
La Galerna
·9 de junio de 2025
De Carlitos y de Lamine

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·9 de junio de 2025
Olía a domingo grande, a la hora de la comida/siesta/postsiesta/merienda, Carlos Alcaraz jugaba la final de “nuestro” Roland Garros (que bien podrían llamarle ya Roland Cañí) en el año de la inauguración de la placa eterna de homenaje a Rafa Nadal sobre el polvo de ladrillo de la Phillippe Chatrier y, con poco tiempo para recuperarnos y siquiera para preparar algo de cenar, la selección patria se medía en la final de la Nations League a la Portugal de Cristiano Ronaldo. Tarde echada, pensaba uno. Y sí, tarde/noche echada.
La cosa no empezó muy bien. Dos fallos de Carlos en el décimo juego del primer set le daban la manga a Jannik Sinner, un italiano con nombre poco italiano, un italiano con una expresión no verbal (y verbal) poco italiana, que tiene el mismo gesto cuando hace un golpe inverosímil que cuando comete una doble falta. Un potencial magnífico jugador de póker que se mueve por la pista como el que ha nacido en ella. Es el hijo ideal para ir de visita a una casa coñazo, no se va a mover, un verdadero velociraptor de la cancha, un jugador que, al margen de sus problemas legales, es un verdadero genio de esto del tenis y merecedor de ostentar el nº 1 del mundo (básicamente porque no pueden existir dos números uno a la vez, vaya).
Hacía mucho tiempo, desde los años del mejor Federer, que un servidor de ustedes no veía a un jugador con tanto talento salvo… ejem… nuestro Carlitos, que también perdió el segundo set, esta vez en un tie break que auguraba la imposibilidad de ganarle otro al gigante transalpino y que invitaba a hacer planes para el hueco entre el partido de tenis y la final de fútbol. La verdad es que, la perspectiva de salir a la calle con más de 35 grados de temperatura no era muy halagüeña, ya no eran horas de siesta y sólo quedaba mirar los partidos del play off de ascenso a Segunda. Pero no, ahí apareció el murciano para brindarnos una de las remontadas más épicas de la historia del deporte, similar a la de Rafa Nadal en Melbourne contra Medvedev, en la que iba perdiendo dos sets a cero, 2-3 y 0-40, pero que, para incredulidad de muchos y admiración de todos, acabó levantando el trofeo canguril.
Hacía mucho tiempo, desde los años del mejor Federer, que un servidor de ustedes no veía a un jugador con tanto talento salvo… ejem… nuestro Carlitos
Carlos rizó el rizo, Carlos ganó el tercer set y en el cuarto levantó tres bolas de partido. Carlos ganó el cuarto set, rompió pronto el servicio de Sinner en el quinto, sufrió, sufrimos, se levantó, nos levantó a todos de los asientos domésticos y se llevó la Copa de los Mosqueteros. Además, lo hizo con unas connotaciones impresionantes. Voy a ello.
Carlos Alcaraz ganó su quinto Grand Slam con la misma edad que Rafa Nadal.
Carlos Alcaraz ganó ayer remontando con exactamente la misma edad (22 años, 3 meses y 1 día) que tenía Rafa Nadal el día del partido del siglo contra Federer en aquella interminable e histórica final de Wimbledon de 2008.
Carlos Alcaraz ha remontado dos sets y tres bolas de partido en una final de Grand Slam por primera vez en el siglo XXI.
Igual que Roger Federer (en pie, por favor), ha ganado las cinco primeras finales de Grand Slam que ha disputado.
Carlos Alcaraz ha ganado, igual que Rafa Nadal en Wimbledon, la final más larga de la historia de Roland Garros (5 horas y 29 minutos).
Todo esto que acabo de glosar, lo ha hecho Carlos Alcaraz realizando un torneo impecable, tanto desde el punto de vista deportivo como desde el moral. Carlos es el contrincante ideal para jugar al tenis en tierra batida, y digo en tierra batida porque se ven las marcas de las bolas. Si la bola es buena, se la da al contrario aunque provoque una bola de break en contra. Si la bola es mala, se lo dice al de enfrente. Si da un golpe con la raqueta en el aire, corrige al juez de silla, al del línea, al rival, al público asistente, a los comentaristas y a los telespectadores, diciendo que el punto es para el otro. Ni un mal gesto durante el torneo, ni un desdén, ni un mal golpe a la raqueta. Incluso en la semifinal, cuando el también italiano Musetti tuvo que retirarse en el cuarto set por problemas físicos, Carlos tuvo el detalle de ir a interesarse por Lorenzo y no celebrar con aspavientos el pase a la final, incitando al público a despedir entre ovaciones al chico lesionado. En el discurso del campeón, Caritos se acordó más de Sinner, alabándole por su juego y su comportamiento, que de su propio triunfo.
Carlos Alcaraz ha realizado un torneo impecable, tanto desde el punto de vista deportivo como desde el moral
Ojalá muchos niños estuvieran viendo el partido ayer, ojalá muchos padres de deportistas hicieran lo propio, ojalá todos hayamos comprendido y asumido el ejemplo de deportividad de estos monstruos del tenis, para que unos y otros se den cuenta de que el deporte es deporte, competición sana, en buena lid, celebrando los triunfos y reconociendo los errores, con tesón y perseverancia, que es como se consiguen las cosas en la vida, pero con la humildad suficiente como para bajar a la tierra y no intentar engañar a nadie por un punto, un partido o un torneo. Estoy convencido de que ayer no habrían hecho falta jueces en la pista, que el resultado hubiera sido el mismo si los propios jugadores hubiesen arbitrado el choque. Estoy seguro de que no se hubiera habría ni una sola bola. Y esto, amigos míos, es muy grande en los tiempos de engañifas y picarescas que vivimos, pero que muy grande.
Igualito que los del balón…
Después del subidón tenístico, y casi sin poder escuchar orgullosos el himno nacional sobre la pista de Paris, nos pusimos a ver el partido de fútbol. Igualito, vaya. Lo de Lamine Yamal no sé cómo calificarlo, la verdad. Además de provocar el segundo gol portugués (Cristiano es eterno, pero eterno de pa siempre) con una mirada felina sobre Nuno Mendes mientras este le dejaba retratado y clavado en el sitio para avanzar y asistir a Cristiano, el muchacho se ha dedicado durante esta concentración a atribuirse el balón de Oro antes de tiempo.
Que existe una campaña mediática para que lo gane es público y notorio. Que The Relato ha encontrado a otro Messi para encumbrarle hasta el paroxismo, es también palmario. Pero que el niño vacile sin parar a rivales, propios y extraños, que se presente en una rueda de prensa con doble ración de gafas de sol, que sea arrogante, prepotente, que rete —“pues si nos lo jugamos el jueves, nos lo jugamos”— a Mbappé o al que se le ponga por delante, que se crea por encima del bien y del mal con 17 años es inadmisible. O alguien le para los pies al muchacho o acabará mal, porque, amigos, todo lo que sube baja, que se dice en mi tierra.
O alguien le para los pies a Lamine Yamal o acabará mal, porque, amigos, todo lo que sube baja
Además, Lamine Yamal tiene mal perder, muy malo, propio de alguien consentido que no ha sido entrenado para vivir y afrontar la frustración. Anoche, cuando el equipo portugués estaba levantando y celebrando el trofeo, toda la plantilla española se quedó, como dictan los cánones de la deportividad y el juego limpio, sobre el césped aplaudiendo al rival. Pues bien, el marroquí de corazón (véase su celebración de la eliminación de España en el Mundial) no tiene otra ocurrencia que la de irse al vestuario a mascullar su rabia. Así no, chaval, así no. Igual que Iñaki Williams obligó a su hermano pequeño Nico a ponerse la medalla de subcampeón, por respeto al rival, en una final que perdió el Athletic Club, alguien del entorno del Lamine tendría que haberle reprobado su actitud y haberle obligado a permanecer, junto a sus compañeros, sobre el césped del Allianz Arena a reconocer al justo vencedor de la Nations League 2025.
Porque si hace unos párrafos alababa a Carlos Alcaraz y a Jannik Sinner por el impoluto comportamiento que demostraron en la final de Roland Garros, jugándose más de dos millones de euros a un partido, delante de cientos de millones de personas de todo el mundo y siendo jóvenes también, impulsivos también (bueno, Sinner menos), siendo estrellas también, dieron el mejor ejemplo que se podía dar a los niños (y a sus padres, que telita los padres en los partidos…), sin embargo, Lamine Yamal dio el peor de los ejemplos posibles, el de no reconocer al justo vencedor de una competición, el de marcharse del campo mientras sus compañeros estaban aplaudiendo al rival. Que el que quieren que sea el líder de la selección de mi país, de MI selección haga estas cosas, me avergüenza como español y como aficionado al fútbol. La retirada de este muchacho del equipo nacional debería ser inmediata hasta que pasara un tiempo prudencial y un arrepentimiento puro y sincero. Pero ya se sabe, el fútbol español está manchado de inmundicia y herido de muerte por las corruptelas federativas y por las compras arbitrales del club al que pertenece este despreciable deportista, por lo que poca esperanza me queda.
Lamine Yamal dio el peor de los ejemplos posibles, el de no reconocer al justo vencedor de una competición, el de marcharse del campo mientras sus compañeros estaban aplaudiendo al rival
Lamine Yamal está acostumbrado a la impunidad, igual que el club al que pertenece, un club que pagó millones de euros al vicepresidente de los árbitros durante décadas para comprarse literalmente el sistema arbitral español y obtener, por ende, los títulos nacionales (y extranjeros, para quien lo dude, UNICEF está ahí) que ha conseguido de forma fraudulenta Y AÚN NO HA PASADO NADA. Que no se olvide. Que les retiren los títulos ilegítimamente obtenidos, que salgan del fútbol profesional y que pidan perdón. Lamine Yamal está, desde este momento y hasta que no se reconvierta, si es que lo hace, reprobado futbolísticamente y, lo que es peor, personalmente, por este humilde escribidor de cosas.
Por cierto, perdimos la final, la perdimos en la tanda de penaltis, básicamente porque los portugueses los tiraron mejor que España. No hay más que decir, señoras y señores lectores. Simplemente y para despedirme, que ser del Real Madrid es lo mejor que una persona puede ser en esta vida. ¡Hala Madrid!
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