Coincidencias entre Edwin Cardona y Stephen Curry | OneFootball

Parce, si hay dos jugadores que entienden el juego como una danza, como un arte callejero que se baila con técnica, picardía y cabeza fría, son Edwin Cardona y Stephen Curry. Uno con los guayos bien amarrados en el Atanasio, el otro con las Jordan sudadas en el Chase Center. Diferentes canchas, misma energía: cracks que hacen que el fútbol y el baloncesto se vean más fáciles de lo que son. ¡Una belleza!

Edwin, mi parcero, tiene un guayo derecho que parece varita de Harry Potter. Te la pone donde quiere: pase filtrado, tiro libre, gol olímpico si se le antoja. Y Curry, papá, ese man lanza triples desde la mitad de la cancha como si estuviera tirando papelitos en una caneca. ¿Coincidencia? No, talento puro. Son dos manes que no siguen el libreto, lo escriben.

Vos sabés, parcero, que Cardona puede estar caminando el partido, medio relajado, y ¡pum!, mete un pase gol de otro planeta. Igualito a Curry, que parece que está despistado y cuando menos pensás ya clavó tres triples seguidos que matan al rival. Son el tipo de jugadores que no podés dejar de mirar, porque cuando menos lo esperás, te hacen el daño.

Edwin Cardona – Foto tomada de Atlético Nacional Oficial

Cardona no es cualquier pelado. El man juega con una confianza que raya con la osadía. Sabe lo que vale. Y Curry, aunque tiene cara de monaguillo, también es un rebelde del juego: desafía las reglas no con fuerza, sino con inteligencia. Ambos te dicen “sí se puede” sin gritarlo. Te lo muestran en la cancha con cada jugada irrepetible.

Edwin siempre ha mostrado amor por Nacional, por su gente, por la tierra que lo vio nacer. No le tiembla la pierna cuando hay que representar al verde. Curry, por su parte, es la cara de Golden State, el man que rescató una franquicia y la llevó al Olimpo de la NBA. Son símbolos, son escudos humanos que representan más que un equipo: representan esperanza.

Ambos han tenido momentos difíciles, parcero. Cardona ha sido blanco de críticas por su estado físico o decisiones fuera de la cancha. Y a Curry lo dudaron al inicio por flaquito, por no ser tan físico. Pero vea, los dos respondieron a su manera: con goles, con triples, con magia. Son prueba viva de que el talento bien cuidado puede callar muchas bocas.

Entonces, hermano, ¿en qué se parecen Edwin y Curry? En que los dos hacen del deporte un arte, en que no necesitan parecerse a nadie porque ya son únicos. Edwin es fútbol con swing, con berraquera paisa; Curry es básquet con alma de callejón y precisión quirúrgica. Dos íconos que, sin jugar lo mismo, comparten el mismo ADN: el de los distintos. ¡Y qué orgullo tener al nuestro vestido de verde, parce!