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·2 de diciembre de 2025

Casi todo ha salido bien

Imagen del artículo:Casi todo ha salido bien

La destitución de Julián Calero deja al levantinismo dividido entre la lógica deportiva y el agradecimiento profundo. El Levante UD, que todavía no cuenta con un sustituto para el banquillo, le permitió despedirse en el día de ayer.

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- Julián Calero en la celebración del ascenso en Burgos (@A. Benetó | LUD) -


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En el fútbol, y en la vida, las despedidas duelen incluso cuando sabemos que son necesarias. La destitución de Julián Calero como entrenador del Levante UD es esa clase de momentos que mezclan gratitud y alivio. Porque sí, hacía falta un cambio. Pero también es cierto que nunca podremos borrar lo que el madrileño deja en este club: alma, esperanza y un ascenso que parecía imposible.

Cuando el club navegaba sin rumbo, o más bien hacia la deriva social, económica, deportiva e institucional de la que aun sufre ciertos coletazos, llegó él. Con una convicción casi ingenua, pero tremendamente contagiosa, pronunció aquellas palabras simples a la vez que improbables que aun muchos recordamos, y retumban en cada rincón del Ciutat de Valencia: "Todo va a salir bien". Y, contra todo pronóstico, tuvo razón.

Calero convirtió un vestuario hundido en un grupo competitivo y convencido. Devolvió el orgullo al escudo y la fe a la grada, esa que tan quemada estaba por la situación del Levante UD. El cómputo global de la temporada, con el ascenso en Burgos como guinda al pastel, no fue solamente una subida de categoría cualquiera, sino una reparación emocional. Un despertar colectivo.

Aquella tarde, entre abrazos, lágrimas y sonrisas, soltó una frase que ya forma parte de la memoria sentimental del levantinismo: "El Levante es un club grande". Lo dijo él, lo sentimos todos. Por eso ahora, cuando los resultados han dictado una sentencia que se antojaba inevitable, el sentimiento es dual. Por un lado, había que cambiar la dinámica. La Primera División castiga sin piedad, y el equipo necesitaba un impulso distinto antes de que fuera demasiado tarde. Por otra parte, es imposible no recordar a Calero con una gratitud eterna.

Sin embargo, ese mismo impulso que nos llevó a creer comenzó a diluirse con el comienzo de la presente temporada. Las ideas se agotaron, y el equipo dio síntomas de ser previsible y frágil. Encadenó errores repetitivos y resultados que llevan a estar escribiendo estas líneas.

El fútbol es presente, pero también es historia. Y la historia reciente del Levante no se puede entender sin su nombre. Se va un entrenador, pero se queda la huella de un líder que creyó cuando pocos lo hacían, que reconstruyó un equipo herido y que nos regaló, sencillamente, uno de los días más felices que ha vivido esta afición.

Por ello, ahora que el club toma un nuevo rumbo, como corresponde, es la hora de cerrar un ciclo que dio más de lo que nadie imaginaba. Esta categoría impone unos límites y errores que son imposibles de ignorar. Su salida es lógica; su legado, indiscutible. Y aunque el presente obliga a mirar hacia adelante sin concesiones, al echar la vista atrás es inevitable admitir que, con Julián Calero, casi todo ha salido bien.

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