Un 10 Puro
·3 de diciembre de 2025
El Real Madrid se rearma en San Mamés: triunfo sólido ante el Athletic y señales de recuperación

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·3 de diciembre de 2025

San Mamés rugió desde el calentamiento, olió fragilidad después de tres empates blancos y creyó que podía ser otra noche incómoda para el Real Madrid. Pero el equipo de Xabi Alonso decidió, esta vez, no ceder terreno. Controló la pelota, manejó el ritmo y sacó de punto a un Athletic que nunca encontró el partido. El 0-3 es el resumen más frío de un encuentro que tuvo algo más: orden, claridad y ese toque de autoridad que había desaparecido en las últimas semanas.
No había margen. El Madrid necesitaba entrar enchufado, y lo hizo. Apenas corrían siete minutos cuando Kylian Mbappé aprovechó la primera grieta para adelantar a los suyos: desmarque, pase filtrado y definición limpia. Un gol que cambió el guion emocional del partido. Donde antes había ansiedad, apareció calma; donde había duda, se instaló un plan reconocible.
Desde ahí, el Madrid fue dueño de la pelota. Trent Alexander-Arnold, actuando como un mediocentro encubierto, ofreció salida constante, atrajo presiones y permitió que el equipo instalara la posesión en campo rival. Desde su pie nacía el orden; desde su lectura, las ventajas.
El Athletic empujó, sí, pero lo hizo sin claridad. Cada recuperación blanca desencadenaba una transición amenazante, con Mbappé y Vinícius conectando como pocas veces: desmarques paralelos, diagonales, paredes rápidas, sensación de peligro inmediato. Parecía un automatismo trabajado durante semanas.
Camavinga, la bisagra y el golpe definitivo
Antes del descanso, el partido encontró su segunda foto. Eduardo Camavinga, con un rol más definido que otras noches, llegó al área con determinación para firmar el 0-2. Su aparición fue simbólica: el Madrid no solo recuperaba eficacia, también recuperaba jerarquía en las zonas donde antes había dudas.
El golpe dejó al Athletic tocado. Intentó aumentar el ritmo, adelantar líneas y jugar directo, pero chocó una y otra vez contra la estructura blanca. Militão volvió a sentirse líder en el duello, Rüdiger gobernó el área y Courtois apareció cuando tocaba. Era la versión que hacía semanas no se veía.
Gestionar el partido, desesperar al rival
Con ventaja y control, el Madrid hizo algo que había perdido: manejar los tiempos. Mover la pelota para frustrar, replegar sin miedo cuando tocaba, frenar las embestidas con pausa y lectura. El Athletic se desordenó, entró en precipitación y terminó persiguiendo sombras. Fue una imagen atípica en Bilbao: el local corriendo detrás del partido, no dentro de él.
Xabi Alonso respiró. Sus futbolistas también. Después de Rayo, Elche y Girona, lo que necesitaba el Madrid no era solo ganar: era reencontrar una sensación colectiva. La encontró.
Hay victorias que corrigen marcadores, y otras que corrigen estados de ánimo. La de hoy pertenece al segundo grupo. El Madrid no fue brillante, pero sí fiable, autoritario sin exagerar, compacto sin renunciar a la pelota. La pareja Mbappé-Vinícius dejó señales, Trent ordenó desde atrás y Bellingham —al fin con un rol claro— volvió a encajar en el engranaje.









































