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·30 de diciembre de 2024

Di Stéfano en la tierra de los mortales

Imagen del artículo:Di Stéfano en la tierra de los mortales

Alfredo Di Stéfano dirigió al Valencia en tres etapas distintas: ganó una Liga en la primera, una Recopa de Europa en la segunda y logró un ascenso en la tercera. En el banquillo de Mestalla su recuerdo es grandioso y eterno.


De niño percibí en mi padre y en otras voces autorizadas, la máxima admiración en torno a su figura. Por encima de rivalidades y fobias, el reconocimiento a su trayectoria era unánime y lo situaban por encima del resto. Alfredo Di Stéfano era el mejor, el número uno. Nadie como él. No llegué a verle sobre el césped por poco. Sin embargo, años después tuve la suerte de compartir muchos momentos, algunos inolvidables, que forman parte de esas vivencias únicas que la vida, por suerte, te depara. Antes de dedicarme al periodismo, viví como aficionado, desde la grada vertical de Mestalla, una temporada mágica, la 70-71. El Valencia conquistó el título de Liga, pese a perder el último partido en Sarrià. Con el empate bastaba para cantar el alirón, pero puestos a elegir, se optó por el camino más retorcido. Ni Hitchcock habría creado un desenlace con tanto suspense. Aquel era un equipo de autor. Por obra y gracia de Alfredo Di Stéfano se jubiló a ilustres representantes de la vieja guardia: Roberto, Waldo, Guillot y Pesudo, para dar paso a una camada de gente joven. Algunos procedían de Tercera como Sergio y Claramunt II, otros de Segunda, como Forment, y otros buscaban una oportunidad para redimirse de lesiones, como Pellicer, procedente del Barça.


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La grada enloquecía con aquel equipo. Las tracas atronaban a medida que transcurría el campeonato. En una tarde gélida, el Valencia se puso líder en el arranque de la segunda vuelta, precisamente tras vencer al Real Madrid por la mínima. Di Stéfano obró el prodigio que ya avanzó, muchos meses antes, el día de su presentación. Le gustaba el equipo del mediocampo hacia atrás. Aquella defensa era expeditiva y sabía aplicarse para dejar al rival en fuera de juego. Juan Sol era el líder. Con Abelardo en la portería, fue el equipo menos goleado de Primera. El mejor jugador del equipo, y posiblemente del fútbol español en ese momento, era Pepe Claramunt. Un futbolista total, un adelantado para su tiempo. A su lado, Paquito, el capitán. Un superclase. Y en la delantera despuntaba Valdez, un zurdo argentino que destilaba picardía y poesía.

El Valencia de Di Stéfano. La revelación inesperada. Un equipo surgido por obra y gracia de un tipo genial, mordaz, cortante e imprevisible

El Valencia de Di Stéfano. La revelación inesperada. Así lo bautizó la prensa, que no escatimó titulares, ni espacios en la radio y en la única televisión para ensalzar a un equipo que surgió por obra y gracia de un tipo genial, mordaz, cortante en ocasiones, e imprevisible, al que muchas veces costaba entender en sus ruedas de prensa tras los partidos. Su ascendencia sobre la entidad resultaba innegable. El impacto social que tuvo fue extraordinario. Di Stéfano llegó al club adecuado en el momento oportuno. El arranque de los años 70 fue un período fructífero para el Valencia, con Vicente Peris en los despachos. Ambos, entrenador y gerente, se entendían a las mil maravillas. Se respetaban sin injerencias.

La muerte prematura de Peris meses después de rozar el doblete, con Di Stéfano instalado en el púlpito de la admiración general, supuso un duro revés. En su segunda campaña, el Valencia fue subcampeón de Liga y de Copa. Punto de inflexión. Las dos siguientes no estuvieron a la misma altura. Hubo momentos espléndidos, pero sin continuidad. El ciclo se cerró a la cuarta temporada, la 73-74, la primera con extranjeros, que arrancó con un equipo imponente que se deshinchó poco antes de Navidad y cayó en barrena.

Casualidades del destino. Antes de volver al Valencia para su segunda etapa, Di Stéfano asistió a la final de Copa que jugaban el Real Madrid y los de Mestalla. Se repetía la historia, al igual que había sucedido en la edición de 1970, jugada en el Camp Nou, y ganada por los madridistas por 3-1. Esta vez, nueve años después, acudió al Vicente Calderón y presenció la victoria valencianista por 2-0. La gran noche de Mario Kempes…

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