REVISTA PANENKA
·17 de marzo de 2023
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La remontada más salvaje e increíble del fútbol continental se vivió en la Recopa de Europa del curso 1985-86: en la eliminatoria de cuartos de final entre el Bayer Uerdingen, de la Alemania Occidental, y el Dynamo Dresde, de la Alemania Democrática. El Bayer Uerdingen, club de la cuidad de Krefeld (Renania del Norte-Westfalia), se había clasificado al conquistar la copa alemana tras ganar al Bayern de Múnich por 2-1 en la final, en el estadio Olímpico de Berlín. Es uno de los grandes éxitos de su centenaria historia, sino el más importante. Ya en la Recopa superó al Żurrieq maltés en dieciseisavos, por 0-3 y 9-0, y al Galatasaray turco en octavos.
El 5 de marzo perdió por un claro 2-0 sobre el barro de Dresde en la ida de los cuartos de final, pero en la vuelta, el 19 de marzo, un día inolvidable, escribió una de las páginas más épicas de la historia el balompié europeo. Vistieron de azul, con los logos de Adidas y la farmacéutica Bayer, mientras que los visitantes lucieron su indumentaria habitual, amarilla. El técnico del Uerdingen era Karl-Heinz Feldkamp: con el Kaiserslautern, en la 90-91, ganó la última Bundesliga antes de la reunificación del fútbol alemán y en la 91-92 perdió ante el Barcelona en los octavos de final de la Champions League, víctima de Jose Mari Bakero. El entrenador del Dresde era Klaus Sammer. Su hijo, Mathias, era uno de los nombres destacados del equipo. Ganaría el Balón de Oro en el año 1996, ya como futbolista del Borussia Dortmund.
El 5 de marzo perdió por un claro 2-0 sobre el barro de Dresde en la ida de los cuartos de final, pero en la vuelta, el 19 de marzo, un día inolvidable, escribió una de las páginas más épicas de la historia el balompié europeo
El cuadro de Dresde inauguró el marcador en del 1′ con un gol de cabeza que enmudeció Krefeld y dejó la eliminatoria encarrilada, más si cabe. Wolfgang Funkel empató en el 13′ para los locales, pero el partido llegó al entretiempo con un 1-3 favorable a los visitantes. El 1-2 llevó la firma de Frank Lippmann, máximo artillero del torneo junto a las tres estrellas del Dinamo de Kiev: Igor Belanov, Oleg Blokhin y Aleksandr Zavarov (5). Después del partido, Lippmann no regresó a Dresde junto al equipo: se escapó del hotel para desertar de la Alemania Democrática y quedarse en la mitad occidental. Los jugadores del Dresde celebraron el 1-3 abrazados sobre el verde, dando por cerrada la eliminatoria. Sammer sonreía en el banquillo: el Uerdingen necesitaba cinco goles para voltear la eliminatoria. Parecía imposible, y más atendiendo a lo visto en los 135 minutos anteriores. Pero lo logró. El periodista Julio Maldonado, Maldini, contó en su canal de YouTube que, en el descanso, Feldkamp les dijo a sus hombres que solo quedaba evitar daños mayores, no ser goleados, perder con dignidad. Con el orgullo herido, dieron un paso adelante.
Wolfgang Funkel marcó el 2-3 de penalti en el 58′, el islandés Lárus Guðmundsson anotó el 3-3 en el 63′, Wolfgang Schäfer cantó el 4-3 en el 65′, Diezmar Klinger gritó el 5-3 en el 78′ y Wolfgang Funkel completó la remontada de nuevo de penalti en el 81′: cogió carrerilla desde más allá de la media luna y superó al meta visitante con un chut duro y ajustado a su derecha. El ‘4’, tras celebrar el gol, volvió a su sitio en la defensa con lágrimas en los ojos. Feliz. Su hermano, Friedhelm, también jugaba en el equipo, unos metros más adelante. La mayoría lucían bigote y melena. Ya en el 86′ Wolfgang Schäfer redondeó el duelo con el 7-3 en un contragolpe, con el Dresde volcado en busca de un gol que no esperaba tener que buscar. El húngaro Lajos Németh pitó el final poco después. “En el partido Bayer Uerdingen-Dynamo Dresde se produjo una auténtica lluvia de goles. Nada menos que diez vieron los 17.000 espectadores que se dieron cita en Krefeld”, aseguraba el Mundo Deportivo del día después.
Funkel completó la remontada de penalti en el 81′: cogió carrerilla desde más allá de la media luna y superó al meta visitante con un chut duro y ajustado. El ‘4’, tras celebrar el gol, volvió a su sitio en la defensa con lágrimas en los ojos
El Uerdingen se cruzaría en la siguiente ronda al Atlético de Madrid, que venía de eliminar al Celtic escocés, al Bangor City galés y al Estrella Roja serbio. “Nadie se planta en semifinales porque sí. Es un equipo a respetar. Si no que se lo pregunten a los alemanes orientales que eliminaron. En los últimos partidos han mostrado un alto nivel goleador. Se ha convertido en uno de los clubs más importantes de Alemania y yo siempre he considerado al fútbol alemán como el mejor de Europa”, avisó Luis Aragonés en la víspera del partido de ida. Sus futbolistas tenían la promesa de una prima de 750.000 pesetas por eliminar al conjunto alemán. Y cumplieron: con un 1-0 en el Vicente Calderón (Julio Prieto) y un 2-3 en suelo alemán (Juan José Rubio, Luis Mario Cabrera y Julio Prieto). En la final, el 2 de mayo en Lyon, perderían por 3-0 contra el Dinamo de Kiev de Valery Lobanovsky, con Zavarov, Blokhin y Vadym Yevytushenko como estiletes. Los ucranianos se coronaron campeones de aquella Recopa sin representante inglés por la sanción de la UEFA al país por la Tragedia de Heysel tras batir al Utrecht neerlandés, al Universitatea Craiova rumano, al Rapid de Viena austríaco, al Dukla Praga checo y al Atleti.
Aquella temporada 1985-86, el Uerdingen logró su mejor clasificación en sus 14 temporadas en la Bundesliga: fue tercero, a solo cuatro puntos del Bayern y el Werder Bremen, y obtuvo un billete para jugar la Copa de la UEFA el curso siguente. Superó al Carl Zeiss Jena, de la Alemania Democrática, y al Widzew Łódź polaco, pero cayó en octavos ante el Barcelona, por un doble 2-0: Robert Fernández y Mark Hughes marcaron en Alemania y Juan Carlos Rojo, en el Camp Nou. Fue la segunda y última participación del equipo en las competiciones continentales. El Uerdingen, que había irrumpido en la élite alemana en 1975, se despidió de la máxima categoría al final de la temporada 95-96. Hoy sobrevive como puede en el fútbol regional, ya sin Bayer en su nombre y asfixiado por los problemas económicos. Pero Krefeld aún recuerda aquel feliz 19 de marzo.
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