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·17 de diciembre de 2025

El Madrid diluye la grandeza mientras pierde el medallón

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Tengo que confesarles, ahora que ya se lo ha sacado de encima, que la escarapela de campeón de la Intercontinental que llevaba el Real Madrid en el centro de su camiseta me parecía una horterada. Más parecido al medallón de oro con una cadena de macarrones de 18 kilates de un narco del Guadalquivir que al reconocimiento FIFA al campeón de campeones anual. En Talavera, el club blanco se despojó de ese apósito tan espantoso en lo físico pero tan valioso en términos de imagen, pero lo que no recuperó en El Prado fue la grandeza. Ni el equipo... ni Xabi Alonso.

Hasta que un penaltito de esos que Alfredo Relaño llama del Nuevo Testamento, por una mano que si interfiere en la jugada es porque un ente abstracto dice que así es, y un rebote no sirvieron para abrir la lata, el Madrid volvió a dar una imagen no diré que indigna, pero si feota. Más fea que el parto de Mick Jagger, vaya. Luego, ganando por dos a un equipo muy inferior, tampoco mejoró. Pero nada de nada.


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Xabi Alonso, que es como el Correcaminos, sabe que va a tener que sortear quinientas trampas marca ACME por el camino para no acabar en la cazuela del Coyote (spoiler: ya está a media cocción). Así que Mbappé, tocado (o eso nos decían), fue titular. En el horizonte, igualar el récord de goles de Cristiano Ronaldo en un año natural, que parece ser que esas cosas son las importantes ahora. Ante el penúltimo clasificado de su grupo de Primera Federación. Tremendo. El plan sin fisuras de este Real Madrid es que el francés lo juegue todo, aunque sea amortajado, parece. Va a acabar la temporada con la Bota de Oro y un carromato de récords, seguro, pero será más Momiappé que Kylian.

Normalmente, lo que esperas cuando un equipo grande se enfrenta a otro de inferior categoría, y más si viene escalando peldaños para salir del infierno, es que apabulle. Que domine tácticamente, por calidad, por posicionamiento, por táctica y por técnica. No fue así. El Madrid empotró al Talavera en su área desde el comienzo (y aún así permitió dos sustos del equipo local) sin ningún alarde. Ni un atisbo de grandeza. Mbappé marcó desde los once metros y propició el rebote en un defensa que acabó en el 0-2. Pero en El Prado, falló goles que ya le hubiera gustado fallar a Morata y metió todo lo que hacía que el balón pareciera un conejo. Así que está a un gol del récord de Cristiano en un año natural, y queda el Sevilla este fin de semana. Vinicius se puede vestir de lagarterana y repartir muchos abrazos a su entrenador, que si hay un penalti no lo va a lanzar.

En el segundo tiempo, la desconexión madridista fue indigna de un equipo grande. No hay excusa, porque Xabi Alonso, excepto por alinear a un David Jiménez que tiene una magnífica pinta en el lateral derecho, no tiró de chavalería del Castilla hasta que el partido agonizaba, entró Cestero. Era importante la imagen, pero es que el Talavera hizo el 1-2 y a todos los madridistas se les hizo un nudo en la garganta, que deshizo el segundo conejo que enjauló Mbappé y volvió a apretar cuando los locales anotaron el 2-3 con dos minutos de alargue en el cronómetro y terminó con Lunin salvando el empate local. El Madrid no juega a nada ni en Talavera. La grandeza, como el medallón intercontinentaliano, ha desaparecido. Y sí, es que a lo mejor el Real Madrid, sin Mbappé, no hubiera ganado. Qué duro está siendo esto.

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