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La Galerna

·11 April 2025

Para el Madrid, morir no es asunto serio

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Aún no se disipan las brumas londinenses de la derrota y toca, como siempre en el mundo del fútbol, acometer la siguiente empresa: el próximo partido de la MLN (Mugrienta Liga Negreira). Los ánimos están por los suelos y a mí particularmente no me hace la más mínima gracia tener que sentarme frente al televisor a ver las nuevas tropelías de los “Juanitos Destripadores” de pito en la boca, y por si fuera poco tener que escuchar las silbatinas de los colaboracionistas de la grada porque, es que ya se sabe: “Tchouaméni ha espabilao desde que le dimos su tirón de orejas”. Se confieren a sí mismos una importancia ridícula que mueve lo mismo a risa que a llanto, pero de eso ya he hablado. Volvamos mejor a disertar sobre el sutil arte del bien morir.

La cosa es que el martes el Real Madrid, vigente campeón de Liga y Champions, anduvo mal y de malas. Mal porque sigue sin conectar, como desnortado y echando mano de la improvisación a cada rato, tratando de solventar el acertijo de cada partido más por la vía de la ocurrencia que por el eficaz mecanismo de la estrategia. Mal porque existe un principio en la gestión de grupos que se me ha vuelto más evidente que nunca en los últimos días: el miembro de un equipo que busca la excelencia personal supone por necesidad un decremento del desempeño colectivo. Eso es lo que veo yo, una fragmentación que solo puede deberse a la ausencia de liderazgos suficientes que cimienten un suelo común sobre el cual construir; con esto me refiero al entrenador y su cuerpo de auxiliares, por supuesto, pero también a los jugadores, que deben asumir una responsabilidad comunal más allá de sus querencias o caprichos propios.


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Tuve un profesor en Harvard que me decía siempre: “No lo llamen liderazgo, llámenlo comunicación”. Lo recuerdo cada vez que veo en el campo a ese equipo de insularidades, a ese blanquísimo archipiélago de soldados ensimismados con las manos en los bolsillos y las cabezas hundidas entre los hombros, como adolescentes que no saben qué hacer o decir frente a la muchacha que les gusta. Mal el Madrid porque comienza —como los perritos de Seligman—, a resignarse a las heridas, porque al parecer se ha contagiado del virus de la melancolía que suele ser endémico en los territorios apaches de la M-40, y esto es lo peor de todo, el riesgo auténticamente importante: normalizar las tres caídas de camino al patíbulo. Nada de eso. Toca pulverizar ese tumor maligno de la conformidad y asumir desde el orgullo heredado, la historia, la voluntad y la estrategia el sendero de nuestra redención. “Lo más importante después de una derrota es volver a ganar”, dijo con precisión absoluta Zidane y fue menospreciado por la prensa, que lo acusó de responder con perogrulladas.

Toca pulverizar ese tumor maligno de la conformidad y asumir desde el orgullo heredado, la historia, la voluntad y la estrategia el sendero de nuestra redención

Digo de malas porque la expedición a Albión no contempló, porque nadie podría haberlo hecho, los dos misiles teledirigidos del señor Rice. Dos auténticas piezas de delicada orfebrería que el susodicho jugador no había conseguido jamás en su vida y que muy probablemente muera sin consumar de nuevo. Arteta (que por cierto habla emulando los amaneramientos de Guardiola) no perdió la oportunidad de echar un poco de sal, limón y polvo de cristal en nuestra herida en una de esas entrevistas que se hacen a pie de campo: “No habíamos metido un gol de tiro libre desde 2021”, espetó haciendo un guiño y mostrando muy feliz a la cámara 1600K el fogonazo cegador de una arquitectura dental inobjetable.

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¿Qué habría pasado si no suceden esas dos rarezas? Hombre, nadie lo sabe, pero yo no estoy aquí para saber, sino para especular, para mostrar sin pudor alguno los bordes de mi ignorancia, según Montaigne. Pues yo creo que no solo el resultado, sino la dinámica del partido hubieran sido distintos. El gol es siempre la variable táctica más efectiva. Siempre. Los gunners se encontraron dos doblones del más puro oro peruano sin tener que escarbar un solo milímetro mientras los nuestros que, como bebés prematuros, siguen esperando el descenso de los testículos al saco escrotal, dieron media vuelta y regresaron por donde habían venido, encajando mal el rechazo de la fulanita de sus sueños.

Acto seguido, los vociferantes “youtuberos” corrieron a anunciar el apocalipsis zombi para hacer caja antes que nadie. Escuché a más de alguno, solo por explorar, y claro está, ahí no había el menor atisbo de análisis. Todo eran gesticulaciones, desgarramientos de vestiduras y de otro tipo, lamentaciones de banshees telemáticas sin más interés que agitar el gallinero para ganarse unas moneditas desde casa un martes por la noche. Nada nuevo, pues. Ahora comenzarán a negar todo lo que han dicho y harán incesantes repiques de campana convocando a todo el mundo a la remontada, la épica y la irrupción de las fuerzas telúricas de ese vórtice espaciotemporal ubicado en Paseo de la Castellana y Avenida de Concha Espina.

Pase lo que pase este miércoles estaré tranquilo sabiendo que a este club, lo sabes tú, lo sabemos todos, lo espera siempre una hermosa y florida pascua de resurrección

Es un win-win en toda regla: si el Madrid pasa, alegría y a seguir ordeñando la vaca de opulentas tetas rosadas; si pierde, inmolación a lo bonzo y a comenzar la explotación de ese otro flujo de ingresos online que es el vender la ilusión de los fichajes “inminentes” a través de miniaturas donde aparece en primer plano su carota con gesto de honda preocupación o de sorpresa, así como tipografías de B Movie gritando “humillación”, “hartazgo”, “estalla”, “fichado”, “bombazo” y demás señuelos para los peces más tontos del estanque que, como bien sabemos por aquí en La Galerna, no son pocos. ¡Es lo que hay, compadre!

En cuanto a mí, sigo instalado en la felicidad permanente de ser del Real Madrid desde aquel día en que la zarza ardió sin consumirse frente a mis ojos en el Desierto de Sonora. “Soy el que soy”, me dijo El Innombrable con ese acento sutilmente porteño de don Alfredo Di Stéfano. Pase lo que pase este miércoles estaré tranquilo sabiendo que a este club, lo sabes tú, lo sabemos todos, lo espera siempre una hermosa y florida pascua de resurrección. Esta es la verdad que no pueden entender los cadáveres del fútbol. Para el Madrid el morir no ha sido nunca un asunto serio. Tal es el lujo reservado a los elegidos: la vida eterna.

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