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·29 de septiembre de 2025

CORTANDO LA MALA RACHA

Imagen del artículo:CORTANDO LA MALA RACHA

FOTOS: Maria Camila Ortega T. (Reportera Gráfica NEP)

Por: Juan Felipe Velásquez Echavarría.


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Ya era hora. Ocho años sin vencer a Millonarios en el Atanasio no solo eran un dato estadístico, eran una herida abierta en la memoria del hincha Verdolaga. Una contradicción con la historia del club más grande de Colombia. Anoche esa racha absurda se rompió, y no fue con cualquier resultado: fue con un 2-0 categórico, un marcador que limpia el aire en Medellín y que devuelve a Nacional la voz que por momentos parecía apagada.

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El partido arrancó con más dudas que certezas. El primer tiempo mostró a un Millonarios que se plantó con inteligencia, que incomodó en la salida y que dejó al Verde sin claridad para atacar. Los bogotanos tuvieron incluso la más clara del primer tiempo, un cabezazo de Hurtado que encontró la mano firme de David Ospina, ese viejo conocido que apareció para recordarle a todos que la grandeza también se defiende en el arco. Nacional no sufría un vendaval azul, pero sí un planteamiento que lo maniataba y lo obligaba a morder con poca profundidad. La sensación en la tribuna era clara: otra noche en la que el rival podía hacer negocio.

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Pero el fútbol tiene giros que no entienden de fantasmas ni estadísticas. En el segundo tiempo, Nacional cambió el libreto. Fue más agresivo, más directo y, sobre todo, más decidido. Al minuto 53 llegó el grito que rompió la maldición: un tiro de esquina ejecutado por Cardona, un centro de Hinestroza y un rebote que le quedó servido a William Tesillo. El defensor no lo dudó y con pierna zurda fusiló el arco. Gol. El Atanasio estalló. El silencio acumulado de ocho años se convirtió en un rugido liberador.

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La fiesta no tardó en crecer. Apenas cinco minutos después, un penal sobre Alfredo Morelos puso a Jorman Campuzano frente a la historia. Nunca había marcado con esta camiseta, pero anoche el destino lo eligió. Su remate fuerte y seguro significó el 2-0. Era justicia, era desahogo, era la confirmación de que el fútbol, a veces, premia la valentía de salir a buscar.

El resto fue trámite con sabor a gloria. Nacional dominó el segundo tiempo con autoridad. No fue un concierto de toques ni un festival táctico, pero sí fue un equipo con hambre. Y a veces eso basta. Porque el hincha no pedía lujos, pedía carácter. Y lo encontró.

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Diego Arias, en su rol de técnico interino, merece crédito. No está presentando un Nacional de laboratorio, pero sí un Nacional con orgullo. En pocos partidos se encargó de recuperar lo que parecía perdido: la hombría, la virilidad, la entrega. Se nota en los gestos, en los choques, en las ganas de defender la camiseta. Este equipo ya no carga ese aire de derrota incómoda y pesada. Hoy transmite otra cosa: compromiso y ambición.

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El triunfo mantiene a Nacional en el grupo de los ocho con 23 puntos y con la ilusión encendida. El camino hacia diciembre sigue siendo exigente, pero este resultado cambia el ambiente. Porque en este club los resultados importan, sí, pero también las formas. Ganar y jugar bien es el ideal. Sin embargo, cuando la temporada entra en la recta final y el DT está en interinato, lo primero es ganar. Y Nacional ganó. Con justicia, con autoridad y con el respaldo de una hinchada que volvió a creer.

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El Atanasio vivió una noche catártica. No era un partido más. Era el partido que había que ganar. Porque Millonarios no podía seguir construyendo su relato en nuestra casa. Porque Nacional, tarde o temprano, debía imponer la lógica de su grandeza. Y porque el fútbol, al final, es memoria, y anoche quedó escrito que el Verde volvió a mandar en Medellín. Ahora, la obligación es no soltar. Cada paso será una prueba. Pero con esta victoria, Nacional recupera algo más valioso que los tres puntos: recupera la confianza, la fe y la certeza de que la historia, por fin, volvió a su cauce.

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