REVISTA PANENKA
·9 de julio de 2020
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·9 de julio de 2020
11 de junio de 2005, Vicente Calderón. Osasuna acaba de empatar el partido hace escasos instantes. Corre el minuto 90 cuando Llorenç Serra Ferrer señala con el dedo a Daniel Martín Alexandre (Sevilla, 1981), que se prepara para entrar como el revulsivo que necesita el Betis. Y vaya si revoluciona el partido. Su ya icónico gol en la prórroga vale una Copa del Rey, a la postre el último trofeo que se ha adueñado la entidad verdiblanca hasta la fecha. 15 años después de aquella final, hablamos con un Dani que, retirado desde 2013, vivió en sus propias carnes las dos caras del fútbol. La oscura, la de las lesiones, fue la que más conoció. ¿Qué es de Daniel Martín Alexandre actualmente? Me retiré hace siete años, desafortunadamente con muchas lesiones, y ahora tengo una escuela de fútbol, la Dani Triana Ar-Rabad, junto a mi socio Gabi. También colaboro con una academia de jugadores extranjeros que vienen a España con una beca. Sigo ligado al fútbol, me distraigo y mato el gusanillo. Has seguido vinculado al fútbol base, pero el verano pasado dejaste de ser entrenador en el Betis. No fue una buena salida. Cuando me retiré del fútbol empecé a sacarme los títulos de entrenador. Recibí una llamada del Betis y me propusieron entrenar. Empecé como segundo y luego ya me dieron un equipo de fútbol 7. Así llevaba cinco años, me iba gustando y quería entrenar a uno de fútbol 11. Me daba igual, ya fuera un infantil o lo que sea. No aspiraba al Betis B, ni mucho menos. Pero me llevé una sorpresa cuando me dijeron que no. Miguel Calzado, director deportivo de la cantera, me dijo que tenía que ser segundo entrenador antes. Esa etapa yo ya la había pasado y simplemente quería entrenar, así que tomé la decisión de no seguir. Para una persona que ha dado tanto por el club, en el que llevaba desde los 14 años sin dar ningún problema… El trabajo que había estado haciendo era bueno y los canteranos estaban contentos conmigo. En este mundo prima más la amistad y todo este tipo de cosas, pero yo legué a ser futbolista porque llegué, y así voy a seguir. Si no querían contar conmigo de esa manera, fuera. Es una pena. Y no solo yo; muchos jugadores de la cantera y del club se tienen que ir por este tipo de cosas. ¿Te planteas un futuro en los banquillos profesionales? En principio, no. Antes no me veía, pero con el paso de los años veo que es un tanto a mi favor haber sido jugador profesional. No porque te ayude a ser entrenador, sino porque sabes qué hay dentro de un vestuario. He sufrido mucho con las lesiones y el hecho de no jugar; entiendo a la gente que no juega, es una cosa complicada. Ahora simplemente estoy a cargo de la escuela y, si tiene que llegar, llegará, pero no es ningún sueño. La tuya como futbolista fue una carrera de altibajos. Saboreaste la gloria pero tocaste fondo muchas veces. Y, además, algunos dudaron de tu profesionalidad. La gente que no me conoce bien puede tener un concepto equivocado de mí. Algunos piensan que soy un marrullero y millones de cosas más. Pero si me miras las piernas, tengo ocho operaciones. Después de todas las lesiones, es normal que haya altibajos, uno no puede rendir al 100%. Ya es mucho que después de la primera lesión, a los 20, pudiese jugar seis años más en Primera y cuatro en Segunda. Ya nunca volví a ser el que era después de mi primera lesión grave de rodilla. Metí goles en el Camp Nou, en el Santiago Bernabéu, en la final de la Copa del Rey, en la Champions al Chelsea… Son momentos muy bonitos, y es normal que haya momentos malos. Miras mi cuerpo, ves tantas rajas y piensas que es normal que haya estado en el fondo. «Ya nunca volví a ser el que era después de mi primera lesión grave de rodilla. Miras mi cuerpo, ves tantas rajas y piensas que es normal que haya estado en el fondo» El inicio de tu carrera es prometedor. Ganas la Copa del Rey Juvenil, tienes un buen paso por el filial, subes al primer equipo del Betis y te convoca la sub-21. Pero a los pocos meses, en abril de 2002, te rompes el ligamento lateral externo de la rodilla en Tenerife y no reapareces hasta febrero de 2003. Nunca volví a ser el que era. Nunca me había lesionado así. Era internacional sub-21, con Fernando Torres, Arteta, Reina… Grandes jugadores. Me encontraba en perfectas condiciones, jugando titular en Primera con el Betis. Esto te deja roto, te para en seco. Me operaron del menisco. Empecé la pretemporada creyendo que el cruzado anterior iba a aguantar, y no aguantó. Esta fue la segunda operación. Casi un año entero para volver a jugar. Nunca, nunca volví a ser el jugador que era. Conseguí cosas, está claro, con trabajo, pero sí que fue el gran freno de mi carrera deportiva. Las lesiones te lastran hasta el punto de pasar ocho veces por el quirófano. ¿De dónde sacabas las fuerzas para levantarte una vez más? ‘Menos mal’ que la lesión más grave fue la de rodilla. Estuve diez meses parado. Ya después vinieron los dos tobillos, volví a recaer del menisco y de las rodillas, que me llevaron cuatro o cinco meses cada una… Me apoyaba en mi familia. Cada vez que volvía hacía mis goles, era mi ilusión. Si no me arrastraba, ¿por qué me iba a retirar? Seguía peleando. Si estaba todavía en Primera División, o en Segunda, pues era aún a nivel profesional. Si todavía querían contar contigo era porque seguía siendo válido. Yo me fui del fútbol cuando supe que no iba a rendir al 100%. Me fui al Pierikos de la segunda griega, y marqué ocho goles. A lo mejor habría podido estirar un poco más, pero la rodilla no me aguantaba más. No valía la pena ganar dinero por todo el sufrimiento que tenía después en los entrenamientos y partidos. Te retiras joven, a los 31. ¿En qué momento dijiste ‘basta’? Ni en la cantera ni en el ‘B’ había tenido lesiones. Cuando tuve la primera con 20 años, estaba en una nube: en Primera, habiendo firmado un contrato profesional. Cuando te estás recuperando y ves que has perdido velocidad, que vuelves a recaer… Fue un palo bastante grande. Primero fue la rodilla, después un tobillo, luego otro. Con los años, acumulé muchas lesiones y varias veces pensé en dejarlo, porque no me merecía la pena. Quería disfrutar, y no estaba disfrutando. Me daba igual ganar menos o más, porque lo que quería era ser feliz y no lo era. Estaba más tiempo en rehabilitación que entrenando. ¿Qué lesión recuerdas especialmente? Cuando ganamos la Copa del Rey en 2005. Meses antes, en un entrenamiento, se me cayó Toni Prats encima. Yo venía de operarme en el tobillo y de estar mucho tiempo de baja. Se me puso el tobillo muy hinchado. Lo iba a dejar. Hablé con el entrenador -Llorenç Serra Ferrer- y le dije que, si recaía, dejaba el fútbol. Entonces me dijo que no, que iba a jugar la final de la Copa del Rey e iba a meter el gol. Parece una historia irreal, pero es verídico. «Venía de operarme en el tobillo y de estar mucho tiempo de baja. Hablé con Llorenç Serra Ferrer y le dije que, si recaía, dejaba el fútbol. Me dijo que no, que iba a jugar la final de la Copa del Rey e iba a meter el gol» PUBLICIDAD Serra Ferrer es un visionario. Te quita de la cabeza el retiro y además acabas siendo el héroe en el Vicente Calderón. Cómo es el destino. Esa temporada estuve mucho tiempo lesionado. Jugué un par de partidos. Tuve la suerte de marcar en Santander para empatar 1-1. Pero en la Copa del Rey, hasta la eliminatoria de semifinales contra el Athletic Club, no jugué ni un partido. En Bilbao fui convocado y estaba en el banquillo. Ganamos en los penaltis. Para un bético como yo ya era un triunfo el simple hecho de ir convocado a la final; más, con todo lo que había sufrido. Grabar mi nombre en la historia del Betis si ganaba la final. La historia fue así y estaba escrita. Parecía que no era para mí, porque en aquel momento el tercer cambio iba a ser Benjamín. Pero marcó Osasuna, Llorenç cambió de idea y entré yo. Se juntó todo para que fuera el autor del gol. Pasan los minutos y no entras. Finalmente lo haces en el 90’. Debió ser una inyección de adrenalina, habiendo estado medio año parado, tener la oportunidad de ayudar a tu equipo a conseguir la Copa. La noche anterior la pasé no como un futbolista profesional, sino como un bético. Un hincha que tiene la oportunidad de estar allí. Al día siguiente, cuando dan la convocatoria y estás en ella, piensas que ya es un logro estar en el banquillo. Pero el paso de estar del banquillo al campo fue cuestión de cinco o seis minutos. De ir el Betis ganando 1-0 a ponerse 1-1. Me acuerdo perfectamente que cuando salí pensé: «estoy en la final, ojalá tenga alguna oportunidad y marque». Y fue así. Son momentos indescriptibles. Siempre es bonito marcar en una final, pero yo había sufrido muchísimo, me acordaba de mis padres y de mi hermano, de todo lo que habían pasado conmigo… . El premio era muy grande e iba a lucharlo. Sí, tuve que dejarlo a los 31, pero esto no se me va a borrar. En aquella recordada final juegas una prórroga antológica. Eras pura frescura y sentías los colores. De hecho, rozas el gol en varias ocasiones. El partido estaba muy competido. Era a finales de temporada, es normal que los equipos estuvieran cansados. Al salir en el 90’, llegué fresco a la prórroga y con muchísima ilusión. Lo intenté en un par de ocasiones, estuve cerca, y sabía que alguna más tendría. Esa oportunidad llegó y la aproveché. La pegué con mi pierna mala y me salió el tiro cruzado, perfecto. Sabía que aquel gol era el decisivo, por eso lo celebramos de aquel modo. Quién marcara se llevaba la final. Fue media hora en la que intenté ayudar al equipo y lo hice. Acababas de darle un título al club de tu vida, después de muchos años de sequía. ¿Fue el mejor momento de tu carrera? No tiene comparación con mi primer gol en Primera, para mi eso es inolvidable. Empecé a jugar a los 14 años en Triana. Al cabo de un año me fui al Betis. Yo mismo me ilusionaba y me daba hasta vergüenza el estar contento por seguir un año más vistiendo la camiseta de mi club, del que era y sigo siendo socio. Meter un gol en Primera División como lo hice el día del Athletic Club en casa (1-1) es inolvidable [10 de febrero de 2002]. El recuerdo de la final de Copa del Rey es bonito, es un título. Pero para mí, aquel día había cumplido todo lo que tenía que hacer deportivamente en mi vida: marcar en Primera con el Betis era mi sueño. Además se lo pude dedicar a mi tío, que falleció unos años antes y estábamos muy unidos. Aún así, la Copa del Rey es lo más importante que he conseguido. Desgraciadamente, el Betis no suele conseguir títulos asiduamente, lleva ya 15 años sin ganar nada. Cuando ganamos la Copa hacía casi 30 de la última. Somos un equipo grande, con mucha masa social, pero no acaba de estar arriba ni conseguir títulos con regularidad. Viajamos al curso 2005-06, la siguiente al título de Copa. Acaba siendo tu mejor año bético, en el que tienes más continuidad: 25 partidos y con gol al Chelsea en Champions League. ¿Fue el momento de máxima plenitud? Después de la final de Copa, sí, metí goles y no tuve tantas lesiones. Fue una época bonita. En verano jugamos la Supercopa ante el Barcelona, perdimos 0-3 en casa pero en el Camp Nou ganamos 1-2 y metí los dos goles yo. Luego le metí el gol al Chelsea. Junto a la final de Copa, fueron tres grandes escenarios. Fue una temporada en la que las lesiones me dejaron disfrutar. El romance con el Betis se va apagando y te ves obligado a probar suerte cedido en el Cádiz, de Segunda. En la 2006-07 te reivindicas con los mejores números de tu carrera pero el equipo acaba bajando a Segunda B. No te sirve para volver al Betis. Menudo contraste de sensaciones. Recuerdo ese año con muchísima pena. Empecé bastante bien. Luego tuve algunas lesiones musculares; siempre las he tenido a raíz de tanta lesión, es normal, los apoyos no los tienes igual. Pero luego metí diez goles en Liga y uno en Copa. Le cogí muchísimo cariño a la afición, se portaron muy bien conmigo. Pero la afición del Cádiz nos recuerda como una mala plantilla, porque estaba diseñada para subir a Primera. Desgraciadamente descendimos en el último partido en Alicante, ante el Hércules. Abraham Paz falló un penalti en el último minuto y bajamos a Segunda B. A lo mejor allí hubiera cambiado mucho. A mi me gusta estar cerca de casa y Cádiz estaba al lado. Me sentía querido por la afición, me llevaba bien con el presidente y hubiese renovado. Ya estaba hablado. Hubiese rescindido con el Betis sin problema, y a lo mejor en Cádiz sí que hubiese encontrado una segunda oportunidad de rehacer mi carrera deportiva. Pero el futuro es así, no se dio y nunca tuve esa regularidad. Pero volviste a Sevilla. Lo que me dolió fue volver a hacer la pretemporada, ya que tenía contrato. Yo simplemente quería entrenar para buscarme otro sitio dónde jugar. Pero el entrenador, Chaparro, me obligaba a entrenar a parte junto a Benjamín, Contreras o Juanlu. Si el Betis entrenaba a las 10h, nosotros lo hacíamos a las 12h. Si ellos lo hacían a las 19h, nosotros a las 17h. En Sevilla, a 40 y pico grados. Nos teníamos que cambiar en el vestuario del Betis B. Para un tío canterano, que es de aquí, no es agradable recibir este trato. Pero el mundo del fútbol es así. Fue un momento muy duro, nunca lo había contado. Lo cuento porque en el fútbol hay que ser persona, y hay gente que se equivoca queriendo hacer su plantilla y pisotea, y así no es la vida. No has tenido la salida deseada ni como jugador ni como entrenador. Siempre digo a mi familia que soy un incomprendido. Nunca he dicho una mala palabra en el Betis, he intentado hacerlo lo mejor posible. Lo que nunca podrán decir es que no corría ni sudaba la camiseta. He hecho cosas importantes y he jugado apenas 100 partidos en Primera, marcando 19 tantos. Sale a gol cada cinco partidos, habiendo jugado un minuto en algunos encuentros. Yo no quería ningún homenaje, ni muchísimo menos. Pero hay otras maneras. Volví como jugador del Recreativo de Huelva y tuve la oportunidad de pisar una vez más el estadio. Ganamos 0-1 y marqué; me aplaudieron un poco pero, no sé, me siento incomprendido. Cuando estaba allí, era un tío importante y si tenía que ir a una peña, iba; si tenía que ir a un programa, iba; nunca he tenido ningún problema. En esta etapa de entrenador del fútbol base, salí como quiso un señor que no tenía nada que ver con el Betis, al que le dieron las llaves. Me voy sin hacer mucho ruido. Hubiese podido utilizar mi nombre y llamar a alguien para contarlo. Pero terminó el año y me fui a mi casa, con mi escuela de fútbol. Si no cuentan conmigo, yo no quiero estar arrastrándome, no tengo que pedir nada a nadie. Al Betis no tengo por qué pedírselo. Si no han valorado mi trabajo, ya está: el fútbol y la vida son así. Volvamos a tus tiempos vestido de corto. Después del Cádiz encadenas otra cesión, esta vez en Elche, que no sale bien. Venía de hacer una buena temporada, pero en Elche recaí de la rodilla. Me acuerdo perfectamente, en un entreno en el Martínez Valero. Un balón largo, controlé en el medio campo, y al girarme se me fue la rodilla entera. Me tuve que volver a Sevilla, renuncié al dinero que me quedaba por cobrar. Me operé del menisco con el médico del Betis, que me dijo que el ligamento cruzado -que me habían intervenido a los 20 años- ya lo tenía bastante deshilachado, y que si lo dejaba era mejor. Cuando volví del Elche, no contaba para el Betis aquel año. No me iba a recuperar y los médicos del club sabían del estado de mi rodilla. Tenía contrato con el Betis pero no iba a la ciudad deportiva, no tenía trato con el entrenador, a algunos compañeros no los conocía… ¡Me daba corte ir a la ciudad deportiva! Me apunté a un gimnasio por mi cuenta. Era ya la quinta operación de rodilla, junto a los tobillos. Pensaba que me quedaría cojo para toda la vida, que me recuperaría para llevar una vida normal. Pero la rodilla me empezó a ir bien y llamé al médico. Había pasado el verano y la pretemporada, y me dijo que me fuese a la ciudad deportiva. Antonio Tapia, el entonces entrenador, tuvo unas palabras bastante bonitas conmigo, que era mi casa y no me tenía que sentir cortado. Que cuando quisiera entrenar, entrenase. Y empecé a entrenar. Cuál fue mi sorpresa, yo que ya me consideraba retirado, cuando Tapia me dijo de volver. No te lo esperabas. ¡Me llevé las manos a la cabeza, no entendía nada! Yo entrenaba porque era mi trabajo y tenía contrato, pero estaba totalmente retirado. Y me hizo la ficha; jugué en Soria y fallé un gol solo contra el Salamanca en casa. La vuelta no podía ser tan bonita… ¡Menos mal que ganamos! No había fallado un gol así en Primera ni en Segunda. Al poco recibí una llamada de mi representante, que si quería fichar por el Recreativo de Huelva a mitad de temporada. Me acuerdo que le dije: «¡Pero si yo estoy cojo perdido!». Esperamos un poco para ver cómo iba la rodilla. Acabé rescindiendo con el Betis y firmé con el Recre por una temporada y media. Pero sufría mucho. En algunos partidos sí que estuve bien, pero ni mucho menos al nivel que tenía que rendir en un equipo profesional. Pero me quedo con haber metido gol en el último partido que jugué en el Villamarín, con el Recre. La vida me ha devuelto muchas cosas por las que he sufrido. Luego me fui al Atlético Baleares y a Grecia, y me retiré. ¿Grecia era el último tren o una antesala al retiro para disfrutar del fútbol? Me habían llamado algunas veces desde el extranjero y a mí no me gustaba la idea, pues echaba mucho de menos Sevilla. ¡Lo más lejos que había jugado había sido en Mallorca! Estuve un año con el Atlético Baleares, pero no subimos y me ofrecieron incorporarme al Pierikos. Fue una experiencia para conocer otra liga, cambiar de aires. Conseguí marcar ocho goles, anoté en el último partido y me fui con esa alegría. Había impagos y yo ya no aguantaba más problemas. Así que hice las maletas, volví a Sevilla y definitivamente me retiré. ¿Sacaste algo bueno de las lesiones? De las lesiones se aprende muchísimo. Un futbolista vive en una burbuja. Los jugadores son personas y tienen los pies en el suelo, pero viven en una realidad que no es. Ganas muchísimo dinero, todo el mundo te conoce y te hace la pelota. Es un mundo paralelo al real, y yo el real lo he vivido más de 20 años, porque me he lesionado mucho. Cuando recaes otra vez, descubres el lado real de la vida y cómo son las personas. La gente me pregunta si con el retiro es muy grande el cambio, y para mí no lo ha sido absolutamente. «En El Sadar, Anoeta, Mestalla, Balaídos… Me decían de todo. Los compañeros que llegaban de fuera no se lo explicaban. Jugaban Denilson, Joaquín… ¡Y los gritos eran contra mí!» Muchos estadios fueron injustos contigo. A pesar de que las lesiones marcaron tu trayectoria, te acusaban de ‘cuentista’. Lo pasé mal, si dijese lo contrario mentiría. Había un comentarista de Canal+, Joaquín Ramos Marcos, ex árbitro, que en un par de partidos dijo que me tiraba. Nunca entendí esa manera de querer hundir a un chaval que lo que quería era demostrar que hacía todo lo posible por jugar en Primera División, sin hacerle daño a nadie. Él, que también había sido profesional, se cebó bastante, porque tenía mucha audiencia. Yo tampoco puedo hablar con un millón de personas para explicarles mi situación. No había otra que intentar buscar lo mejor para mí. Con ocho operaciones a lo mejor no me tiraba tanto. Pero en campos como El Sadar, Anoeta, Mestalla, Balaídos… Allí me dijeron de todo. Los compañeros que llegaban de fuera y no conocían la Liga no se lo explicaban. Jugaban Denilson, Joaquín… ¡Y los gritos eran contra mí! Llega un momento que te puede motivar, pero al final te duele. Hasta una vez, en Pamplona, el árbitro me preguntó si estaba bien. En ese momento yo pesaba 57 kilos, y a lo mejor un central pesaba 85; si me pegaba me destrozaba. El culpable fue Joaquín Ramos Marcos, me hizo bastante daño. En su día dijiste que el fútbol solo te había «dado sinsabores». ¿Eres feliz ahora? Soy muy feliz. Siempre recuerdo las palabras de mi padre cuando ganamos la Copa del Rey, que había «hecho historia». Con el paso de los años, cada vez que eliminan al Betis me llama: «¿qué te dije, Daniel?». He marcado en Champions League, en Copa del Rey, en Supercopa de España, en Liga… Metí un ‘hat-trick’ y me llevé el balón a casa con la firma de todos mis compañeros. Con todas las lesiones que he sufrido, no podría haber conseguido más. Llegué a ser internacional sub-21 y jugué con grandes futbolistas. Afortunadamente vivo bien con lo que he ganado en el fútbol. Y ahora disfruto con la escuela de fútbol en Triana. He tenido suerte, sí. SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA Fotografía de portada de Getty Images.
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