Stats Perform
·8 de noviembre de 2018
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Dicen que en el Gran Ducado no hace falta nada, que se sufre poco porque el pobre no lo es tanto y el rico lo es sin derrochar. La de Luxemburgo es una de las economías más envidiables del mundo, el poder adquisitivo per cápita supera los 94 mil dólares al año, solo por detrás de Qatar y Macao.
Sin gran temor al desempleo porque la tasa es del 5.2%, debajo del promedio de los países de la Unión Europea, ¿el futbol podría quitarles el sueño? Según algunos, la pelota es el arma de control de las mentes débiles y Dudelange, la encantadora ciudad luxemburguesa con poco más de 20 mil habitantes y casa del F91 Dudelange, podría refutar esa idea… por un rato.
El club debutante de la Europa League tiene 27 años de existencia y de 17 torneos en Primera División 14 le pertenecen. Aún no superan las glorias conseguidas por el Jeunesse Esch (28), pero su presente es más prometedor.
Lo tienen todo, menos el aliento de la afición. Los campeonatos no han sumado fanáticos y según declaraciones de los jugadores, hasta parece que se alejan. ¿Economía exitosas y libre de la enajenación del futbol? La ecuación perfecta para servir de ilustración a quienes odian el juego.
Más despacio. Ni Dudelange pudo escapar a la euforia de esta fase en una competencia continental. Los boletos para los tres encuentros de la fase de grupos se agotaron rápidamente. Su estadio, el Stade Jos Nosbaum para menos de 4 mil personas, quedó pequeño para las exigencias reglamentarias de la Europa League, y el Josy Barthel, casa de la Selección de Luxemburgo, ha sido su escenario.
Tres partidos… tres derrotas. Los resultados auguran un corto periodo de algarabía, no ha sido una tragedia con lluvia de goles incluida, pero en un grupo con Betis, Milan y Olympiacos el pronóstico de despedida inmediata seguramente se cumplirá en diciembre.
Alcanzar la Europa League concedió el anhelo de esa selecta afición, especialmente el que parecía imposible para Dino Toppmöller, el estratega del Dudelange y fanático del Milan desde niño.
Entre los titulares de los medios deportivos que resaltan la proeza en lugares tan lejanos de Luxemburgo como México, los mensajes de apoyo y las simpatías que se suman a la proeza, hay un llamado de vuelta a la realidad, lo hace Toppmöller para recordar que sus jugadores no viven para el futbol. Es más, no tiene problema en reconocer que en su equipo hay dos o tres que disfrutan un cigarrillo tras el entrenamiento.
“Somos semiprofesionales. Algunos llegan tarde porque trabajan. A veces hay que ser comprensivo, de otra forma, no funcionaría. Aunque sí hay algunas reglas”. Se refiere a una plantilla compuesta por jugadores locales, y también de Alemania, Francia, Bélgica, países vecinos de Luxemburgo, con experiencia en las categorías inferiores de sus respectivas ligas. Entre ellos resalta Marc-André Kruska, exjugador del Borussia Dortmund; además de Milan Bisevac, ex del PSV, y Yannick Kakoko, canterano del Bayern Munich, estos últimos con limitada participación.
Lo habían intentado varias veces antes y fue hasta esta edición que el Dudelange, representante del país más pequeño de la Unión Europea, ganó un sitio. Hoy, están ubicados más allá de los 300, rodeado por desconocidos en la clasificación de la UEFA por coeficiente, pero rodeado de los ricos y poderosos en la competencia.
Números para ilustrar: de acuerdo con la aproximación de Transfermarkt, el debutante está tasado en 3.95 millones de euros y toda la liga de Luxemburgo en 24.03 millones, lejos de los 40 millones que valoran solo a Gianluigi Donnarumma, el joven arquero del Milan.
La exigencia de la Primera División de Luxemburgo dista mucho de la que viven sus rivales, ahí el Dudelange ha podido dominar a placer en tiempos recientes desde su irrupción con su primer título en la temporada 1999-00, cuando el Jeunesse Esch vio disminuido su poder y ahora rebasado con el foco internacional por acceder a una fase que lucía imposible.
Si los resultados se mantienen, en esa país que se puso “de cabeza” por la Europa League, en palabras de Toppmöller, el futbol dejará de ser tendencia en un mes. Les quedarían entonces tres partidos para provocar un grito de gol allá, en donde no es costumbre volverse locos cuando el balón cruza la red.