La Galerna
·18 de diciembre de 2025
1-1: La frustración de una bala perdida

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·18 de diciembre de 2025

El Real Madrid femenino no pudo pasar del empate (1-1) ante el Twente en una frustrante y gris última jornada de la fase de liga de la Champions. El equipo holandés, que se adelantó gracias a un gol de Jaimy Ravensbergen, contuvo a las blancas hasta el último suspiro del partido, cuando Sara Däbritz rescató un empate insuficiente para lograr la clasificación directa a los cuartos de final. (El sorteo de la ronda previa ha tenido lugar esta mañana y el rival será el Paris, quedando para cuartos, caso de superarse ese escollo, nada menos que el FC Barcelona).
A pesar de los peros, los uys, los casi y la ristra de bajas, nada disipará la sensación de que el Real Madrid volvió a fallar en Europa en el momento menos indicado. Bastaba con derrotar a un Twente ya eliminado, e incapaz de ganar un partido, para amarrar un top-4 de prestigio en la liguilla europea, evitando de paso una ronda extra ante rivales traicioneros. Y sin embargo, hasta la antesala del pitido final, era el Real el equipo por debajo en el marcador.
El equipo de Pau Quesada dio muestras de llegar exhausto al duelo en Holanda, recordando al juego gris de temporadas pasadas, y de poco sirvió contar con un once titular de teórica solvencia. Todo entrenador afirmará –con parte de razón– que dejar en Madrid al puñado de lesionadas y sancionadas que se perdieron el viaje convierte cualquier partido de visitante en una trampa, pero en última instancia no solo se echó de menos a las asuntes. La realidad es que el fútbol madridista nunca fluyó por los cauces lógicos o favorables para los intereses del Real. Cada jugada de combinación fue un suplicio, como si internamente ninguna jugadora confiara en la posibilidad de alcanzar la portería rival, por lo que el fútbol tendía a enmarañarse sin necesidad.
En el saco de los peros puede incluirse la manera desigual en la que se desequilibró el marcador al inicio de cada mitad: la mala suerte en el minuto 4, cuando la primera intentona madridista desembocó en un gol de Sara Däbritz dentro del área que fue anulado por un fuera de juego acaecido varios pases atrás; y el clásico despiste en el reinicio tras el descanso que permitió a Jaimy Ravensbergen cabecear con comodidad a gol un centro lateral de Alieke Tuin. El 1-0 local, en cualquier caso, no alteró la dinámica del partido, pues el problema lo venía exteriorizando el Madrid desde el inicio. Al juego deprimente se le sumó la falta de acierto frente a la portería holandesa: la guardameta Diede Lemey sacó algún buen balón, pero en la retina pesan más los fallos de Alba Redondo, de Naomie Feller o un cabezazo al larguero de Däbritz.
Todo lo importante estaba perdido para cuando Pau Quesada retiró del campo a Redondo y a Caroline Weir, dejando en punta a la joven Naiara y a la central Bella Andersson en busca del empate. Solo la victoria habría aupado al Real Madrid en la clasificación, por lo que la fase final de ataque fue más ramalazo de orgullo que convicción. Y, aunque Däbritz empató el partido en el 95 cuando le cayó un balón dentro del área bien domado por Andersson, tanto tiempo previo perdido hizo imposible cantar ese gol.
Incluso en esas rascó algo el Madrid… lo que no hizo sino aumentar el sabor a frustración y a bala desaprovechada. No hay noche tranquila con este Real Madrid femenino así que, a la vuelta de vacaciones en 2026, la Champions traerá una muy dura eliminatoria europea ante el Paris para medir los límites de un equipo a menudo incomprensible.









































