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REVISTA PANENKA

·28 de febrero de 2022

Cuéntame cómo pasó

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“No existe la casualidad y lo que nos parece un mero accidente, surge de la más profunda fuente del destino”, leí el otro día en uno de los dos sobres de azúcar que me dieron con el café a primera hora de la mañana. Le dije al camarero que no lo pusiera muy caliente, así que ya sabéis lo que eso significa. Mientras soplaba a aquel vaso hirviendo, la frasecita del azúcar me llevó a reflexionar sobre el discurso falaz que dice que las casualidades no existen, que todo está programado y que hagas lo que hagas tu futuro ya está escrito. La probabilidad es un cálculo matemático que mide las posibilidades que existen de que algo suceda al azar. También sirve para tirar por tierra todo ese argumentario espiritual relacionado con el destino, los horóscopos o las loterías.La probabilidad de ganar el Euromillones es de una entre 139.828.160. No está mal. Es más probable que mueras a causa del impacto de un asteroide o cometa, una entre 1.600.000. También tienes más opciones de que te ataque un tiburón mientras te bañas plácidamente en la playa, una entre 8.000.000. Incluso es más fácil que tu selección acabe ganando un Mundial de fútbol. Lo que no se ha calculado nunca, y podría hacer competencia al porcentaje de la lotería europea, es la probabilidad de que juegues la Copa del Mundo, llegues a la final, la ganes, y no te acuerdes de que has sido campeón por culpa de un choque que sufriste durante el partido. Todas estas cábalas coincidieron en el tiempo y en el espacio para que, en 2014, Christoph Kramer tuviera que verse en vídeos para saber que acababa de ganar un Mundial.Aquella final se disputó el 13 de julio de 2014 en el Estadio Maracaná, en Río de Janeiro. Alemania llegaba imparable después de haber humillado a Brasil en semifinales con uno de los resultados más impactantes de la historia de los Mundiales. Un 1-7 que todavía resuena en Belo Horizonte. Argentina, en cambio, más comedida, accedió tras haber eliminado a Holanda en la tanda de penaltis. Pero tenían a Messi. El ‘10’ comandaba todos los ataques de la ‘Albiceleste’. Comenzó el encuentro con la mirada penetrante, sabedor de que estaba ante una oportunidad única. No se llega todos los días a la final del Mundial. Los médicos germanos entraron rápidamente para atenderlo y comprobaron que podía seguir jugando. O eso creyeron Alemania no era capaz de encontrar la posesión de balón que la había convertido en la mejor selección del campeonato. Sufría de lo lindo, hasta el punto de llevarse un susto cuando Higuaín marcó y celebró un gol en fuera de juego. Sin tiempo para reponerse, pasada la media hora, Kramer tuvo que abandonar el partido conmocionado. En el 16’, Klose intentó sorprender con un saque de banda rápido junto al banderín del córner. Buscaba poner en ventaja al joven centrocampista del Borussia Mönchengladbach, que se preparaba para entrar en el área pegado a la línea de fondo. Solo miraba al balón, sin percatarse de que Garay aparecía como un tren de mercancías. El central argentino consiguió despejar y, a su vez, golpeó con el hombro derecho la cabeza de Kramer, que quedó tendido. Los médicos germanos entraron rápidamente para atenderlo y comprobaron que podía seguir jugando. O eso creyeron.El prometedor futbolista alemán continuaba realizando acciones defensivas y combinando con soltura. El partido seguía su curso con normalidad hasta que “se me acercó y me dijo que quería quitarme el brazalete de capitán y liderar al equipo a la victoria”, como recordó Philipp Lahm. Poco después, caminó hasta el área de Manuel Neuer para hacerle una petición arriesgada: “Manu, dame los guantes y déjame jugar como portero del equipo”. Kramer parecía estar en estado de embriaguez, jugando una final del Mundial como el que echa una pachanga con los colegas después de haber estado toda la noche de fiesta. Thomas Müller contó que “me llamó Gerd Müller y me felicitó por la final de 1974, donde Alemania fue campeona. Luego levantó la mirada y, al ver Maracaná, me dijo que el ambiente en el Estadio Ruhr era impresionante”. Tuvo palabras hasta para el árbitro, el italiano Nicola Rizzoli, que desveló que le preguntó si estaba jugando la final del Mundial y le pidió que cambiaran las camisetas.“Pensé que ya era suficiente”, recordó el capitán Lahm que, junto a Neuer y el árbitro, hablaron con Joaquim Löw para que lo sustituyera. El técnico alemán accedió y dio entrada a André Schürrle. Kramer salió acompañado de los médicos, aturdido por aquel choque y sin saber muy bien dónde estaba. “Fue importante que lo cambiaran, porque probablemente iba a terminar quitándole los pantalones al árbitro”, bromeaba Müller. “No tenía ni idea de cómo se llegaba al vestuario”, afirmó más tarde el afectado. Sabe que ganaron el título porque se lo dijeron, él no sabía ni qué estaba pasando en aquel momento. Kramer comentó también que los médicos le comunicaron que los recuerdos de aquella final del Mundial no regresarán. No sabemos si el futbolista alemán lee el horóscopo semanalmente o si compra loterías pensando que “están para él”. A lo mejor, aquel infortunio solo fue una obra del destino, que le tiene preparado algo mejor. Se lo merece, porque ya es mala suerte. SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKAFotografía de Imago.

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