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En un momento dado

·22 de enero de 2025

Dile que es Pelé

Imagen del artículo:Dile que es Pelé

La anécdota es de sobra conocida. En un partido de la liga escocesa, el delantero Colin McGlashan recibió un golpe, quedó aturdido sobre el césped y tuvo que ser atendido por el médico del equipo. Cuando el técnico John Lambie se interesó por el estado de su jugador, la respuesta del galeno fue clara: «No sabe ni quién es«. La contestación de Lambie ya forma parte del imaginario colectivo futbolístico: «Perfecto, pues dile que es Pelé y que vuelva al campo«. A Raphinha seguramente nadie le ha dicho que es Pelé. No ha hecho falta. Se lo ha dicho él mismo, y tan convencido está y tanto se ha metido en el papel, que no hay quien ose llevarle la contraria. Al revés, ha terminado por hacer creer al resto que su estatus resulta coherente. Que es la estrella y el líder del Barça de Flick por derecho propio, y que no hay nada de extraño en ello. Que su legítimo lugar es ese, y que no hay nada de anormal en que esta temporada pueda participar sin titubeos en cualquier debate individual.

Le ha marcado un hattrick al Bayern de Múnich, otros tres goles al Real Madrid repartidos en dos partidos, otro al Dortmund, y el martes coronó la épica remontada culé ante el Benfica. Varios años antes, en el Camp Nou, un tanto de Juan Antonio Pizzi sirvió para inmortalizar otra remontada histórica, en este caso en la Copa del Rey y ante el Atlético de Madrid. Tan pronto como el balón cruzó la línea de gol, el argentino estalló de júbilo. Tanto como sus compañeros o la afición que abarrotaba las gradas. En De Luz, sin embargo, cuando Raphinha marcó un gol loco, en un partido loco, cerrando una remontada loca con una jugada loca, el brasileño no se volvió loco. Celebró el gol como quien sabe que decidir un duelo de Champions en el último segundo va en consonancia con la categoría que le corresponde. Que entra dentro de su privilegiada realidad. ¿Por qué iba a resultar inesperado que Pelé hiciera eso?


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El tanto de Raphinha -perdón, de Pelé- certificó la reacción de un Barça que hasta en dos ocasiones se vio con una desventaja de dos goles durante el partido. Además del brasileño, la respuesta azulgrana tuvo otros dos nombres destacados: los de Pedri y Hansi Flick. El canario dio un paso más en su brillante temporada, incorporando a su resplandor habitual la perseverancia que debe hacerle eterno. A diferencia de otras leyendas del mediocampo del Barça, su formación no fue desde el mediocentro sino desde la mediapunta, o lo que es lo mismo: Pedri no se educó desde la necesidad de tocar el balón varias veces en cada jugada. Xavi e Iniesta sí. Ellos nacieron al fútbol como mediocentros, como cerebros situados por delante de la zaga, encargados de iniciar la acción en un fútbol que no planteaba a los centrales escenarios de presión como los actuales. Ellos eran metrónomos, y como tal ejercieron más tarde cuando sus respectivas carreras los asentaron actuando como interiores, algunos metros por delante del puesto de pivote que les había servido de escuela.

Como se señala, el trayecto de Pedri fue distinto. Él partió de arriba, de las zonas donde el jugador se expresa más desde la calidad que desde la cantidad. Por eso, ejerciendo en la base de la jugada, no siempre ha sentido la necesidad de reclamar cada balón. De intervenir en cada ataque. De entender que si la cadena se lo salta, la cadena está incompleta. Que la suya es una parada que el balón debe hacer sí o sí cuando se pretende que la jugada sea lo más provechosa posible. Sí fue ese Pedri ante el Atlético de Madrid en Liga, y también durante la remontada del Barça ante el Benfica. Un centrocampista extraordinariamente lúcido, influyente sobre sus compañeros y sobre sus rivales, capaz de mejorar cada acción y a cada socio, y con la constancia suficiente como para que su impacto sea inasumible para el adversario. Un talento desbordante.

Tanto a Pedri como a Raphinha -perdón, a Pelé- los impulsó también la dirección de campo de Hansi Flick, quien con un doble cambio a falta de un cuarto de hora para el final giró definitivamente el partido. El alemán dio entrada a Ferran Torres y a Eric Garcia, en sustitución de un buen Alejandro Balde y un mal Jules Koundé, para cambiar el dibujo del Barça. Los culés pasaron a cerrar con tres defensas y a formar con hasta cinco atacantes por delante de Pedri y De Jong. Con Fermín en la izquierda, Lamine en la derecha y Ferran y Raphinha a medio camino entre la segunda punta y el enganche, justo por debajo de Lewandowski.

El ajuste le permitió al Barça ganar el pie limpio de Eric que no había tenido antes Araújo para conectar con el sector de Lamine, el efectivo extra por detrás del balón que no había sido Koundé en su nuevo rol de lateral-extremo, el intercambio de posiciones en banda entre Raphinha y un Lamine que también en su viaje hacia el carril central parece que avanzará más rápido de lo previsto, y una suerte de segunda referencia en punta personificada en Ferran que contribuyó a liberar a sus compañeros y a desorganizar a la zaga lisboeta. Flick dio en la tecla y allanó el camino de la reacción. Una rebeldía frente a la derrota que suma otra experiencia ganadora a la que podrá aferrarse el joven proyecto durante su andadura en la competición, y que le valió al Barça para convertir lo que podría haber sido un doloroso tropiezo que sumar a su mala racha en Liga, en un potencial punto de inflexión para revertir su trayectoria reciente. Todo en el último segundo con un gol de Raphinha. Perdón, de Pelé.

– Foto: Carlos Rodrigues/Getty Images

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