La Galerna
·2 de noviembre de 2025
Cinco dulces paradojas del Madrid de Xabi

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Este Madrid diseñado para el zafarrancho, y que durante largas fases de cada partido transmite la sensación de estar sumido en un trance atacante desbocado y visceral, debería conceder goles y ocasiones fruto del desorden que esa filosofía debería traer consigo. La clave es el condicional, porque lo que debería ser no es. Es una especie de zafarrancho prudente. Primera paradoja.
A pesar de su ataque aparentemente enloquecido, el Madrid de Xabi Alonso, con la excepción del descalabro del Metropolitano, no solo encaja muy pocos goles, sino que apenas permite al rival acercarse con peligro. Courtois ha ejecutado bastantes menos milagros de los habituales en otros años, aunque siga fiel a su cita con lo sobrenatural de manera eventual. El belga estaba casado con lo ultraterreno; ahora solo se permite ciertos escarceos con lo titánico, tan fugaces como los que depara Tínder. Ha discontinuado su condición de superhombre, por la sencilla razón de que su equipo ya no la necesita tanto. Ha dejado de precisarla de manera tan acuciante como antes, y ello ha sucedido justo cuando la lógica indicaba que sucedería lo contrario, o sea, cuando el Madrid parece (solo parece) restarle foco a la defensa.

“Work is much more fun than fun”, dejó escrito Oscar Wilde. Que el trabajo pueda ser más divertido que la propia diversión es paradoja para la cual tal vez no esté preparada Yolanda Díaz. Xabi Alonso, en cambio, la trae de su mano.
No recuerdo haber visto a un grupo de hombres pasarlo tan bien trabajando tanto, sonreírse entre unos y otros, haciendo gala de tanta complicidad, mientras esas mismas bocas perdían el aliento. Me fijé durante el choque contra el Valencia. Parecen presos de los rígidos esquemas de un Madrid de autor (algo que quizá solo viéramos triunfar con Mourinho), pero es palpable que en la supuesta prisión encuentran la felicidad.
Mbappé se antoja personalmente realizado en la tarea de ejercer una presión que luego, inevitablemente, va a quitarle frescura para definir. No le importa, o lo asume tan de buen grado que engaña. Con arreglo a la vieja fórmula florentinista, sabíamos que Kylian había nacido para jugar en el Madrid, pero no estábamos tan al tanto de que hubiera nacido para dejarse la vida persiguiendo defensas rivales en el Madrid. La naturaleza con la que lo asume no entraba en los planes de casi nadie.
Valverde se ha convertido en un tipo que juega contra sí mismo. Si alberga la ambición de no jugar como lateral, está saboteando su propio plan de una manera admirable. Sus recitales ante Barcelona y Valencia, entre otros, proyectan tal imagen de solvencia y poderío que ahora mismo no parece planteable moverlo de allí. Mis condolencias para Fede. No se puede jugar así de bien sin atenenerse a las consecuencias.
Parecen presos de los rígidos esquemas de un Madrid de autor (algo que quizá solo viéramos triunfar con Mourinho), pero es palpable que en la supuesta prisión encuentran la felicidad
El Madrid iniciaba la temporada con la mayor parte de puestos bien duplicados, y esta bendición parecía especialmente indudable para el flanco derecho de la defensa. Ahí teníamos a dos colosos(Trent y Carvajal), dos especialistas de características contrapuestas, y el conflicto consistía en dilucidar cuál de ellos debía ser titular.
Fede ha resuelto la duda de forma sorpresiva: ninguno.
La tercera vía se ha impuesto. Ni Trent ni Carvajal ofrecen en este momento lo que da el uruguayo (ya sé que Carvajal está ahora lesionado, pero la sensación era exactamente esa cuando estuvo sano). Todo indica ahora mismo que Trent comenzará en el banquillo el partido de su vuelta a casa. Anfield no fue hecho para experimentos, y apartar a Valverde del lateral ha pasado a ser exactamente eso: una moneda al aire, una probeta en el laboratorio de un químico loco. Queremos certezas, y una de las mayores que tenemos son las prestaciones de un tipo que preferiría no estar allí, según confesión propia.

Confieso haber tenido dudas respecto a la adecuación de Güler al puesto de centrocampista. No porque supiera que no podía hacerlo bien ahí. Ni siquiera por no saber si podía. Mis reticencias se debían al coste de oportunidad de la decisión. En su primer año, anotó seis tantos en seis ratitos y literalmente tirando seis veces. ¿De verdad quieres alejar del área a alguien que tiene semejante relación con el gol?
Ya estoy convencido: sí, quieres. Paradójicamente, el movimiento táctico de Güler con el turco le ha hecho ganar peso en la gestión del juego, a veces desde muy atrás, y su genial lucidez aporta mucho ahí. El milagro (que expongo de manera intuitiva pues no tengo estadísticas que lo respalden) consiste en que sigue pisando área casi tanto como antes. No por empujarlo hacia atrás le has restado presencia arriba, y eso solo ha podido pasar por enseñar al jugador a multiplicarse, como suena. Lleva la manija, como decían los clásicos, pero eso no le ha impedido marcar tres goles, dar numerosas asistencias y personarse para rematar. Va a aportar mucho en la tarea anotadora.
Dicen que a Xabi no le gusta Vini, o que hay facetas de su juego que no le convencen. Para ser el entrenador que se supone menos aprecia a Vini, se antoja el que mejor puede llegar a hacerle jugar
Y lo propio parece que hará Bellingham. Ya en su primera rueda de prensa, Xabi dejó claro que lo quería como centrocampista. Y eso es lo que estamos viendo, realidad al parecer compatible con tres goles en tres partidos. El tolosarra está obrando la bendita anomalía. Vemos un Jude que interviene mucho más en el juego que la temporada pasada sin por ello disminuir su potencial anotador y de asistencias. En el segundo gol de Mbappé pudimos ver a Jude y Arda intercambiando papeles, y a nadie le habría extrañado. El pase en profundidad pudo ser de Güler y la asistencia del inglés, pero fue al contrario. En este Madrid reina un dinamismo que extrañamente no llega al caos, aunque lo bordee. La gente aparece por donde menos lo esperas. Es un equipo ininteligible, lo que resulta fascinante.

Es posible que mucha gente vea en Xabi al típico entrenador coñazo que desbarata la espontaneidad de sus estrellas. Es posible que mucha gente lo piense en lo relativo a Vinícius. Es posible que el propio Vini así lo considere.
La realidad demuestra que, si Xabi es el enemigo del brasileño que cuentan las crónicas, es un enemigo rotundamente benigno, pues Vini está jugando como nunca, sembrando el pánico como nunca y haciendo el trabajo sucio como si de ello dependiera su vida.
Dicen que a Xabi no le gusta Vini, o que hay facetas de su juego que no le convencen. Para ser el entrenador que se supone menos aprecia a Vini, se antoja el que mejor puede llegar a hacerle jugar. Toma paradoja. El intervencionismo de otro como contexto idóneo para hacer valer tu irreductible, libérrima esencia. Vini jugó un partido soberbio ante los levantinos, aunque fallara un penalti.
No puedo con tantas paradojas. Voy a ponerme otra vez el partido del Valencia. Necesito bañar en puro gozo tantas contradicciones para ver si consigo integrarlas orgánicamente, como se dice ahora, en la felicidad de mi vida.

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