El día que Talleres desafió a la policía y nació una leyenda | OneFootball

En la memoria de Talleres de Córdoba, ciertos episodios marcan no solo el devenir deportivo, sino la construcción de una identidad que desafió sanciones y hasta la propia autoridad policial. La historia de la familia Salvatelli resume como pocas ese espíritu rebelde y tenaz.

Corría 1917 y, por entonces, el club competía bajo la denominación Central Córdoba. En un clásico ante Belgrano, Horacio Salvatelli protagonizó un hecho hoy inverosímil: tras una jugada disputada que terminó con el arquero rival Cardozo lesionado, la protesta trascendió la cancha. Dirigentes de Belgrano acudieron a la policía y Salvatelli, símbolo de entrega en el equipo, terminó detenido. Aquella reacción marcó un quiebre, vista todavía hoy como una medida extrema y ajena al espíritu del fútbol.

La Liga Cordobesa respondió con firmeza. No solo desafió a Talleres de Córdoba, sino que suspendió a Salvatelli y buscó acallar la pasión creciente en los barrios. Lejos de disciplinar al club, el episodio impulsó una reinvención: nacía oficialmente el Club Atlético Talleres y, poco después, el equipo albiazul volvía a consagrarse campeón, mostrando que el arraigo estaba lejos de apagarse por sanciones o revuelos mediáticos.

La saga de los Salvatelli no terminó en aquella tarde agitada. Horacio fue el primero de varios hermanos en vestir la camiseta de Talleres de Córdoba. Su madre, de bajos recursos, se encargaba personalmente de lavar las camisetas en plena época de precariedad, reforzando la idea de que el fútbol se vivía como parte de la vida cotidiana. Incluso hay registros familiares: su hija, Adelina, relató en el centenario del club que aquel amor era incondicional y que Horacio no conocía límites a la hora de defender los colores albiazules.

Una anécdota familiar refleja el rigor interno de los Salvatelli. Mario, tío de Adelina y hermano de Horacio, convirtió un gol jugando para Lavalle (equipo que luego derivó en Unión San Vicente) frente a Talleres de Córdoba. La máxima materna fue clara: “Si le hacés un gol a Talleres, no comés por una semana”. La norma se cumplió: Mario fue excluido de la mesa familiar y solo pudo ser testigo silencioso del resto de la familia comiendo sopa.

Sobre Horacio, Adelina destacaba su valentía y el profundo sentimiento por el club: “Era capaz de cualquier cosa por Talleres. Su amor y fidelidad por el Club era incondicional. Jugaba de delantero y todos decían que era un gran goleador y también, un gran liero. En casa era el más bueno del mundo, el más educado y el más humilde en un hogar muy pobre”.

Estos relatos refrendan que, para Talleres de Córdoba, la pertenencia es más que una consigna. La historia está marcada por sacrificio, convicción y un lazo indisoluble con la familia y el barrio. Historias como la de los Salvatelli forman la raíz de una institución que, generaciones después, sigue encontrando respuestas y fortaleza cada vez que la adversidad asoma.

Source: Club Talleres