Nacional Es Pasión
·28 de noviembre de 2025
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·28 de noviembre de 2025

Por: Juan Felipe Velásquez Echavarría
La casi eliminación temprana del Medellín en los cuadrangulares no cambia el mundo, pero sí cambia este cuadrangular. El famoso punto invisible quedó tirado en la cuneta y, con él, la única ventaja real que tenía el rival de patio. Eso, más allá del gustico que siempre da ver al vecino quedarse por fuera, es una oportunidad gigantesca para Atlético Nacional. Ya no existe ese “comodín” matemático inclinando la balanza. El grupo quedó mano a mano, sin trampolines, y eso obliga al verde a actuar como lo que dice ser: el candidato serio a la estrella de diciembre.

Ayer, ante Junior, el partido se plantó cuesta arriba por una razón clara: Junior vino a contragolpear, y lo hizo bien. Le embarró el paisaje a Nacional y convirtió cada transición en un susto. Aun así, sería una injusticia infantil reducir el análisis al marcador. El rendimiento de Nacional fue notable. El equipo generó llegadas, profundizó, compitió y arrinconó a un rival incómodo. Si no hubo celebración, no fue por juego; fue por la definición paupérrima en el último toque. Con un poco más de puntería, hoy estaríamos hablando del líder claro del grupo.

Ahora viene el tema espinoso: los cambios del profesor Arias. Sí, estuvieron erráticos. Se sintió un equipo que se desacomodó con cada movimiento. Pero también es cierto que el fondo de armario de este plantel es corto. Los que entran no están ofreciendo soluciones. Marlos sigue apagado, Batista es un fantasma en ataque, y Cardona y Mateus viven en montaña rusa. Los únicos que sostienen el nivel cada fecha son Tesillo, Jorman y Morelos. No se trata de que el equipo sea malo individualmente; se trata de que algunos aún no terminan de justificar su camiseta.

Y aquí viene lo esencial: el próximo partido en Barranquilla no es un trámite, es una final anticipada. Junior y Nacional son los únicos del grupo que realmente están en la pelea. América y Medellín ya no tienen uñas para arañar nada importante. Esto quedó en duelo directo. Y Nacional, sin la sombra del punto invisible, entra a la cancha dependiendo de sí mismo. No puede pedir un escenario más claro.

La misión es simple: jugar como ayer, definir mejor que ayer, y asumir de una vez por todas que este cuadrangular es suyo para ganar… o para dejarlo escapar.
Nacional no tiene excusas. Tiene la oportunidad. Tiene el rendimiento. Solo le falta convertirlo en puntos.
Y en diciembre, en estrellas.









































