MUNDO MILLOS
·16 de septiembre de 2024
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·16 de septiembre de 2024
El fútbol no iba a ser el motor de domingo. Al menos no de forma inmediata o accesible. Y cuando hay tantas barreras para verlo, o se deja de lado por un día o se vuelve a las raíces para disfrutarlo.
La inexplicable vía Bogotá – Melgar, apetecida antes por su cercanía con la capital y como escape rápido e ideal para disfrutar de un clima cálido, piscina y amigos o familia, se convirtió en una tortura interminable. El regreso es ahora de al menos cinco horas de trayecto, con filas de autos amenizadas por los pandebonos y las emisoras municipales con diales borrosos y limitados.
Era un pasadía, de manera que el primer traspiés futbolero era uno de los clásicos londinenses. Una señal aceptable de internet en el desayunadero de carretera nos permitió disfrutar el primer tiempo, justo el que vio a Tottenham y Arsenal irse a las duchas sin sacarse chispas ni ventaja. Como el resto de domingo fue en el agua, bajo el sol y con helados y cervezas en la mano, la segunda cita afectada fue Colombia – Países Bajos. Las noticias del primer gol llegaron en las duchas, alistando el regreso a Bogotá. Los otros tres tantos regulares, ya en el inicio del periplo en carretera.
Las ventajas fueron muchas, porque además de los proveedores de tv por aplicación contábamos con YouTube. La señal gratuita del mundial femenino fue la responsable de que pudiéramos vivir de cerca, al terminar de cruzar el Túnel de Sumapaz, cómo las jugadoras colombianas pasaron de un posible 3-1 a un 2-2 insólito, dos tiempos extras innecesarios y una tanda de penales para el olvido. Luego, música y saltos entre Toca Estéreo y Radio Uno buscando cazar una voz desde la capital que hablara de Techo y Millonarios.
No había señal audiovisual por YouTube. No había clave -ni habría habido señal decente- para sintonizar Directv Go. Y los $37.900 del Pague Por Ver un solo partido, del canal dueño de los derechos, ya se habían gastado en la parrilla completa de deportes en vivo, series, documentales, películas y conciertos de Disney+. Y sobraron $3.000 para la botella de agua en el trancón de carros y aire caliente que se colaba por las ventanas.
Volver a las raíces fue la respuesta. Sintonizar a Jotas Mantilla y sus relatos para enterarnos del cabezazo peinadito de Leo Castro, de la viveza de Charrupí y la media vuelta de Córdoba, del error en la floja marca de Stiven y el descuento (a pesar de las súplicas del relator a ver si por fin Millos podía irse con el arco en ceros), y de la pintura de Dani Ruiz con la vigilancia cómplice de Santi Giordana. Un análisis de un minuto por la extenuante jornada dominical de los periodistas compañeros de Mantilla y del mismo Jotas, y de vuelta a la música y al sueño, en la última media hora que nos quedó de camino a casa.
Desde la cotidianidad que vivimos, pero percibida con una mirada analítica y como espejo de la realidad, se encuentran ejemplos sencillos y dicientes de cómo los intereses de unos cuantos, económicos y desde el provecho de la pasión de otros, nos pueden privar de lo que nos encanta y podría ser de más fácil acceso. La radio sigue siendo gratuita y, en medio de suscripciones y televisores ajustados por los presidentes de los canales licenciatarios, es un bálsamo hermoso de lo que aún tenemos y con lo que aún contamos en medio del negocio futbolero moderno.
El canto de gol para acompañar esta columna es ‘Radio Kriminal’ de la banda argentina Los Fabulosos Cadillacs:
Carlos Martínez Rojas@ultrabogotano