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La Galerna

·29 de septiembre de 2025

Amarga resaca de derbi

Imagen del artículo:Amarga resaca de derbi

He querido esperar 24 horas para escribir, como recomienda el maestro Álex Ramírez-Arballo, y tener tiempo de empaparme del estado de ánimo del madridismo digital. Del otro no tengo dudas. Pero el de YouTube y sobre todo el de X me dejan claro lo que ya vemos en la sociedad a todos los niveles: infantilismo, necesidad compulsiva de satisfacer los deseos de forma inmediata, ignorancia de la historia, escasa reflexión, militancia ovina.

A los profesionales de las redes los tengo ubicados perfectamente: la moderación, el dolor legítimo y catártico del bendito y querido @RamonAlvarezdeMon, la crítica corrosiva y catastrofista tan rentable de @inakiangulo, mezclando churras, merinas, corderos y lobos, facturando que es gerundio y pastoreando a la legión de descontentos contra el club. El conflicto vende, y despotricar contra Florentino Pérez es un deporte con numerosos practicantes en X. También me alimento de la ecuanimidad y buen juicio de Eduardo Bañón, @FanaticosRealMadrid y de Miguel Serrano, @MiguelSerranoTV.


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Dejo aparte a @PepeKollins, pertenece a otra categoría: el madridismo generacional. Kollins pilota su canal con el sentido común que le dan los años de mili y las horas de vuelo en la vida. También merece un apartado específico RMTV, que, sin ignorar el catastrófico partido del equipo y lamentando la debacle, subraya el efecto colateral del Negreirato de baja intensidad que vivimos en el Metropolitano. Es irónico que probablemente sea uno de los medios más serios en el análisis futbolístico de los partidos. Comentarios arbitrales aparte, no nos vende humo sobre el buen juego del equipo cuando perpetramos un atentado contra la historia del club como en el derbi. Obviamente, no va a ejercer una crítica descarnada sobre el entrenador o los jugadores, para eso ya están todos los demás opinadores y los medios subvencionados por ese gran madridista de apellido Tebas. A @pepegh7 no le he visto después del partido. Estará, como todos, masticando cristales y asimilando la derrota desde su oficialismo genético, sabiendo, como sé yo, que la derrota es el único camino hacia la victoria. Sólo puede ganar uno, y el segundo es el primero de los perdedores. Hemos ganado tanto y hemos defenestrado por el camino a tantos rivales, que un poco de paciencia hasta nos viene bien. Imagínense ganar otras tres Champions seguidas u otras seis en diez años... no lo resistiríamos.

Si fuera admisible un símil futbolístico, diría que Ramón es un buen portero. Seguro, fiable, siempre bien colocado. No canta nunca y para lo que hay que parar, a veces mucho más allá de la lógica, como Courtois, como Casillas; Miguel y Eduardo (perdónenme la familiaridad, con todos estos tipos comparto algunos ratos impagables. Son familia). Decía, Miguel y Eduardo son centrocampistas. Miguel es más creativo, organizador, da estructura; su brújula siempre apunta al norte. Toni Kroos. Eduardo es el mediocentro que vigila, que anticipa y que no deja pasar un rival por la línea de contención. Siempre al quite, va fuerte y al balón con nobleza. Calmado, pero contundente. Casemiro.

El conflicto vende, y despotricar contra el Real Madrid es un deporte con numerosos practicantes en X

Iñaki es el nueve. Un killer guadianesco. Tiene días estelares y días para olvidar. Siempre encuentra un culpable de su falta de puntería. El 50% las clava en la escuadra; el 50% se adorna, se pierde, se embolica. A pesar de que no tiene pudor en echar mierda sobre los compañeros, también encaja la crítica. Un Romario en plenitud, capaz de la cola de vaca sobre Alkorta y de acusar de asesinato a su mejor amigo porque se lo dijo una gitana en una noche borrosa en la memoria.

Es lo que nos queda. Líderes de opinión autoempleados ante la escasez de talento, de criterio y de voces libres de los medios formales, que no lo quieren pagar porque no lo necesitan. Sólo necesitan que siga llegando la paguita en forma de contratos de publicidad institucional. Ustedes ya me entienden. Algunos de nuestros influencers son periodistas, otros ejercen adquiriendo los rudimentos del oficio sobre la marcha. Cada uno tiene su formato y su estilo. Todos han canalizado la frustración del derbi a su manera. Ninguno sabe por qué Huijsen y Carreras salieron al campo con las piernas flojas. Por qué Valverde no encuentra su sitio. Por qué Xabi quitó a Güler o alineó de inicio a Jude. Por qué Courtois no salió de debajo del larguero en todo el partido para neutralizar la única arma del rival.

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No voy a meterme de lleno en el tema arbitral, bastante se ha dicho ya y todos lo hemos visto: no le sacaría roja a Sorloth por celebrar con su afición diga lo que diga el reglamento, y sí, puede que a nosotros sí nos expulsaran a Vini por lo mismo. No habría pitado falta en el gol de LeNormand que se apoya en Tchouameni para sostenerse en el aire y rematar. Y sí, sé que a Rüdiger le han pitado veinte faltas por lo mismo. No habría pitado el penalti de Güler jamás. Ni a favor ni en contra de mi equipo. La cabeza va al pie, no el pie a la cabeza, como la semana pasada con Mastantuono y el cazador de Kylians. Por supuesto, jamás habría anulado el gol de Julián Álvarez. En un mundo normal, no en esta cosa aberrante que nos está quedando, si el Real Madrid hubiera jugado decentemente y hubiéramos palmado digamos 3-2 siendo ese gol el tercero, simplemente lo habría admirado, como obra de arte que es, de un futbolista excepcional. Y a otra cosa.

Hubo un tiempo en que los derbis eran los partidos del año. Lo del Barcelona es un artificio buscado (y pagado) por generaciones de delincuentes en la presidencia. Nunca fue el enemigo. La rivalidad conciudadana fue históricamente una cosa seria. Algunos lectores serán demasiado jóvenes para acordarse, pero se podía pagar perfectamente la entrada sólo para ver cómo se buscaban Paco Buyo y Paolo Futre o cómo jugaba al fútbol el Atlético de Hugo Sánchez o posteriormente, el de Schuster a las órdenes de Luis Aragonés, con Abel Resino en la portería. El Atlético tuvo grandes equipos.

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El tardogilismo y el descenso a Segunda coincidieron cronológicamente con el comienzo del Negreirato y los pagos de ese club del que usted me habla al número dos del CTA. El Atlético, de repente, dejó de ganar títulos nacionales, también le robaron algunos al Real Madrid, mientras empezó a ganarlos el Barcelona con bastante facilidad, fruto de la compra del sistema arbitral en España. Jesús Gil fue muy explícito en una entrevista de 1993 (!), en la que afirmó que "Negreira es el hombre que hace ganar ligas al Barcelona en los despachos". El Barcelona de Núñez ganó cuatro ligas consecutivas entre 1990 y 1994, mucho antes de las facturas. Se sabe que en ese tiempo la constructora de Núñez pagó la hipoteca de la casa de un árbitro, revelado por Lluis Canut, periodista de TV3, para no mentir. Gil debió vivir para declarar en el caso Negreira. Nos habríamos divertido. En 1994 el presidente atlético volvió a la carga explicando lo que llamó "el método Negreira" en el programa de García. El método consistía en la organización de ascensos, descensos y designaciones arbitrales. Todo claro como el agua clara desde 1994.

El Atlético languideció en su paso por Segunda y cruzó el umbral de la intrascendencia hasta la llegada de Simeone, que recuperó al equipo, levantó un par de títulos e instaló incomprensiblemente en el imaginario colectivo rojiblanco la peregrina idea de que no se le podía competir una liga a Real Madrid o Barcelona y que ser terceros era el objetivo realista del club para garantizarse jugar la Champions.

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Desde 1903 hasta 2001 el Atlético ganó 22 títulos nacionales. En 2001 bajó a Segunda y cosechó cero títulos hasta la llegada de Simeone en 2011. En diez años un equipo eminentemente copero podría haber rascado alguno... pues no. Con Simeone el club ha ganado dos ligas, una Copa del Rey y una Supercopa, además de cuatro entorchados europeos, dos UEFA Europa League y dos Supercopas de Europa.

Desde su fundación hasta 2001, el Barcelona levantó 37 títulos nacionales: 17 Ligas, 17 Copas del Rey y 3 Supercopas. Entre 2001 y 2011 la cosa pareció mejorar, sin que sepamos explicarlo bien... Sandro Rosell diría que con Messi y Piqué no necesitaban ayuda del CTA, sin embargo, pobres, continuaron pagando porque corromper la competición era una tradición implantada por Núñez. Como dicen Les Luthiers, "la pereza es la madre de todos los vicios y, como madre, hay que respetarla". Todos decidieron honrar las decisiones delictivas del President, porque como President, había que respetarle. 12 títulos en tan sólo 10 años, incluyendo 4 Ligas, 2 Copas del Rey y 6 Supercopas. La cosa se aceleró prodigiosamente entre 2011 y nuestros días: 7 Ligas, 5 Copas del Rey, 5 Supercopas. Todo lo que no sea desposeer a esta gentuza de los títulos comprados con dinero no será justicia.

Los atléticos decidieron ahacer crecer su antimadridismo y educar a generaciones sucesivas en el odio al vecino y en la admiración al club corrupto, en lugar de preguntarse por qué no ganaron algún título más

Pero los atléticos, ay... los atléticos... En medio de semejante aberración estadística, complementada con los saldos arbitrales, ellos decidieron abonar, regar y hacer crecer su antimadridismo y educar a generaciones sucesivas en el odio al vecino y en la admiración al club corrupto, en lugar de preguntarse por qué no ganaron algún título más. Nunca me alegré de una derrota del Atlético hasta que Simeone confundió el deporte y la competición con sus demonios personales y su complejo de inferioridad, a razón de más de 20 millones al año. Hoy ya es imposible recuperar la vieja rivalidad de vecinos. Ni siquiera tenemos ya el Vicente Calderón encima de la M-30 y en la ribera del Manzanares. El Atlético ha tomado partido por la corrupción y se ha sumado al linchamiento del Real Madrid cuando protesta por los atracos sistemáticos del CTA. En un alarde de miseria moral, su director general ha abandonado la Superliga para intentar hacerse un hueco en el aparatchik del fútbol europeo que le permita pedir favores llegado el momento. Cada uno elige en qué ciénaga quiere bañarse.

Dicho esto, se felicita al ganador, se lame uno las heridas como puede y a pensar en el siguiente partido y en el futuro deslumbrante de nuestra colección de chavales (11 menores de 25 años en la plantilla), a los que es posible que todavía les quede grande el uniforme, el Bernabéu, que les pese la historia sobre sus espaldas. Hasta puede que alguno tenga que irse a buscar otro estadio y otra tierra para ser feliz, pero los que se queden llenarán la camiseta, lucirán orgullosos el escudo y saborearán la gloria.

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