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La Galerna

·15 de abril de 2025

Abrir las puertas del manicomio

Imagen del artículo:Abrir las puertas del manicomio

Visto que el juego del equipo esta temporada es, hablando mal y pronto, una soberana mierda, las únicas opciones del Madrid para remontar el 3-0 del Arsenal y alcanzar a semifinales de la Copa de Europa pasan por desatar el caos en el Bernabéu y abrir el miércoles, de par en par, las puertas del manicomio.

Argumentos puramente futbolísticos, la verdad, hay muy pocos. Este Madrid postancelottista ya no tiene mucha más cera que la que arde. Los jugadores están reventados y el entrenador, que no ha dado con la tecla desde que se fue Kroos, da señales claras de agotamiento. Al fin y al cabo, Carletto lleva aquí ya cuatro temporadas seguidas, sin contar los dos que estuvo hace diez años: es el entrenador más longevo en el Madrid desde hace cuarenta años, o sea, una anomalía estadística. Pero en esta vuelta frente al Arsenal se trata, precisamente, de eso: de arder. Recurriendo al espíritu más elemental y primitivo, el entrenador, que es perro viejo y seguro se lo está pensando, debe darle los galones, para este partido, a los líderes del vestuario. Y que sean ellos quienes carguen con la responsabilidad de prender Chamartín como si fuera una antorcha gigantesca.


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Hacer, pues, del Nuevo Bernabéu, un pebetero olímpico.

las únicas opciones del Madrid para remontar el 3-0 del Arsenal pasan por desatar el caos en el Bernabéu y abrir el miércoles, de par en par, las puertas del manicomio

La temporada ha degenerado en una situación crítica que sólo parece reversible mediante una catarsis. Llevar a cabo una remontada prodigiosa, en casa, y a la vista del mundo entero, es el mejor electroshock imaginable para resucitar un cuerpo que presenta, a estas alturas de la campaña, evidentes síntomas de putrefacción. En todo caso, enumerar ahora las causas y consecuencias de la pésima concepción de la temporada 2024-2025 parece un esfuerzo absurdo.

Todo lo que haya que cambiar no se materializará, en todo caso, hasta julio. La temporada no acaba en mayo, sino después del Mundial de Clubes. Los que tengan que salir entonces y los que hasta esa fecha deban ganarse la continuidad serán los encargados de hacer de este alargue un prolongado calvario o una divertida aventura. Es mejor no hacerse sangre antes de tiempo ni sufrir de modo innecesario.

El Madrid, que es el vigente campeón de Europa, debe concebir la vuelta contra el Arsenal como un disparate. Buscar el primer gol con ahínco y agresividad, desde el principio, según el canon clásico de las remontadas. Desordenarse, atreverse, incluso desquiciarse. Que el partido sea un vaivén, una montaña rusa, que se caiga por el precipicio de la irracionalidad.

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El Arsenal, tras los dos obuses de Rice, nos parece a todos un equipazo. Pero, en realidad, el Madrid, en la primera parte —aun siendo cuarenta y cinco minutos malos— pudo meterle un par de goles después de presionarle tibiamente la salida de balón y forzarle algunos errores de bulto en tres cuartos de campo. La victoria, desde luego, todo lo indulta, y Mikel Arteta parece, hoy, Moltke el Viejo. Pero su equipo es bisoño y demasiado de laboratorio. Tengo mis dudas de que puedan soportar una olla a presión, un Bernabéu con fiebre alta como el de hace 23 años, frente al Bayern de Oliver Khan, Stefan Effenberg y Giovane Élber.

La única posibilidad reside en que el Madrid esté a la altura de su gloria. Que sea esa imagen que el club proyecta de sí mismo todo el tiempo: the miracle club. Remontar es una droga y el madridista se ha aficionado a ella hasta el punto de que prefiere morir de sobredosis a afrontar la insufrible realidad de lo ordinario. El equipo tiene que jugar este partido como si, de perder la eliminatoria, perdiera las quince copas de Europa de golpe. Sólo ese punto de desesperación suicida puede llevarle, como una bocanada de viento, a pasar por encima del Arsenal.

Remontar es una droga y el madridista se ha aficionado a ella hasta el punto de que prefiere morir de sobredosis a afrontar la insufrible realidad de lo ordinario

Crazy things happens here, dijo Peter Drury, que es inglés, justo antes de que Carvajal, hace tres primaveras, armara el centro al corazón del área del Manchester City. De entre todas las naciones de Europa son los ingleses, quizá por inventores del fútbol, quienes mejor han sondado el alma del Real. El Arsenal ni siquiera es el mejor equipo de Inglaterra y hace veinte años de su última hazaña internacional. Puede que sean lo más parecido al Atlético de Madrid que haya fuera de España.

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Los jugadores y Ancelotti deben olvidarse hasta de quiénes son y de todo lo que han conseguido. Despojarse del pasado, aunque sea por un par de horas. Nada de lo que sucedido en la campaña hasta ahora importa, ni siquiera el 3-0 de la ida. Si la vida es el momento presente, el equipo debe mentalizarse y jugar con un presentismo absoluto y absolutamente salvaje. Es mucho más que “apelar a la heroica”, ese lugar común tan manido siempre en estos casos. 90 minuti en el Bernabéu se pueden hacer molto longos sobre todo para el Madrid y los madridistas.

El estadio sólo adquiere la condición de infierno si el equipo tira de él. Un gol en los primeros quince minutos del partido puede volcar Madrid y la península ibérica entera sobre la portería de Raya. Lo contrario, está más que probado, sumirá Chamartín en la abulia, el sopor y puede que algo peor. Al fin y al cabo, sólo se trata de meter cuatro goles.

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