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La Colina de Nervión

·18 November 2024

El pragmatismo sevillano

Article image:El pragmatismo sevillano

Si hay algo que le encanta a los sevillanos y las sevillanas sin excepción, aquí hasta los “malajes” o los que aborrecen Sevilla coinciden, es enseñar la ciudad a los forasteros. ¿Por qué? Pues por puro pragmatismo. Nuestra Híspalis es esencialmente pragmática y por eso no es ni por asomo chovinista. El pragmatismo es una corriente filosófica centrada en la vinculación de la práctica y la teoría. Existe un consenso general entre los pragmatistas de que la filosofía debe tener en cuenta los métodos y los conocimientos de la ciencia moderna, como la constatación empírica. El objetivo principal del pragmatismo es la redención de la idea de verdad en la filosofía post-kantiana. Aunque el conocimiento objetivo podría ser imposible, se puede redefinir la verdad como aquello que funciona desde nuestra limitada forma de experimentar la realidad.

La teoría de Sevilla que han elaborado los sevillanos a lo largo de los siglos no puede ignorar la verdad: Sevilla es una entre las miles de ciudades bellas que hay en el mundo. Este pragmatismo es como somos, algo que siempre eluden los chovinistas. Y para comprobar empíricamente la belleza inconmensurable de la ciudad, que describe la teoría de Sevilla, usan a los forasteros, a quienes se les considera libres de cualquier chovinismo sevillano, para confirmar esta teoría. Quieren comprobar empíricamente si otros ojos, neutrales y extraños a la luz primigenia sevillana, ven lo que sus ojos, modelados por su teoría de Sevilla, creen ver todos los días. Los gestos de admiración de los viajeros ratifican ante los sevillanos que estos no viven en una perpetua alucinación colectiva.


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Esta semana he visitado, por primera vez y en compañía de mis colegas de la peña Coke Andújar, el museo de nuestro estadio. Yo, como buen sevillano que aspiro a ser, y como buen sevillista que sueña al dormir, he fabulado —como decía Emilio, un genial colega de peña— desde que tengo uso de razón con saltar al césped de Nervión desde esos pasillos y por esas escaleras que recorrí el sábado pasado. También como sevillista profeso la fe pragmática y comparto esa teoría colectiva de Sevilla de la que hablaba al principio de este post. En el museo he podido comprobar cómo decenas de ojos extraños al credo blanquirrojo se asombraban de la historia y los éxitos de este club nuestro. Ellos y ellas eran por completo ajenos a nuestra pasión enfermiza y, por tanto, eran notarios fiables de nuestra grandeza.

Me gustó mucho la visita, pero más me gustó la mirada prendida de los visitantes a quienes observé tanto o más que a los objetos y fotografías expuestas en las magníficas salas. Suelo decir que más que buscar tener siempre la razón, persigo que la razón me tenga siempre a mí. Transitando por las salas del museo, en los vestuarios, en los pasillos y en el terreno del Pizjuán, la razón pragmática me poseía por completo. Volví a una imposible infancia con Campanal el Gordo, el Pato Araujo o mi primo Spencer; o a una niñez real con Achucarro, Biri Biri y el Indio Baby Acosta; y finalmente regresé a las glorias sufridas y vividas con Antonio Puerta y Jesús Navas. Al final de la tarde, como dijo Ruth —nuestra infalible y amable tesorera de la peña— nuestro Sevilla Fútbol Club nos regaló una no derrota.

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