
La Galerna
·17 September 2025
Somos el Robert Redford del fútbol

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·17 September 2025
Anoche el Real Madrid volvió a su hábitat natural, la UEFA Champions League. Es decir, anoche volvió el fútbol de verdad. La vieja Copa de Europa únicamente se entiende con la participación del Real Madrid y viceversa. Ver un partido de Champions es volver a vivir los años del esplendor en la hierba. Lejos de los semovientes que padecemos todas las jornadas ligueras, en Europa todo huele mejor. Mientras ir a jugar La Liga es pasar un calvario, afrontar una cita europea invita a ponernos nuestras mejores galas y sonreír al respetable con la clase de Robert Redford.
Ha vuelto la Champions, ha vuelto la felicidad. Si bien el Madrid anoche no estuvo brillante, el Santiago Bernabéu pudo saborear su competición favorita como hacemos esas noches de verano paladeando el jugo del melocotón. Nuestra Copa de Europa es esa fruta jugosa y que se deshace en la boca. Frente a los sinsabores de esta España decadente, una vez Europa es nuestra escapatoria. Y siempre somos Robert Redford. En cualquier película, somos él. Ya sea ese teniente general sentenciado a una cruel corte marcial en La última Fortaleza, o ese jovencísimo recién casado que pasea por Washington Square Park con una bellísima Jane Fonda. Eso es el Madrid.
¿Qué decir del partido frente al Olympique de Marsella? Pues lo mejor fue el resultado. El primer cuarto de hora pudimos ver a un Madrid volcado al ataque. A pesar de las constantes embestidas de un eléctrico Franco Mastantuono o un Kylian Mbappé tan incisivo como siempre, nuestros jugadores se daban contra el muro marsellés una y otra vez. Y, cuando menos lo esperábamos, el encuentro se complicó tras un fallo grosero de un cándido Arda Güler. El Madrid fue remontando un río tumultuoso desde el minuto 22. Aunque Kylian Mbappé empató rápidamente de penalti, el equipo nunca dio muestras de manejar el partido con solvencia.
El francés es hoy por hoy el jugador más en forma de la plantilla. Y creo que no me equivoco si añado que es el mejor jugador del mundo de largo. Tenemos suerte de tener en nuestras filas un jugador de su nivel
La segunda parte transcurrió por un terreno pedregoso que se tornó en color de hormiga cuando el colegiado expulsó a Dani Carvajal. Por suerte los cambios que Xabi Alonso introdujo dieron sus frutos: Brahim y Vinícius ensancharon el campo ofreciendo más alternativas de ataque a sus compañeros. De hecho fue el brasileño cuando en una de sus habituales incursiones al área consiguió un penalti a favor. Una mano del central del Marsella fue suficiente. Mbappé lanzó el penalti con autoridad y cerró el partido.
El francés es hoy por hoy el jugador más en forma de la plantilla. Y creo que no me equivoco si añado que es el mejor jugador del mundo de largo. Tenemos suerte de tener en nuestras filas un jugador de su nivel. Igual de afortunados somos de contar con Vinícius. El brasileño salió desde el banquillo y, a pesar de que su equipo llegó a jugar con diez, supo provocar un penalti que valió su peso en oro. Conviene recordar el jugador que es ante tantos desmemoriados. Sin ir más lejos, basta con su participación en este partido que tanto se complicó.
El Real Madrid conseguía así los primeros tres puntos en esta liguilla previa a la que todavía tratamos de amoldarnos los aficionados. Esta Champions actual no es perfecta: el formato me parece injusto y disparatado, Ceferin no me inspira la mayor de las confianzas y muchos aspectos internos de la UEFA creo que están desfasados. Dicho esto, comparar esta competición con la infamia local es un insulto al buen gusto.
De pequeño en el colegio me enseñaron a rezar el Padre Nuestro. Era lo primero que hacíamos cada mañana. La oración, enseñada por Jesucristo a sus discípulos, establece algunas peticiones dirigidas a Dios y otras relacionadas con la condición humana y tribulaciones. La oración del cristianismo por excelencia tiene algunas variaciones y según la haya aprendido, te sale de natural una u otra opción. Por ejemplo, antes de concluir la oración se expresa la siguiente petición: «Líbranos del mal». San Mateo va más allá y se refiere al Maligno.
Uno de los aspectos que conoce también el cambio, pero en el fondo expresa la condición cristiana en su más evidente piedad, en la oración nos consigna a pedir a Dios cierta clemencia para “nuestras deudas,/ así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Los más jóvenes podemos recordar la palabra “ofensa” en lugar de “deuda”. Seguramente porque así se expresa de forma más general, abarca mejor nuestros errores del día a día.
Como decía, en los colegios concertados nos enseñaban esto y todos los que hemos pasado por su enseñanza podemos recitar de corrido la oración. Tengo entendido que hoy ya no es costumbre en los colegios concertados pero entonces sí, ya sabemos que en nuestra sociedad todo está manga por hombro. Seguramente una de las partes más conocidas es aquella que se refiere al “pan nuestro de cada día”.
Sinceramente, se me hace cuesta arriba perdonar a los que nos ofenden jornada tras jornada. Y además, nuestro pan de cada día cada vez está más duro por culpa de nuestros deudores. Los semovientes que nos rodean en esa charca llamada fútbol español no merecen un ápice de compasión. Es imposible poner la otra mejilla. Dios nos dijo que fuésemos hermanos, no primos.
Mejor que yo lo expresó el editorialista del portanálisis de La Galerna del lunes:
«La competición española ha dejado de ser un torneo deportivo para convertirse en una comedia bufa, un vodevil de tercera, un carnaval de cloacas en el que el árbitro no aplica el reglamento, sino el catecismo del antimadridismo militante».
La prensa deportiva, en su mayoría más mediática, son los divulgadores necesarios de ese catecismo. Algunos por convicción y otros por prevaricación, cuando opinan desinforman y oscurecen explicando teóricas jugadas que contempla el reglamento. Pero el desastre es manifiesto y no hay cómo escurrir el bulto. Tal es el cante que Roberto De Zerbi, entrenador del Marsella, preguntado por la polémica dijo lo siguiente: "¿La tarjeta roja a Dean Huijsen? No era el último. Tenía a un jugador en la misma línea. No sé por qué el árbitro tomó esa decisión".
Llegados a este punto, susto o muerte, muchas veces me planteo tomar el ejemplo de Jeremiah Johnson y apartarme de todo. Sin embargo, noches europeas como la de ayer me recuerdan que siempre hay tiempo para el retiro y que ahora todavía podemos vestir un bonito traje y ser Robert Redford en El Gran Gatsby. Mientras tanto, seguiremos en la lucha como Sundance Kid, y aspiramos a que algún día se haga justicia con la corrupción como nos enseñó Bob Woodward. El deporte siempre nos invita a refugiarnos en su épica. Vale la pena vivir porque ha vuelto la Champions, ha vuelto la felicidad y nosotros somos el Robert Redford del fútbol.
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