Agente Libre Digital
·20 de octubre de 2024
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Ayer no era una tarde cualquiera por Málaga. El ambiente; como siempre, espectacular. El partido; como siempre, con suspense hasta el último minuto. La gran diferencia; volvía el jugador de las dos piernas buenas. La afición malaguista sabía que el encuentro de ayer tenía un ingrediente especial. Santi Cazorla regresaba doce años después a la que fue su casa durante una temporada ¡Y vaya temporada!
Santi Cazorla firmando una camiseta del Málaga. Fuente: Málaga CF.
Durante la previa los aficionados blanquiazules se acercaron al hotel de concentración del Oviedo para conseguir un recuerdo con Cazorla. En el partido ese cariño se palpó desde el inicio. Cada córner lanzado por el 8, venía acompañado de una ovación de La Rosaleda. Unos los sacaba con la izquierda, otros con la derecha. A gusto de Santi. En fin, cosas de genios.
Seguir el partido de Cazorla detenidamente, hace darte cuenta de porque algunos no nos hemos podido dedicar a este deporte, como soñábamos de niños. Juega a otra velocidad, siempre con el pase que rompe la línea de presión, o con la pelota que te deja en situación de peligro. No sé si por sus venas corre horchata o sangre, lo que sí se puede asegurar es que su cambio en el minuto 62 lo notó el partido.
Santi Cazorla apoyado en el banderín de La Rosaleda. Fuente: Real Oviedo.
Primero por la despedida que le hizo la afición malaguista antes de dejar el césped. Coreando su nombre y con un aplauso infinito de La Rosaleda, Cazorla devolvía el cariño y respeto con saludos y agradecimientos a la grada del feudo malaguista. El capitán oviedista abandonaba el encuentro con 28 de 33 pases acertado (85 %), 6 de 6 regates, 6 de 8 duelos defensivos y alguna jugada mágica que la estadística no puede contabilizar. Nada mal a sus 39 añitos.
El partido enloquecía y el control de juego se perdía con la ausencia del 8 asturiano. Contragolpes, ocasiones y mucho protagonismo de los guardametas. Alfonso Herrero no falló a su cita con las paradas inexplicables y Escandell se unió a ella en el último minuto del choque, al parar el penalti decisivo al joven Antoñito Cordero.
Un empate a cero con el que el Oviedo sonríe. El malaguismo se quedó con un sabor agridulce y solo el regreso del eterno 8 fue la única de las alegrías en la tarde de ayer.