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·26 December 2025
La edad que se dice y la que se oculta: un detalle revelador en la comunicación del Celta

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En la comunicación deportiva, los detalles importan. Mucho más de lo que parece. No solo informan: construyen relatos, normalizan miradas y reflejan, a veces sin pretenderlo, los valores desde los que se comunica. Por eso no es un asunto menor que el Celta felicite públicamente a los jugadores de su primer equipo masculino indicando su edad, mientras que en los mensajes dedicados a las jugadoras del equipo femenino ese dato desaparece sistemáticamente.
No hay constancia de una explicación oficial para esta diferencia, y probablemente no exista una intención explícita detrás. Pero precisamente ahí reside el problema: en cómo ciertas inercias culturales siguen operando incluso en entornos profesionales que apuestan, al menos en el discurso, por la igualdad.
En el fútbol masculino, la edad es un dato neutro, incluso valioso. Un jugador “cumple 30” y se habla de experiencia, liderazgo o madurez. Un joven “alcanza los 20” y se subraya su proyección. La edad forma parte del relato deportivo, de la carrera, del contexto competitivo.
En cambio, en el fútbol femenino, la edad parece convertirse en algo incómodo. Algo que es mejor no mencionar. Como si señalar los años de una jugadora pudiera perjudicarla, restarle valor o exponerla a juicios externos. Este silencio no protege: lo que hace es reforzar una idea muy arraigada fuera y dentro del deporte, la de que la edad de las mujeres es un factor delicado, casi problemático.
Ese doble rasero no nace en el Celta, pero se reproduce en su comunicación. Y cuando un club con la proyección y el peso simbólico del Celta lo hace, contribuye, aunque sea de forma involuntaria, a perpetuar una desigualdad simbólica: a unos se les reconoce el paso del tiempo como parte natural de su trayectoria profesional; a otras se les priva de ese mismo reconocimiento, como si hubiera algo que esconder.
Además, este tipo de diferencias suelen responder más a la falta de reflexión que a una estrategia consciente. Plantillas heredadas, hábitos antiguos, criterios distintos según quién gestione cada canal. Pero que sea inconsciente no lo convierte en irrelevante. Al contrario: los sesgos más persistentes suelen ser los que no se cuestionan.
La profesionalización del fútbol femenino no pasa solo por contratos, horarios o retransmisiones. También pasa por una comunicación normalizada, coherente y simétrica. Tratar a las jugadoras como deportistas completas implica asumir que su edad, como la de cualquier futbolista, es simplemente un dato más. Ni un mérito especial, ni un estigma a evitar. Esto se puede aplicar también a las lesiones, detalladas en el equipo masculino y ocultadas con As Celtas.
Revisar estos pequeños gestos no es un ataque al club ni una búsqueda de polémica artificial. Es una invitación a mejorar. A alinear el discurso con los valores de igualdad que el propio deporte dice defender. Porque, al final, la igualdad también se construye, o se deshace, en los detalles.









































