La Galerna
·27 de noviembre de 2025
Algunos apuntes tras el Olympiacos

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La victoria se fraguó a pies de Vinícius, que facturó uno de sus mejores partidos con la camiseta del Real Madrid, lo que ya es decir mucho. Si, como se comenta, no tiene una buena relación con Xabi Alonso, la profesionalidad de su actitud está a la altura de la genialidad de sus diabluras. También es verdad que hubo un abrazo final entre jugador y entrenador que parece desmentir las tiranteces. Esa imagen edificante no nos la trajo Movistar, evidentemente, sino un espectador desde la grada. No nos pueden ocultar el Vini genial, porque salta demasiado a la vista, pero tratan de hurtarnos el Vini ejemplar que dinamita su relato.

Sufrimos en exceso en el tramo final, y en otros tramos anteriores. Está visto que no se nos da bien administrar rentas a favor, y ello sucede porque no sabemos adormecer los partidos. Ayer se intentó, pero los encargados (mayormente Ceballos y Bellingham) fracasaron en la tentativa. Parece que el Madrid de Xabi es capaz de desatar zafarranchos memorables, pero cuesta sostener un dominio tranquilo del partido cuando es lo que este demanda. Por eso el final fue de infarto, cuando nunca debió haber sido así. No creo que proceda culpar demasiado a la defensa (o a los defensas) de los apuros. Estaban fuera los dos centrales titulares y el primer suplente. Carreras estuvo muy bien adoptando ese papel intempestivo. Más discreto Asencio, aunque la intrahistoria que se ha sabido hoy (parece que jugó bajo al impacto de la muerte de su abuelo) elevan su actuación al olimpo de los mitos del compromiso.
El inglés tiene una legión de odiadores, pero nunca sobra en un equipo un tipo que sabe dar al balón para ponerlo precisa y exactamente donde quiere. A esta monumental precisión opone por desgracia un lenguaje corporal que no le ayuda, como le ocurría a Benzema. Denota algo que muchos interpretan como indolencia, o más bien extraña melancolía, en su caso. El chico es así. Tarda cuatro días y medio en tirar un córner, pero ¿habéis visto dónde la pone cuando finalmente lo hace? Bendita sea esa parsimonia si forma parte del ritual del éxito. Yo, que creo que el fútbol consiste en enviar el balón justamente a donde quieres enviarlo, pienso que no podemos permitirnos no explotar al máximo a quien atesora esa virtud de una manera tan abrumadora. Cuando Beckham llegó al Madrid, criticaban su incapacidad para llegar a la línea de fondo. Míchel, máximo especialista en esas lides, replicó públicamente: “¿Para qué quieres que llegue precisamente allí si es capaz de ponerla donde quiere desde donde quiere?” Pues eso. Incalculable tesoro. Explótese como Dios Manda. Xabi no jugaba donde Trent, pero compartía con él la pericia de lo milimétrico. Suena al hombre indicado para saber cómo sacar máximo partido de esta fortaleza.

Se ha puesto de moda decir que el centro del campo del Madrid es puro músculo. Se dice eso por el perfil étnico que impera en la línea. No se dice (creo) por racismo, sino por la simple asunción de un estereotipo. El partido de ayer nos recordó que Tchouaméni y Camavinga, además de físico, tienen pie, o al menos más pie del que nos quieren hacer ver los agoreros. A Camavinga hay que recuperarle, y a Tchou darle alas para que siga volando. ¿Que les vendría bien tener al lado un metrónomo tipo Kroos (si es que hay alguien “tipo Kroos”)? Sin duda. Pero dejemos ya de hablar de estos dos tipos como si tuvieran una bota atada a la otra.

Nadie se lo esperaba, es más, ¿cuántos ignoraban que seguía en la plantilla? Suceden dos cosas con él, y no conviene minusvalorar ninguna de ellas. En primer lugar, hace que el rival no quiera ni oír hablar de la opción de transitar su banda. Es como cuando el Maps te dice que vayas por una ruta y tú lo desautorizas con el mohín de quien conoce las carreteras. ¿Quién querría aventurarse por una avenida radioactiva? Mendy disuade, simplemente por estar allí. Lo segundo es que, en la simpleza de su fútbol, en su limitación, es el lateral izquierdo que Vini prefiere tener detrás. ¿Os parece poco? Alguien decía en Twitter que es además, a su manera, a su constreñida y atípica manera, uno de los pocos jerarcas que quedan en la plantilla. Y es verdad.
La omnipotencia goleadora de Kylian, su furor insaciable sobre el campo, se ven superados por su inspiración ante los micrófonos. Habló de proteger al entrenador. Han pasado cosas malas y parece que están pasando cosas buenas en el vestuario. Mbappé es, de pronto, uno de los líderes. Este tío no llega al campo, mete cuatro goles y se va a su casa (cuidado, que eso ya estaría suficientemente bien). Este tío vive y respira lo mismo que tú y que yo, el ansia perpetua de gloria, y sabe aderezarla de la necesaria sensatez. Dios nos lo guarde.
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