La Galerna
·12 November 2025
1-1: Weir nunca se rinde

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El Real Madrid femenino rescató un punto en la tercera jornada de la Champions League al empatar in extremis (1-1) ante el Paris FC. Las visitantes se pusieron por delante gracias a un gol de penalti de Lorena Azzaro y, a pesar del dominio e insistencia madridista, sólo un disparo de Caroline Weir en el último suspiro restituyó un mínimo de lógica al resultado final.
Sangre, sudor, lágrimas y mucha, mucha frustración acumulada fue el menú nocturno del Real Madrid femenino en el tercer partido europeo de la temporada ante un rival que comienza a posicionarse como una de las pesadillas de las blancas. Si hace dos años los duelos ante el Paris FC terminaron en descalabro merecido, en esta ocasión fue el Madrid el equipo llamado a hacerse con la victoria por insistencia, dominio del juego y ocasiones de gol. Sin embargo, y aunque el equipo salió envalentonado y confiado tras la buena racha que viene arrastrando, todo acabó enredándose en el momento menos indicado.

Con el Barcelona y el Arsenal aguardando a la vuelta de la esquina para hacer sufrir al equipo de Pau Quesada, los tres puntos debían quedarse en el Alfredo di Stéfano. El XI dispuesto, perfectamente titular, permitió al Madrid hacerse con la batuta sin dificultad, superando la muy valiente presión alta del Paris con buenas asociaciones desde la defensa. Los acercamientos al área de la exmadridista Mylène Chavas no tardaron en llegar y, a partir del minuto 10, el rodillo blanco debía conducir a la goleada como único desenlace lógico. Linda Caicedo, Alba Redondo y Naomie Feller rondaron el gol una y otra vez, a lo largo de media hora, pero en la grada no se pasó de cantar ‘uys’.
Las visitantes se pusieron por delante gracias a un gol de penalti de Lorena Azzaro y, a pesar del dominio e insistencia madridista, sólo un disparo de Caroline Weir en el último suspiro restituyó un mínimo de lógica al resultado final
Si al disparo de la colombiana en el 21 tras otra jugada de funambulista en la frontal le hubiesen sobrado cinco centímetros de altura, para acabar en la red y no en el larguero, nada de lo que sucedió después habría seguido el guion definitivo. Pero esta vez el Real Madrid no tuvo fortuna en el cruce de caminos y, desaprovechado su momento de superioridad, la ruta fue un transitar por la calle de la Amargura. No bastó con la falta de gol sin más, sino que en un ataque aislado del Paris Filippa Angeldahl metió con torpeza el pie a destiempo cuando la atacante Sheika Scott se revolvía, sirviendo en bandeja la infracción dentro del área. La jugada, que había nacido con una muy discutida falta sobre Sara Däbritz no señalada, hizo añicos la estabilidad mental de las blancas.
Conocedores de haber perdido la oportunidad de irse al descanso con dos o tres goles en la mochila, el 0-1 convertido por Lorena Azzaro hizo que en la segunda parte se esfumara la clarividencia con balón. Los ataques dejaron de ser fluidos, se sucedieron los centros acelerados a ninguna parte –o como mucho a los guantes de Chavas– y las visitantes rompieron el ritmo aprovechando cada golpe para requerir la asistencia médica. La ubicación de las piezas sobre el tablero conducía al petardazo. Tampoco contribuyó a los intereses blancos la actitud incendiaria de la árbitra sacando amarillas a las futbolistas madridistas por requerirle justicia y mejor criterio, pero el nivel de las profesionales del silbato es el que es: de juzgado de guardia.

Ya en los últimos minutos, Pau Quesada se lo jugó todo al gol del empate acumulando en el frente ofensivo a Athenea del Castillo, Lotte Keukelaar e Iris Ashley junto a Linda Caicedo y Caroline Weir. Si bien la frescura encaradora de las dos primeras y el trabajo de ‘9’ de la canterana permitió renovar el optimismo, el escenario por entonces era agónico. El Paris achicaba agua dentro de su área, el Madrid chocaba contra una pared invisible y el descuento kilométrico tras las pérdidas de tiempo completaba el drama.
Todo estaba perdido superado el minuto 96, con Misa Rodríguez volviendo a campo propio tras intentar acudir a rematar un balón en la que era la vigesimotercera ocasión de la noche. Estaba perdido, sin vuelta atrás, y aún así bastó un balón llovido del cielo que María Méndez peleó por alto para conseguir lo imposible. El cuero quedó muerto dentro del área, Caroline Weir llegó antes que cualquier pie rival… y Mylène Chavas tardó en estirarse lo suficiente para que se cantase el gol del empate como se canta el de una victoria. A falta de tres puntos, no hay mejor forma para rescatar un empate.
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