MUNDO MILLOS
·8 de octubre de 2025
Canto de gol: Miguelo

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·8 de octubre de 2025
Esta semana, a falta de fútbol y con tantos días sin Millonarios, fue uno para ver ligas de otros países. Con los equipos que simpatizo tampoco hubo un buen presente, y sólo el Rayo Vallecano sacó la cara. No obstante, todo pasó a un segundo plano con los reportes sobre la salud de Miguelo en Buenos Aires.
Cada noticia era (o es) más preocupante que la anterior porque, en lugar de hablar de alguna mejoría de don Miguel Ángel Russo, hacen retumbar los términos «delicado» o «pronóstico reservado». Sin buenas ni malas nuevas de Millonarios, sin información del Departamento Médico, sin goles ni puntos de qué hablar, preparábamos el inicio del Sin Libreto del lunes para hacer la previa del partido contra América. Y el inicio quise que fuera sobre el ídolo argentino.
Luego hablamos del equipo rival, de los jugadores de antaño y de lo que se vendría en la cancha del Campín. Cuando anoche de nuevo volvió a rodar la pelota en la 57, las sensaciones no eran buenas porque el primer remate directo al arco fue el gol de Dewar con autoría intelectual de Graterol. Y fue gracias al empuje de la gente en la tribuna y a los regalos americanos que Millonarios pudo remontar un 0-1 pintado de eliminación y desastre.
Cada vez que hay una acción de expulsión, penal o cualquier otra injerencia del VAR, volteo en la tribuna hacia Viviana, la única de nuestro grupo de amigos que escucha una transmisión radial mientras ve el juego. Ella siempre me ratifica si una decisión es justa o no, y la jugada de Bocanegra no fue la excepción. Penal al minuto 89, y con la euforia del resultado, el enojo por ver a un equipo atropellado y sin un líder creativo que ponga orden en el ataque, recurrí una vez más a ‘Vivi’ y a lo que la sintonía de su estación nos podía quitar o no. «Que fue una mano como de voleibol» dijeron los comentaristas, y la sentencia parecía definitiva.
Y ahí todo quedó en silencio en mi cabeza. Y lo único que tenía en la mente y lo único que me latía en el corazón era Miguelo. El que parecía ser el protagonista era Danovis, y fue quien se llevó toda la presión y todos los distractores de Graterol y los defensas Escarlatas. «Por Miguel, por Miguel» era todo lo que yo susurraba recostado en la baranda del vomitorio. Y cuando Banguero despejó todo el camino, fue el querido Leo Castro el que tomó la pelota y la reubicó. «Por Miguel. Por Miguelo, por favor» era lo que le rogaba al goleador.
Aún no he visto la repetición del penal, porque en el local donde compramos la cerveza de brindis y festejo con mi esposa después de salir del estadio, cuando estaban a punto de mostrar de nuevo la imagen, el resumen empezó de ceros. Y ya no teníamos tiempo para postergar el descanso pre labores de miércoles. Pero recuerdo claramente la encaramada en ese vomitorio al ver inflarse la red, los gritos desesperados de gol y de desahogo, las manos haciendo la forma de corazón para acompañar la celebración típica de Leonardo Fabio y sus lágrimas, y los tradicionales ruegos porque el partido terminara y no sufriéramos un empate en la adición.
El pitazo final me regaló un suspiro de alivio. Solamente le pedí a los dioses y la vida que en la noche del 7 de octubre de 2025 Millonarios ganara por el bienestar de mi ídolo del banquillo técnico. De un héroe de vida que postergó su salud para sacarnos campeones en la única final oficial de estrella contra Santa Fe. En sí la victoria es mentirosa, porque a diferencia de lo que amanece diciendo la cuenta del Club en Twitter sobre estar unidos, lo ganamos gracias a la torpeza del rival. Porque Sir Hernán corrigió los primeros cambios errados, más allá del primer gol de Dewar con la camiseta azul. Y porque se siguen viendo muy mal Leo y Beckham juntos, tanto que con la salida del segundo se vio mejor armonía en el ataque para el cierre (sin decir que fue fantástico).
Pero anoche nada me importó más que Miguelo. Y no sé qué vaya a pasar con él, pero así como deseé iniciar nuestro programa de lunes con sus palabras al ser campeón con Millos, quería que anoche el equipo ganara por él. Tres puntos que nos mantienen vivos en la Liga, pero tres puntos que espero le hayan llegado desde Bogotá hasta su casa en Buenos Aires para inyectarle vida. La vida que eligió y que ama a través del fútbol. Fuerza, don Miguel Ángel Russo. Todo se cura con amor.
El canto de gol para acompañar esta columna es ‘Tanto como un dios’, de una banda de su tierra: Los Fabulosos Cadillacs:
Carlos Martínez Rojas@ultrabogotano