández Madrid (@jorgehernandezmadrid_)

En la era que nos ha tocado vivir predomina la corriente de domesticar toda aquella manera de pensar o actuar que sea rompedora, subversiva y disruptiva. En España -y digo España porque es donde vivimos, aunque el wokismo se extiende por todo Occidente-, mucho de lo que antes formaba parte de nuestro folklore y de nuestra personalidad ahora es censurado y visto como caduco por algunos modernos líderes de opinión.


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- Grada animación Levante UD (@Adolfo Benetó | LUD) -

Se busca el orden y la sumisión; el control y la docilidad de las masas. Es por eso -y también por algunos crímenes injustificables cometidos por verdaderos asesinos que formaban parte de estos grupos- que la palabra 'ultra' está hoy censurada y no existe en ninguna pancarta visible de ningún estadio.

Ahora la moda son las gradas de animación. Algunas de ellas tienen a los ultras integrados y/o camuflados en su interior; otras, simplemente, los han suplantado para cumplir la función de ser la voz del presidente del club. Pero hay algo que todas tienen en común: su cultura es heredada de aquellos que hoy son perseguidos.

Estadios americanizados

El movimiento ultra -o, en su defecto, el hooliganismo, que en lo esencial es similar- nunca aterrizó en Estados Unidos. Allí el fan acude con palomitas a ver el partido, con una actitud más desenfadada y un sentimiento de pertenencia distinto. El abonado se sienta en su butaca a disfrutar de la experiencia 360º, como en esas modernas salas de cine 4D que casi nadie recomienda, en las que te echan soplidos de aire y te menean la butaca. Juegan a que animan cuando el speaker les incita a ello, y el resto del encuentro comen algo, se hacen selfies, ven de cerca a sus jugadores favoritos y le dicen al chiquillo que se esté quieto, que enseguida acaba.

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- Bufandeo Levante UD (@Judith Amigó) -

Ahora, en España, la fórmula se imita. En nuestro estadio Ciutat de Valencia, el speaker Pau Ballester ordena e incita a la grada, al inicio del partido, a levantarse para seguir su cántico y el videomarcador es puntual en el minuto 19:09 para recordar que es el “momento” del bufandeo. Con lo ridículo y anticlimático que resulta esto último cuando el ambiente es tenso y el VAR está revisando una jugada que puede determinar el destino del partido. Cuanta menos espontaneidad, mejor. Es evidente que el speaker nunca iniciará cánticos contra el presidente de la Liga ni del club.

Levante Fans en el Levante vs Rayo Vallecano

Era domingo a media tarde y Álvaro García marcaba el definitivo tercer gol. Y, de golpe y porrazo (valga la cacofonía), todos recordaron que al siguiente día era lunes (con lo que ello conlleva). Mientras, el goteo de aficionados abandonando el estadio era ya casi una riada descendiendo por las escaleras hasta los vomitorios. Siempre resisten un alto número de fieles granotas, independientemente del resultado y del momento, pero es el claro reflejo de otra de esas "modas" que se han ido instaurando cuando una grada incrementa por miles. Entre esos irreductibles ejemplares, Levante Fans daba botes y ondeaba banderas desde Gol Alboraya. Recitando versos de resignación, pero sin abandonar a los suyos en el desconsuelo de la derrota.

¿Qué piensa un futbolista cuando el partido está resuelto con marcador en contra y todavía queda una larga media hora por la que transitar? Además, ¿qué sentimiento de abandono debe sentir cuando la grada queda ciertamente despoblada a su alrededor? Algo así como el samurái que se desangra sobre el campo de batalla y ve al resto de guerreros alejarse en el horizonte, quedando desierto todo lo que alcanza a ver y con la única compañía de cadáveres y combatientes agonizantes.

Larga vida a aquellos hijos de los ultras que no abandonan al equipo cuando cae el definitivo gol de la derrota. Que animan aunque el speaker ya esté recogiendo y solo se pronuncie, con voz apagada, para anunciar los cambios. Que siguen ondeando bufandas pese a que el videomarcador ya no se lo pida. Larga vida a aquellos cuyo único crimen haya sido el de animar como descerebrados, incluso cuando no hay nada que ganar y ya está todo perdido. Son el ejemplo de nunca caer en el desaliento cuando la veleta gira frenéticamente sobre sí misma y ningún viento es a favor. Porque todos y cada uno de ellos debe de tener la suerte de no madrugar los lunes.

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