
La Galerna
·16 September 2025
Dean Huijsen, legítimo sucesor de Sergio Ramos

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·16 September 2025
Si algo faltaba para consagrar a Dean Huijsen como el legítimo sucesor de Sergio Ramos al título de gran jerarca de la defensa del Madrid, la tarjeta roja que vio el sábado en Anoeta acabó por confirmarlo. El malagueño la vio, precisamente, en el mismo estadio donde Ramos fue expulsado por última vez en la liga española, hace dos años: el defensa central del Real Madrid es, como el hombre de Borges, uno y el mismo siempre en todas partes. Huijsen ha jugado diez partidos oficiales como madridista y ya ha visto dos tarjetas rojas, lo que lo pone sin duda en la senda de Fernando Hierro y de Sergio Ramos, Trajano y Adriano, los dos grandes emperadores de la historia de la zaga blanca, ambos andaluces como él para que las huellas de gigante por las que este gitano rubio holandés camina sean perfectas.
Aquí hay que hacer un inciso: la tarjeta roja que vio Huijsen contra la Real Sociedad es una nueva tomadura de pelo, en este caso a cargo del inefable Gil Manzano, responsable, por si alguien no lo recuerda (también te digo: como para no recordarlo) del gol anulado a Bellingham hace dos temporadas, en Valencia, cuando el inglés ya había rematado de cabeza un centro de Lucas Vázquez y el balón marchaba directo a las redes de la portería del equipo local para culminar la remontada del Madrid. La roja a Huijsen es la enésima artería del fraudulento Comité Técnico Arbitral, la canallada por partido con la que el Sistema se ha propuesto desde el primer día apear al Madrid de la lucha por esta liga y que es preciso denunciar y proclamarlo a los cuatro vientos, aunque no sirva de nada.
Si algo faltaba para consagrar a Dean Huijsen como el legítimo sucesor de Sergio Ramos al título de gran jerarca de la defensa del Madrid, la tarjeta roja que vio el sábado en Anoeta acabó por confirmarlo
Hay un fenómeno literario, el del doppelgänger o del sosias, que contempla la bilocación de un mismo ser en dos individuos aparentemente ajenos entre sí pero físicamente iguales. Este tropo novelero se ha usado tradicionalmente para confrontar el bien con el mal. En nuestro mundo, lo del doppelgänger se usa más bien para que la gente encuentre a sus dobles en los cuadros de las pinacotecas del mundo. El 4 andaluz del Madrid siempre es la misma persona, entendida la palabra en su acepción dramática original de máscara o personaje: es la proyección del hombre autoritario, seguro de sí, sobrado de facultades físicas y técnicas, alto, grande y fuerte, que patrulla la zaga montado en un gran corcel de guerra, a lo condotiero, y que intimida a propios y extraños con un carisma fuera de lo común y unas grandes dotes de mando. Hierro, Ramos y Huijsen son distintas máscaras de un mismo personaje, herederos de otros tantos caporales antiguos (Quincoces, Ciriaco, Lesmes, Santamaría, Pirri, Sanchís…) que encarnaron con su juego y carácter la expresión natural de la ley, la fuerza y el orden en el caos del universo.
Siguiendo con la analogía de los emperadores hispanos, con Huijsen estaríamos, pues, hablando de Teodosio, auxiliado como Ramos por un gran capitán mulato, en este caso Militao, que ha vuelto, por fin, fino y ágil como un gato, en apariencia como nuevo tras troncharse las rodillas dos veces seguidas.
Todo esto, que se percibe de un modo inmediato, nada más ver el trapío y encaste de Huijsen, también lo saben los árbitros españoles. El árbitro español es, dentro del Sistema, el trasunto moderno de la vieja figura del familiar de la Inquisición: el delator y cómplice necesario que, a cambio de privilegios, trato de favor y buena reputación, controla la acción del partido y dispone de las triquiñuelas para desquiciar a los futbolistas y que la locomotora descarrile como si fuera un accidente.
La roja a Huijsen es la enésima artería del fraudulento Comité Técnico Arbitral, la canallada por partido con la que el Sistema se ha propuesto desde el primer día apear al Madrid de la lucha por esta liga y que es preciso denunciar y proclamarlo a los cuatro vientos
A Huijsen le van a tomar la matrícula, si no lo han hecho ya, porque todavía es bisoño y sus maneras son demasiado obvias. Le pasaba lo mismo a Ramos, al Ramos pre-Décima, que como buen jerarca de la defensa del Madrid tenía por cojones que jugar siempre al límite: del reglamento, de la línea del fuera de juego, de la presión ambiental y del resultado.
Cuando, el otro día, nada más sentir el silbatazo, Huijsen se dirigió a Gil Manzano señalando con los dedos que él no era el último hombre sino que también estaba Militao, pensé: pobrecito, no sabe aún en qué clase de país ha aterrizado. Huijsen se pensaba que seguía jugando en la Premier y que con los árbitros se podía hablar, con naturalidad, de hombre a hombre, sin aspavientos ni palabras gruesas. Craso error: Gil Manzano ya había tomado una decisión y el semblante tranquilo del jugador del Madrid, su confianza en tener la verdad de los hechos de su lado, lo único que podían hacer era encabronarlo, pues allí su autoridad era la de un capitán general: él era la ley y ningún niñato del Madrid iba a él a explicarle nada. ¡Que se lo pregunten a Bellingham!
Fuck off!
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