
La Galerna
·12 March 2025
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·12 March 2025
Buenos días, amigos. Esta noche se juega el Real Madrid su ser o no ser en la vieja Copa de Europa, con la esperanza de avanzar en el logro de la que haría el número 16. El escenario es un estadio relativamente nuevo, pero el rival que lo habita es añejo. Se trata del vecino de toda la vida, aquel que NO siempre nos odió como nos odia ahora, aunque parezca mentira.
Los más viejos del lugar —siendo el lugar la ciudad de Madrid— recordarán una rivalidad más sana, menos teñida de aborrecimiento sociológico y mediático. Claro, por entonces no les habíamos ganado dos finales de Champions ni les habíamos eliminado de dicha competición en otras eliminatorias un par de veces. Estos hechos históricos han inoculado en esa masa social, con honrosísimas excepciones más numerosas de lo que parece, un odio tribal capaz de desencadenar tragedias. Eso es lo que ellos sienten por nosotros. Nosotros quizá odiaríamos también a ese sector cafre de sus seguidores si tuviéramos tiempo para pensar en ellos, por citar Casablanca.
Es por ello, por ese odio sociológico inveterado, que el Real Madrid ha emitido unas advertencias a los socios que hoy acudan al Metropolitano, sobre todo si a modo de provocación (ironía on) optan por vestir camisetas u otros distintivos del Madrid.
¿No es devastador, amigos? ¿Pensabais —y aquí nos dirigimos a los madridistas madrileños— que vivíais en una ciudad segura? Lamentamos sacaros de vuestro error. Vivimos en una ciudad en la que te juegas el pellejo si cometes el crimen de viajar en la línea 7 del metro con una camiseta blanca. Esto, que es un problema de orden público muy importante, es así gracias a la permisividad de los dueños fraudulentos de ese club (se apropiaron de él indebidamente aunque el delito haya prescrito) y al eco de esa permisividad por parte de las autoridades.
“En Barcelona puedes ir por la calle con la camiseta del Madrid y no te pasa nada”, nos decía ayer en X un madridista catalán. Claro. Eso es porque Jan Laporta (que no es santo de nuestra devoción pero en esto acertó) decidió eliminar de su club a los Boixos Nois, enviando así un mensaje muy claro: los violentos no representan al Barça. Lo mismo hizo Florentino con los Ultras Sur, expulsándolos y decretando así que no se sentía representado por ellos. El Atlético de Madrid envía justamente el mensaje contrario, es decir, que sus radicales del Frente Atlético SÍ les representan (de hecho, les auspician y financian). De este modo, no solo han hecho calar en su masa social que la violencia está bien, sobre todo cuando se ejerce sobre madridistas, o que el racismo está bien, sobre todo cuando se ejerce contra Vinícius (“En el Atleti no somos ni racistas ni antirracistas”, dijo de manera célebre Enrique Cerezo). No solo eso. A través de blanquear (perdón por el verbo, o al contrario) la violencia verbal y física de sus ultras, han extendido en su afición la actitud de ese grupo de energúmenos, que recordemos tiene crímenes de sangre a sus espaldas.
No viajéis en la línea 7, amigos. Así de triste es el mensaje. Curiosamente, el 7 era también el número del héroe eterno del madridismo cuyo nombre trataron de mancillar los del Frente, riéndose de su muerte, al final del partido en el Bernabéu. El 7 es también el número de su jugador madridista actual más odiado, aquel con cuyo uniforme visten muñecos hinchables que luego cuelgan del puente.
Pero resulta que el 7 es también el número de la suerte, como nos recuerda Fred Gwynne, y el que conduce al éxito a los justos. Hay quien no respeta minutos de silencio y hay quien gana Copas de Europa.
Hagamos que prevalezcan los segundos.
Os dejamos con las portadas. Pasad un buen día.
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