La Galerna
·2 December 2024
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Mbappé no quiere ser Didí. Y, lo más importante, sus compañeros, entrenador y el juez inflexible que es el Bernabéu tampoco están por la labor. Pero, vayamos por partes, y comencemos recordando quién era aquel genial brasileño al que nada acompañó en su breve estancia en el Madrid: ni el fútbol, ni el favor de su faro, y ni siquiera el tiempo, un invierno polar para sus usos y costumbres.
Didí era el estilista bicampeón del mundo (Suecia ’58 y Chile ’62) con el que Santiago Bernabéu quiso coronar al equipo que ya acumulaba las primeras cuatro Copas de Europa. Su juego, pausado, de elegancia sin sudor, no cuajó en un Madrid que, como decía Di Stéfano, tiene “un público que quiere que los jugadores corran y luchen, y el brasileño la pedía para jugarla…”. Tampoco Didí, que llegó junto a otro que sí triunfó, Canario, se adaptó jamás al frío de los campos del norte de España, y su paso por nuestro país resultó decepcionante: 19 partidos de Liga (no jugó la Copa porque los extranjeros no podían, y tampoco en Europa) y seis goles.
Así que el objetivo de Mbappé, que también aterrizó en un Madrid victorioso e indiscutiblemente más grande que la sombra de cualquier jugador, es evitar el desenlace de la estrella carioca. Podrá decir, y con razón, que aunque sus labores defensivas sean esporádicas y deficientes en muchos casos, está en proceso de enmienda y en ningún momento ha demostrado falta de compromiso. También es evidente la asimetría entre el juego lento de Didí y el vértigo del francés, más del gusto de la parroquia blanca. Y, en tercer lugar, si por entonces se habló de la mala relación de Di Stéfano, líder inapelable del equipo, con el recién llegado, Mbappé no puede tener queja sobre los esfuerzos de adaptación que están realizando tanto su entrenador, que parece le terminará concediendo la banda izquierda incluso con Vinícius operativo, como sus compañeros (el “ganamos juntos y perdemos juntos” de Bellingham tras lo de Liverpool es la mejor prueba).
El objetivo de Mbappé, que también aterrizó en un Madrid victorioso e indiscutiblemente más grande que la sombra de cualquier jugador, es evitar el desenlace de la estrella carioca
Los fallos de Mbappé contra el conjunto inglés provocaron dos lecturas de lo sucedido. La primera, amparada por el vinagrismo blanco o vinagrismo ilustrado (al menos escogió bien los colores) sostenía poco menos que había que guillotinarlo o desprenderse de él en la primera cuneta, pues todos los pecados del Madrid comenzaban y terminaban en sus botas. La segunda, verbalizada como acostumbra por Valdano —con una frase certera que encierra una carga de profundidad—, se resumía así: “Mbappé es el menor de los problemas del Real Madrid”. Por suerte para el francés, hasta ahora el Bernabéu ha escogido a su guía intelectual de guardia, y en el partido del Getafe sostuvo su fe en el nueve blanco y celebró con un desparrame de endorfinas —e incluso diría que oxitocinas— su golazo a los azulones.
Ahora sólo queda lo más importante, que Mbappé recupere la confianza porque, recurriendo de nuevo a Valdano, es indiscutible que si un jugador no sonríe con la cara no lo hará con los pies.
Getty Images.