
La Galerna
·10 de agosto de 2025
Carta abierta a un amigo culé (I)

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·10 de agosto de 2025
Querido amigo:
Sí, amigo. Vaya eso por delante de todo. Hay pocas razones válidas para renunciar a una buena amistad. Ser de un equipo de fútbol distinto del mío no debería ser una de ellas aunque, como pronto adivinarás si sigues leyendo estas líneas, aquí no estamos hablando de fútbol. O no estrictamente.
Permite que te cuente algunas cosas. Quizá las desconozcas. Quizá las conozcas pero las niegues. Disculpa que sea taxativo en esto, que sea tan tajante como lo es la realidad. No importa que lo creas o no, y tampoco importan las fantasías (casi nunca respaldadas por hechos) con las que tus mayores o la propaganda te habrán emponzoñado, abortando en origen cualquier posibilidad de honestidad intelectual.
Vamos con la verdad cruda por delante. No soy maniqueo. En casi todos los antagonismos que conozco se me ocurren siempre mil matices que me sitúan en una zona de grises. Sin embargo, hay algo que es pura y claramente una historia de buenos y malos: la relación Madrid-Barça.
Me voy a remontar lejos en el tiempo. En 1936 estalla la Guerra. El alzamiento franquista sorprende a varios de los mejores jugadores del Real Madrid fuera de nuestras fronteras. Algunos ya no volverán. Los que quedan buscan una manera de seguir jugando al balompié en una España fracturada y futbolísticamente impracticable, en la cual los estadios han sido sustituidos por trincheras. Solicitan permiso a la Federación de Fútbol Catalana para unirse a la liga de dicha región. Para evitar susceptibilidades, se establece que, en caso de ganar el Madrid dicho campeonato, no habrá oficialidad de ese primer puesto. La Federación, respaldada por los clubes, apoyan la petición para garantizar que el mejor equipo del país pueda seguir jugando, aunque lo haga a título meramente amistoso.
No soy maniqueo. Sin embargo, hay algo que es pura y claramente una historia de buenos y malos: la relación Madrid-Barça
Todo el mundo había accedido. Mientras España ardía en la guerra y Madrid era asediada, una delegación madridista, encabezada por el entrenador Paco Bru, ya había alquilado un chalet en el Masnou, al cual ya se disponía a dirigirse el equipo al completo (o lo que quedaba de él por la diáspora del verano) cuando se produjo una negativa que abortó el plan. Esa negativa era la del FC Barcelona.
¿Lo sabías? Vamos a ver si lo interiorizas como corresponde. Un puñado de jugadores de fútbol, que solo aspiraba a continuar con el desarrollo de su pasión en medio de un conflicto bélico, fue privado de hacerlo cuando ya estaba todo arreglado gracias a la altura de miras del fútbol catalán en su conjunto. En su conjunto pero con una excepción: tu club, que prefirió condenar al nuestro a lo que habría podido ser su desaparición, permitiendo que la guerra lo consumiera, antes que abrirle las puertas de la noble tierra catalana. ¿Cabe mayor y más temprana muestra de vileza institucional?
¿Por qué? Solo podemos especular. ¿Razones políticas? Es posible, por cuanto Madrid era zona roja y es verdad histórica comprobada que había sido la alta burguesía catalana la que había financiado el golpe franquista. ¿Rencor por el trasvase Barça-Madrid de Samitier, el Figo de la época? Puede ser. ¿Miedo al soberbio equipo blanco, que ya había mojado la oreja culé en una final de Copa a pies de los extraordinarios Regueiro, Ciriaco, Quincoces, Zamora…? No cabe duda de que la posibilidad de condenar al infierno al mayor rival deportivo tuvo mucho que ver. Mientras duró la guerra, pareció que os salíais con la vuestra en el afán por exterminar al Madrid a manos de las tropas franquistas. El club blanco es incautado, el viejo Chamartín convertido en escenario de maniobras de tiro, los trofeos y estatutos cuidadosamente escondidos por los directivos supervivientes. Casi os salís con la vuestra, aunque no contabais con la determinación de Santiago Bernabéu, quien al término de la guerra, y sin ninguna ayuda de un régimen franquista volcado en su apoyo al Atlético Aviación, resucita al Madrid de sus cenizas y lo convierte, con el paso del tiempo, en el mejor equipo de la historia.
Decíamos que Bernabéu lo hace sin ayuda del llamado Generalísimo y decimos bien. Franco encarcela a Sánchez Guerra y fusila al coronel Ortega, presidentes madridistas durante la República, el segundo durante la incautación. Quizá como premio a vuestro pecado original (o sea, negar la ayuda durante la guerra al “nido de rojos” que era la escuadra blanca), Franco será en adelante un fiel aliado culé. Ya sé que la cabeza te da vueltas leyendo verdades así, pero ya eres mayorcito y va siendo hora de que sepas hasta qué punto pisas en vacío cuando te apoyas sobre leyendas negras. Lo de los fusilamientos y encarcelamientos fue así, por cierto, no como te lo han contado. Fueron los mandatarios madridistas los que perdieron la vida (o lo mejor de la misma) bajo el yugo del dictador. Al expresidente culé Josep Sunyol lo asesinaron miserablemente unos falangistas al comienzo de la guerra, pero probablemente Franco nunca supiera de su existencia.
La historia de ambos clubes durante la dictadura es también lo opuesto a lo que te han contado, y redunda con precisión en una distinción entre buenos y malos, entre afines al régimen y casi lo contrario, radicalmente diferente a lo que te crees.
El Madrid se limita a convivir con el franquismo, a pesar de la absoluta falta de sintonía entre D. Santiago y el dictador, a quien el gran mandatario enfurecerá a lo largo de los años con decisiones como viajar a Paris para participar en la creación de la Copa de Europa, organizar visitas a la familia real en el exilio, expulsar del Bernabéu a Millán Astray o condecorar a Moshe Dayan cuando España presumía de su gran amistad con el mundo árabe. A pesar del presunto madridismo de Franco, falsedad que sin duda te habrán inoculado tus mayores (o la simple omnipresente leyenda), el Madrid no gana una sola Liga entre el 39 y el 53, que es cuando ficha a Di Stéfano y otro puñado de estrellas para conquistar España y el mundo. Pensar que Franco tuvo algo que ver con las glorias europeas del Madrid constituye el punto álgido de la estulticia de la leyenda: Franco era un apestado en Europa, y solo a resultas del éxito blanco, que se labró no gracias sino a pesar del dictador, este se subió al carro ganador, usándolo como instrumento de propaganda.
Mientras tu club perdía el trasero otorgando melifluas distinciones al dictador, el Madrid navegaba una larga historia de fricciones con él
A Di Stéfano, por cierto, no os lo robó el Madrid, ni Franco, ni nadie. Os lo robasteis vosotros mismos por no querer desembolsar a Millonarios de Bogotá el importe de un rocambolesco fichaje a tres bandas, limitándoos a pagar a River Plate por la ficha federativa pero rehusando culminar la operación con su club de pertenencia “de hecho”, que era el colombiano. La proverbial cortedad de miras y escasa visión de futuro de vuestros dirigentes es, pese a que vuestra tendencia histórica sea echar la culpa al empedrado, la única causa de que D. Alfredo no recalara en vuestras filas. Dos años después tampoco quisisteis uniros a la Copa de Europa, no viendo un gran porvenir en la competición. No habría nada que objetar a vuestra proverbial inclinación a equivocaros si no fuese porque la acompañáis de otra más inconfundible aún: la de escudaros en el peor de los victimismos para sacudiros la responsabilidad de vuestra propia y tradicional inoperancia.
Tanto, tantísimo ayudó el Caudillo al Real Madrid que el tardofranquismo negó al gran patriarca blanco su gran sueño: construir un estadio nuevo en las afueras de la ciudad, para lo que se había diseñado un ambicioso proyecto. Mientras, el generalísimo os recalificaba sucesivamente vuestros terrenos para salvaros de la ruina, lo que resultó en la concesión al caudillo de la insignia de oro y brillantes (1951) y dos medallas de oro (1971 y 1974). Mientras tu club perdía el trasero otorgando melifluas distinciones al dictador, el Madrid navegaba una larga historia de fricciones con él, con personajes como Saporta y Muñoz Grandes tratando de limar asperezas desde sus desempeños en ambos lados del río, precisando para ello hacer uso de sus mejores dotes diplomáticas.
Me tendrás que perdonar, o no, pero el club de tus amores, confirmando el refrán, ha presumido siempre de aquello de lo cual más ha carecido. No fue más adalid en la lucha contra el franquismo de lo que a posteriori habéis querido que lo fuese, por el simple interés en cuadrar un relato de “valors” que nuevamente es pura presunción y marketing, sin verdadera sustancia detrás. La única oposición real al franquismo la ejercisteis cuando ya no había franquismo. Todas vuestras pretendidas heroicidades políticas han sido retrospectivas y vía posverdad. Jamás habéis dejado de estar con el poder, como tampoco habéis dejado nunca de adjudicaros el asombroso papel de rebeldes ante el mismo. Es posible que no exista una entidad en la historia del deporte en la que se observe una disparidad más escandalosa entre lo que dice ser y lo que es en realidad. Ninguna otra, por lo demás, y esto te lo tengo que conceder, ha cosechado mayor éxito en la misión de propagar una idea falsa (infinitamente más halagüeña, por supuesto) de sí misma.
Se me ocurre que quizá convenga dejar reposar todo esto, querido amigo. Estarás enfadado o aturdido, o una mezcla de todo ello, y los disgustos deben ser administrados en dosis soportables, cuánto más a los amigos. Insisto en que te tengo en alta estima y no quiero hacerte más daño del que inevitablemente acarrea el conocimiento de la verdad. Ya habrá tiempo de discutir todo esto con una cerveza. También lo habrá de continuar con esta correspondencia, que te prometo retomar lo antes que pueda. (Ya sé que no necesariamente ardes en deseos de que lo haga).
Un fuerte abrazo y hasta pronto.
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