Balonazos
·23 de abril de 2025
El arbitraje venezolano: Una historia cóncava y convexa

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·23 de abril de 2025
El fútbol venezolano se ha visto envuelto en un intenso debate en torno al desempeño arbitral en los últimos años. Jugadores, técnicos y dirigentes han sido críticos constantes de la labor de los colegiados en las canchas, llegando incluso a culparlos de los resultados desfavorables de sus equipos. Sin embargo, un análisis más profundo de la situación sugiere que el problema puede ir más allá del arbitraje.
Cuando se observan los recientes titulares de la prensa deportiva, llama poderosamente la atención que, a pesar de las numerosas críticas, varios árbitros venezolanos han sido convocados para participar en eventos internacionales de alto nivel, como la Copa Libertadores, la Copa Sudamericana y el Mundial de Clubes. Incluso, algunos de ellos han sido seleccionados para representar al país en el Campeonato Europeo Sub-21 de la UEFA. Esto evidencia que, a nivel internacional, se reconoce la capacidad y el nivel de los árbitros venezolanos.
Entonces, ¿realmente es tan débil el arbitraje en el fútbol de Venezuela como a menudo se afirma? La respuesta no parece ser tan sencilla. Si bien es cierto que existen retos importantes, como la falta de una alta capacitación continua y la constante presión a la que son sometidos los árbitros, el problema parece tener raíces más profundas.
Cabe destacar, y de esto poco se habla, que los árbitros no son empleados de alguna organización como si lo son los técnicos o jugadores, es decir, si un árbitro no es llamado a participar en algún cotejo, obviamente no recibe retribuciones económicas. Los colegiados pasan a ser un outsourcing dentro de la estructura del fútbol mundial, de ahí que nos causa curiosidad que tras sus errores (suponemos involuntarios), pretendan echar a perder su propia actividad laboral, corriendo el riesgo de ser colocados en el congelador, como suele suceder cuando a uno o más árbitros se les comprueba un error de altos calibres.
Hace más de dos décadas, cuando esta columna se publicaba en el Diario El Informador de Barquisimeto, realizamos un trabajo de opinión sobre la relación existente entre los árbitros, los técnicos y jugadores, ese trabajo periodístico llevó como título, «Fútbol con los brazos abiertos».
Este análisis se hizo tras observar la forma constante como los jugadores y técnicos saltan a la cancha, posiblemente con una predisposición. Y ante cualquier jugada dudosa, con o sin razón, levantan sus brazos en señal de protesta, y cuando extrapolamos esa realidad al futbol de las llamadas ligas Top, no podemos ocultar que se observa un cambio exponencial, dentro de la actitud del jugador hacia el árbitro, más allá del nivel o jerarquía de quienes tengan la responsabilidad de impartir justicia.
Una pregunta que surge de manera inevitable es: ¿Están más pendientes los jugadores, técnicos y dirigentes del arbitraje que de mejorar su propio desempeño y nivel deportivo en la cancha? La predisposición con la que algunos afrontan los partidos, culpando al árbitro por sus propias fallas, es sumamente preocupante y constante. Esto sugiere que, quizás, el problema radica en una cultura futbolística que prioriza las excusas sobre la autocrítica y el desarrollo de las habilidades.
Además, resulta curioso que las críticas al arbitraje surjan, en su mayoría, cuando los equipos son derrotados, posiblemente algo obvio dentro de los estudios psicológicos. Esto plantea una interrogante: ¿Por qué los técnicos solo hablan del arbitraje cuando pierden? ¿Acaso no tienen la humildad o capacidad de reconocer cuando su equipo ha sido superado por el rival? ¿Estamos en las puertas de la generación de cristal de nuestro fútbol?
Es importante señalar que, después de las declaraciones del técnico del Deportivo Táchira, Edgar Pérez Greco, se abrió un abanico de reclamos en torno al arbitraje. Sin embargo, hasta la fecha, se ha hablado muy poco sobre las posibles soluciones a este problema. Esto sugiere que, quizás, el foco se haya desviado de las verdaderas cuestiones que deberían estar en la agenda. ¡Claro está!, tampoco es agradable que tras una pausa de 17 minutos para comenzar una segunda mitad de un compromiso en la Liga Futve, ni la FVF o la propia liga. Por respeto a la propia dinámica competitiva, hayan realizado un anuncio oficial sobre el tema. Más allá de que el propio estratega tachirense haya puesto en tela de juicio la honorabilidad de la liga, del fútbol y de los árbitros, dando a entender entre líneas, lo que todos entendimos.
El deporte es un mundo dentro del mundo, y el fútbol está en la punta piramidal de este concepto. Es imposible que el fútbol de Venezuela atraiga al núcleo familiar a la gradas, si las «Barras Bravas» con su estilo «hamponil» se encargan de ahuyentarla. Es difícil que la Liga FutVe logre saltos importantes, si constantemente los equipos cambian de dueño. Y en muchos casos, estos empresarios del deporte desconocen su dinámica. Es absurdo pretender que un partido se va a desarrollar con normalidad, cuando la mass media cuestiona el mismo cotejo, mucho antes de su realización.
Es imposible que nuestro balompié rentado de pasos agigantados, cuando todos los involucrados (léase todos), colocan las ligas A del mundo como un ejemplo para seguir, pero en la práctica actúan como si se jugara en ligas D o X. Como reza el dicho, «una mano lava la otra, y las dos lavan la cara». Eso es lo que necesita nuestro fútbol, más manos que se unan, para lavar tantas cosas que carecen de higiene mental o cultural.
En conclusión, si bien es necesario trabajar en el fortalecimiento del sistema arbitral venezolano. No podemos convertir a los árbitros en los paganos de todos los males del fútbol nacional. Los jugadores, técnicos y dirigentes también tienen una responsabilidad fundamental en elevar el nivel del juego. Promover una cultura de respeto y fairplay, y centrarse en el desarrollo de las habilidades y el rendimiento en la cancha.
Tal vez sea hora de voltear la mirada y examinar de manera crítica el desempeño de todos los actores involucrados en el fútbol venezolano. Para así poder encontrar soluciones integrales que permitan alcanzar la excelencia deportiva que tanto anhelan los aficionados. Solo de esta manera podremos avanzar hacia un fútbol más justo, competitivo y apasionante.
Cambia tus pensamientos y cambiarás tu mundo (Norman Vincent Peale)