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La Galerna

·10 de abril de 2025

Amarás a Leo Beenhakker

Imagen del artículo:Amarás a Leo Beenhakker

Con motivo del fallecimiento de Leo Beenhakker, reflotamos el presente artículo escrito por Jesús Bengoechea.

"Nosotros vivimos una verdadera revolución, y el protagonista de la misma en el Madrid fue Leo Beenhakker", nos decía Míchel en la entrevista que le hice para La Galerna, junto a Joe Llorente y Athos Dumas, hace unos cuantos meses. "Fue un innovador. Todos los entrenamientos pasaron a ser a través del balón. Yo tenía 23 ó 24 años y no había encontrado antes a un entrenador que usara el balón para trabajar la táctica. (...) Había buena materia prima, sí, pero no fue casualidad que empezáramos a jugar tan bien. La preparación física también fue excelente. Fernando Mata se adaptaba muy bien a Beenhakker. "Quiero que me diseñes un ejercicio físico con balón que además nos permita ensayar este movimiento táctico", le decía.


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No es el único exjugador del club que nos ha hablado de forma tan entusiasta sobre el técnico holandés. Paco Buyo no escatimó elogios cuando se trató de ensalzar su labor durante los tres años (86-89) en que dirigió al equipo. Siempre recordaré lo categórico que fue conmigo: "Tengo debilidad por Leo Beenhakker. Junto a Cruyff, le dio otro aire al fútbol español. Siempre se habla de Cruyff pero no se hace justicia a Leo, que también contribuyó a modernizar nuestro fútbol".

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Mis recuerdos como aficionado indican que este reconocimiento de sus pupilos no es fruto de un ejercicio retrospectivo, sino que ya en el momento en que estaban a sus órdenes tenían devoción por él. Cuando Beenhakker dimitió tras aquella abultada e histórica derrota en San Siro (5-0), volvió al Ajax para arrasar en la Liga holandesa. Los jugadores del Madrid se volvían hacia la prensa, señalando los méritos de su querido técnico. La prensa había sido extremadamente injusta con Leo. Alfonso Azuara se hizo famoso por sostener que el Madrid ganaba no gracias sino a pesar de "el quesero", peyorativo término que hoy rozaría la xenofobia. "¿Y ahora qué?", se revolvían sus pupilos mirando a los plumillas, tras constatar que el neerlandés continuaba ganando lejos del Bernabéu. No era solo la Quinta. No eran solo Valdano, Gordillo o Hugo Sánchez. Beenhakker los hizo jugar como los ángeles. Nada de esto sirvió para que en el futuro el Madrid siguiera ganando, siempre no gracias sino (por supuesto) a pesar de sus preparadores. O eso sigue diciendo una prensa empeñada en atribuir a la autogestión cada éxito de los blancos. Beenhakker fue, en este sentido, precursor de Zidane, otro cuya talla como jefe de filas siempre fue puesta en entredicho, pese a la contumacia de sus conquistas. Las de Leo quedan lejos de las 3 Champions del francés (aquella fatídica eliminatoria contra el PSV le privó de ganar la Séptima), pero en su momento se convirtió en el primer técnico extranjero capaz de ganar 3 Ligas seguidas para los vikingos. Molowny (antes) y Toshack (después) completarían el gran quinquenio liguero.

No era solo la Quinta. No eran solo Valdano, Gordillo o Hugo Sánchez. Beenhakker los hizo jugar como los ángeles

Las palabras de Paco Buyo, comparando a Beenhakker con el venerado Cruyff, son llamativas. ¿Exagera el mítico portero gallego? Míchel cree que no. Sin restar mérito alguno a la herencia de Johan, parece evidente una infravaloración de un tulipán en beneficio del otro. "En mi modesta opinión, en Barcelona saben cómo cuidar a sus crías. Además, Cruyff respaldó su trabajo con una Copa de Europa que nosotros no pudimos ganar. Lo cierto es que con Beenhakker se pasó de ese fútbol racial que había caracterizado a España a una nueva propuesta, una nueva puesta en escena, pero siempre manteniendo su estirpe, ya sabes, lo de no rendirse hasta el final". Con Leo se modernizó el fútbol blanco sin sacrificar su paradigmática casta.

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Como aficionado, le debo a Leo —y a los excepcionales jugadores con los que contó, por supuesto— no solo el balompié más vistoso que han visto mis ojos, sino también, en aparente contraste con ello, un aldabonazo de realismo. En el verano que siguió a su estupenda primera temporada (la de la única Liga con play-offs), se le preguntó si su Madrid era el mejor equipo de Europa. "El mejor equipo de Europa es el que gana la Copa de Europa". Esa reprobación del mirarse el propio ombligo, esa enmienda a la totalidad de la autoindulgencia, es madridismo más que ninguna otra cosa que haya dicho nunca un entrenador blanco, es pragmatismo veinticinco años antes de Mourinho y por parte de un técnico presuntamente partidario del preciosismo. Diciendo eso, dejó claro que su Madrid nunca sería, para la posteridad, el mejor equipo de Europa. No le importó perjudicar su propia impronta en beneficio de la exigencia inherente al club. Pero demostró conocer el Madrid, ser el Madrid, como muy pocos. Uno puede amar el arte y, a la vez, saber dónde está.

Amarás a Leo Beenhakker (y a su Quinta, porque en parte es suya) no por encima de todas las cosas, pero sí por encima de otras muchas cosas buenas

En el 92 volvió al club, en parte como consecuencia de la mala conciencia de Mendoza, en parte por culpa de la misma prensa que le había hecho la vida imposible y ahora reclamaba el espectáculo que Antic no ofrecía. Leo volvió en funciones de director deportivo, pero todos intuían un relevo para el balcánico a la siguiente victoria que no entrara por el ojo. Leo volvió a sentarse en el banquillo, y con él llegó el primer Tenerife. Es una pena que su retorno haya quedado indisolublemente ligado a la más descomunal cagada del presidente del pelo blanco (echar a Antic, no hacer volver a Leo). A partir de ahí se convirtió en un muy honroso trotamundos del fútbol, impartiendo su magisterio en latitudes tan diversas como Arabia Saudí, México o Trinidad y Tobago. En Madrid le recordamos muchos como el héroe que fue. Amarás a Leo Beenhakker (y a su Quinta, porque en parte es suya) no por encima de todas las cosas, pero sí por encima de otras muchas cosas buenas.

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Fotografías Imago.

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