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·7 de octubre de 2024

El día que Sevilla se enamoró de Maradona

Imagen del artículo:El día que Sevilla se enamoró de Maradona

Una bombilla se encendió en los despachos del estadio Ramón Sánchez Pizjuán. No era una año cualquiera ni una ciudad cualquiera. Sevilla vivía embrujada por los fastos de la Expo’92, uno de esos acontecimientos mastodónticos que nadie sabe muy bien qué significan, pero que transforman el paisaje de una ciudad. Eran tiempos efervescentes.

En ese momento –primavera de 1992–, Diego Armando Maradona llevaba un año sin jugar. Su idilio con Italia se había terminado: imposible superar aquel trauma de la semifinal del Mundial de 1990, cuando Argentina eliminó a Italia en los penaltis, en el estadio San Paolo de Nápoles. Luego llegó la sanción por consumo de cocaína (quince meses sin competir) y una inevitable sensación de abandono: el país le había dado la espalda.


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El presidente del Sevilla, Luis Cuervas, se puso manos a la obra. En ese entonces, todo parecía posible. ¿Maradona en el Sevilla? Por qué no.

Tan complejas fueron las negociaciones que, con la Liga ya empezada, Maradona se plantó y anunció que dejaba definitivamente el fútbol. “Me iré a Eurodisney a empezar mi nueva vida como padre de familia”

Un jugador rehabilitado

Maradona no jugaba, pero tenía contrato en vigor con el Nápoles. Fue un verano de negociaciones complejas, a tres bandas (dos clubes y un jugador); a cuatro bandas, en realidad, porque en un momento dado, la FIFA intervino para intentar desbloquear la situación. Vender la imagen de un Maradona rehabilitado y renacido para el fútbol interesaba especialmente a los grandes jerarcas del fútbol.

Tan complejas fueron las negociaciones que, a mediados de septiembre, con la Liga ya empezada, Maradona se plantó y anunció que dejaba definitivamente el fútbol. “Me iré a Eurodisney a empezar mi nueva vida como padre de familia”, dijo.

La presión de la FIFA llegó a buen puerto a finales de septiembre de 1992. Incluso Ángel María Villar tuvo que participar en las negociaciones, que desembocaron en el acuerdo: el Sevilla pagó al Nápoles 7,5 millones de dólares.

Por eso a nadie extrañó que Maradona incluyese a Villar en la lista de agradecimientos. Como si estuviera dedicando una novela o recibiendo un Oscar, el ‘Pelusa’ empezó así su presentación como jugador del Sevilla: “Doy las gracias a Dios, a Villar, a Cuervas, a Blatter y a Ferlaino”.

(Corrado Ferlaino era el presidente del Nápoles que años antes, en 1984, había logrado ficharlo procedente del Barcelona: quizá una de las mejores operaciones de la historia del fútbol).

En su bautizo como jugador del Sevilla, Maradona no brilla, pero marca el único gol del partido, de penalti. El resto de la historia es conocido: no acabó del todo bien

Cuadrando los números

Todo estaba preparado para el regreso de Maradona al fútbol español. Sobre el papel, los números cuadraban: el Sevilla buscó nuevos patrocinios, pidió adelantos de los derechos de televisión a Antena 3 y organizó varios amistosos; el primero ante el Bayern de Múnich.

Tras jugar unos minutos en Bilbao, con derrota (2-1), Maradona se estrena en su nuevo estadio. Es el 7 de octubre de 1992 y el Sevilla recibe al Zaragoza.

Maradona es titular. Luce el dorsal ‘10’ (imposible imaginarlo con cualquier otro número) y el brazalete de capitán, que le ha otorgado su entrenador, Carlos Bilardo, figura clave para su fichaje.

En su bautizo como jugador del Sevilla, Maradona no brilla, pero marca el único gol del partido, de penalti.

El resto de la historia es conocido: no acabó del todo bien. Maradona era ya un personaje incontrolable, para lo bueno y para lo malo. Al Sevilla le superó completamente la situación porque el jugador vivía en otro planeta. Comía a las cuatro de la tarde. Alternaba con el ‘famoseo’ de la ciudad. Se le veía más de noche que de día. Se peleaba con Bilardo más de la cuenta.

Fueron solo 29 partidos y siete goles. Pobre bagaje para un jugador de época que, sin embargo, no logró hacer historia en Sevilla.


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Fotografía de Getty Images.

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