MUNDO MILLOS
·3 de junio de 2025
Canto de gol: el pavorreal

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·3 de junio de 2025
La semana pasada mi mejor amigo me envió un texto maravilloso de Eduardo Sacheri, al que prometo dedicarle una merecida columna. El abrebocas para la de hoy es el rol que tenemos los hinchas en el fútbol y cómo, a pesar de lo que creemos, no es estelar.
Lo peor que la primera fecha de cuadrangulares dejó al aire es que no solamente los árbitros resultan más relevantes que el apasionado hincha -que tristemente y con excepciones como aquella visita de Pelé a Bogotá es cierto- sino que se pueden pavonear de lograr ser más importantes que los mismos jugadores.
Carlos Ortega sufrió precisamente esa transformación. Pasó de ser uno de los jueces colombianos menos peores del balonpié nacional a ser todo un pavorreal. Se contonea, picotea sus tarjetas y pechea con temeridad a cualquier futbolista que vaya a indagarlo.
Su impotencia, no obstante, es que no tiene en cancha ninguna «pava» qué impresionar ni cortejar para exaltar la parafernalia de su labor. Pero hay otra dama a la que no se le pasan muchas cosas (o se le pasan a conveniencia, como la falta de Hugo Rodallega en el primer tiempo). La televisión es, entonces y al parecer, esa señorita o señora a la que Ortega le levanta y agita las alas para su graznido estelar.
Una expulsión a Andrés Llinás que sí era, agresión clara que no juzgó como tal. Una amarilla merecida a Daniel Torres que en la misma jugada sí midió y ojeó la llegada del Mono para clavarle el codazo al tronco pero que nunca fue. Una amonestación a Falcao por la teatrina del jugador santafereño y luego otra a Álvaro Montero por sólo los dioses saben qué.
-Profe, me están tirando monedas los imbéciles de siempre de los córner (otra cuña a Sacheri)- pensaba e informaba Daniel Ruiz.-¿Muy quejumbrosito? Tome su tarjeta- volvía a revolotear Carlos Ortega con alevosía y arrogancia. Tocó cobrar rápido y como fuese, porque entendieron Dani y todos que el central andaba en plan de mostrar sus coloridas plumas a la cámara.
Ya corría el minuto 97, una barrida de Danovis Banguero con tintes de espectáculo sci-fi pero comprada sin titubeos por el juez. Ahí sí el VAR no sirvió para advertir que no era jugada manifiesta, que Llinás estaba por delante del balón, y que una amarilla bastaba. Por el contrario, sí trabajó para llamarlo a su último contoneo de la tarde y, por fortuna, hacer valer la norma actualizada de las excepciones acerca de las manos en el área.
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El conteo de amonestaciones nos tiene en alerta con siete jugadores hoy vitales en cada convocatoria de David González, más un Danovis que se suma a Montero en la lista de espera post Selecciones. Cuando vuelvan Jhoan Hernández y Carlitos Sarabia, muy seguramente el recién expulsado lateral tendrá que pagar la ridícula roja que vio el domingo.
El fútbol ideal tendría las atajadas de porteros, cierres providenciales o ataques salvadores en pelotas quietas a favor de defensas, temples de volantes de marca, desbordes veloces de extremos, jugadas mágicas de los 10 y gritos de gol de delanteros como protagonistas. Pero en Colombia los chulos que se creen pavorreales como Carlos Ortega atracan el show y las cámaras.
Por eso no hay lugar a confianzas contra Nacional en dos días. No solamente tienen otros jugadores a referenciar ante sus ausencias por fecha FIFA, sino que podemos perfectamente volver a sufrir los delirios del cortejo árbitros colombianos – televisión. Contra ambos: sabiduría, fútbol y goles, amén.
El canto de gol para acompañar esta columna es ‘El Auténtico’ de la banda española Ska-P:
Carlos Martínez Rojas@ultrabogotano