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·22 de enero de 2025

El regreso de Romário

Imagen del artículo:El regreso de Romário

The Blizzard ofrece historias para aquellos que piensan en el fútbol más que nadie, tanto en formato impreso como digital. Este reportaje sobre Romário, escrito originalmente en inglés en septiembre de 2024, está extraído del número #54 de la prestigiosa publicación. ¡Consigue aquí un ejemplar!


Río de Janeiro. 15 de junio. Lo que todo el mundo esperaba que ocurriera ese día en el Estádio Giulite Coutinho, no sucedió. Romário De Souza Faria se quedó sentado en el banquillo. Bueno, hay que decir que en la segunda parte del partido del America contra el Araruram, se levantó tres veces del banco para quejarse al árbitro. A la tercera vio una tarjeta amarilla. Y así es como salió en el acta del partido. “Hay días que parecen noches”, dijo un Romário canoso tras el choque. “Con todo el respeto para el rival, hoy no ha ganado el Araruama. Ha perdido el America”. No iba desencaminado. Sin duda, el America no había tenido el día. Tras media hora de juego, el centrocampista JV vio la segunda amarilla y dejó al equipo con diez. Apenas comenzado el segundo tiempo, el Araruma marcó con cierta fortuna. Pero, pese a estar con un hombre menos, el America dominaría lo que quedaba de encuentro, aun sin puntería.


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La hinchada local poco tuvo que ver en ello. Fueron 1.300 los espectadores que se acercaron hasta el campo situado en Mesquita, un suburbio al norte de la ciudad. Es el récord de la temporada, me comenta un señor sentado a mi lado. Les cuesta llenar ese recinto pintado de rojo incandescente, con capacidad para 13.000 espectadores. La mayoría de asientos, tostados por el sol, estaban vacíos. Pero los 1.300 que sí que estaban hicieron un esfuerzo sincero para sonar como si fueran 13.000. Su grito de guerra es Sangue! (sangre), en referencia a los colores del club y a la visión que tienen de sí mismos, la de un equipo que juega con el corazón. Su mascota es un diablillo de dibujos animados, también de color rojo. Fundado en 1904, el America es uno de los clubes más antiguos de Río de Janeiro. Se adjudicó el Campeonato Carioca siete veces en la primera mitad del siglo XX, pero en los últimos años ha militado en la segunda categoría estatal. Han jugado 19 temporadas en la Série A brasileña, pero la última de ellas fue en 1988.

Romário fue elegido presidente para devolver al America al nivel más alto. Su padre era un gran seguidor del equipo. Y ese no es el único lazo familiar entre club y mandatario. Ficharon al hijo mayor de Romário. Y el mítico exdelantero, a los 58 años, hizo público su deseo de regresar al césped

Romário fue elegido presidente en enero de 2024, con el deseo de devolver al America al nivel más alto. Su padre era un gran seguidor del club. Y ese no es el único lazo familiar entre club y mandatario. En marzo, ficharon al hijo mayor de Romário, Romarinho. Poco después, el mítico exdelantero, de 58 años, hizo público su deseo de regresar al césped, para cumplir así un sueño que siempre había tenido: jugar junto a su hijo. Romarinho, como su padre, empezó su carrera en el Vasco da Gama. Sin embargo, a diferencia de su progenitor, nunca dio el salto al primer equipo (ya no hablemos de jugar en el Barcelona o en la ‘Canarinha’). Actuaría a un nivel mucho más modesto, en conjuntos como el Tupi brasileño, el Zweigen Kanazawa japonés o el Destroyers boliviano. A sus 30 años, no se puede decir que haya conquistado el corazón y el imaginario de los seguidores del America. En la primera parte del partido ante el Araruama, tuvo que escuchar silbidos. De camino al vestuario, al descanso, mantuvo un desagradable intercambio de insultos con algunos hinchas. Lo sustituyeron mediada la segunda parte. “Romarinho no es demasiado bueno, así de simple”, expresa Huguin Santos Victor: “Sólo juega porque su padre es el presidente”. Este aficionado de 20 años es hincha del Flamengo, pero considera al America su segundo equipo, puesto que es el conjunto al que siempre animaron su padre y su abuelo. Como el resto de espectadores, había llegado con la esperanza de ver a Romário en acción. “Nací en 1994, por lo que no le conozco mucho”, dice. “Pero mi padre es muy fan. Siempre dice que Romário le dio el Mundial 1994 a Brasil, y que ha sido mejor que Ronaldo, el ‘Fenómeno’. Ahora estamos viendo juntos la serie Romário: el único. Y debo admitir que puede que mi padre tenga razón”.

HÉROE DE LA INFANCIA

Estoy de acuerdo con el padre de Huguin. Siento debilidad por Romário. No voy a entrar en el debate sobre si es o no mejor que Ronaldo. Ambos han sido jugadores impresionantes, extraordinarios. Grandes goleadores. Pero, para mí, como para la mayoría de neerlandeses, sólo hay un ‘fenómeno’. Y ese es Romário. Cuando debutó con el PSV Eindhoven, saliendo desde el banquillo el 29 de octubre de 1988, Romário se convirtió en el primer brasileño de la historia que jugaba en los Países Bajos. Tenía 22 años. Nadie le conocía, porque nadie seguía el fútbol brasileño. Hoy en día aún son pocos los que hacen. Casi nadie sabía que había marcado 80 goles en tres temporadas con el Vasco da Gama, y que había sido el máximo anotador en los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988. Así llegó él, como un completo desconocido. Pero pronto lo iban a conocer. Marcó su primer gol en el primer encuentro completo que disputó y su primer hat-trick en el segundo. Y así continuó, hasta firmar 98 tantos en 109 encuentros de liga, para un total de 165 en 167 presencias con el PSV. La media es alucinante, pero no todo eran goles. Romário era distinto, y hacía las cosas de manera distinta. Era pequeño (167 cm de altura) en un país acostumbrado a los delanteros grandes. Llevaba leggings y guantes para combatir el frío, en un país en el que nadie se queja de las bajas temperaturas. Y corría poco, en un país en el que uno tiene que trabajar duro para ganarse el sueldo. El ‘Baixinho’, en cambio, podía aparentemente desaparecer durante largos espacios de tiempo. Hasta que, de pronto, entraba en acción robándole la espalda a un defensor. Era rapidísimo en los primeros metros y, cuando el balón llegaba a sus pies, rara vez lo perdía. Gran regateador, era letal dentro del área. Con un movimiento de cintura, era capaz de eliminar al portero y quedarse con todo a favor para marcar a placer. Sin necesidad de pararse, daba un toque rápido de puntera para dejar clavado al guardameta. Podía picarla o hacer una vaselina desde cualquier ángulo. Y qué decir de sus penaltis: una carrerilla lenta, a la espera que el meta hiciera el más ligero movimiento para poner suavemente el balón en el lado contrario. Nunca habíamos visto nada igual. Ni los penaltis, ni el movimiento de cintura, ni el toque de puntera. Ni a nadie como él. Durante cinco años, Romário subió el nivel de la liga neerlandesa. Durante cinco años, fue la única razón por la que me quedaba en casa los domingos para ver Studio Sport, el programa que ofrecía los resúmenes. Quizá lo más extraordinario de Romário era que hacía que todo pareciera fácil y sin esfuerzo. Para muestra de esa versatilidad mortal para sus rivales, sólo hay que repasar el hat-trick que anotó en la eliminatoria de Copa de Europa de 1989 contra el Steaua de Bucarest.

En Barcelona salía casi cada noche. “Formaba parte de mi vida”, explica. “Si no voy de fiesta, no hay manera de que marque. Que me dejen vivir mi vida y les daré los resultados que quieren”

No hay duda de que Romário es el mejor jugador que ha pasado por el PSV, incluido Ronaldo, que llego tras la marcha del primero al Barcelona. Por supuesto, su etapa también fue excepcional, con 42 tantos en 46 partidos de liga; sin embargo, sólo tenía 17 años cuando aterrizó, y todavía tenía que ganarse su mote de ‘Fenómeno’. Además, los cinco años de Romário nos habían bien acostumbrado.

Las veleidades extrafutbolísticas de Romário no hicieron más que incrementar su aura. Le encantaba la vida nocturna. Salía hasta altas horas de la madrugada y llegaba tarde a los entrenamientos. En el documental neerlandés Samba en Eindhoven, el excompañero en el PSV Twan Scheepers recuerda que, cuando lo enviaban a buscarlo, tenía que tocar el timbre y tirar piedras a la ventana para despertarlo. En época de carnaval, Romário se marchaba a Río y volvía, por sistema, una semana tarde. Pero siempre se salía con la suya. Simplemente, era demasiado bueno. En 1993, quedaría inmortalizado en la cultura popular del país cuando el cantante Peter Koelewijn, natural de Eindhoven, publicó Ja daar is Romário, una canción carnavalesca que aún hoy sigue siendo popular“Sí, ahí está Romário / la estrella de Río de Janeiro / Puede regatear, puede darse la vuelta / Es casi imposible de parar / Este chaval se lleva todos los aplausos”.

ROMÁRIO: EL HOMBRE

El 22 de junio, el America visitaba al Duque de Caxias. Volvió a perder por la mínima, 1-0. En consecuencia, cayó a la segunda posición la Série A2 de Río. Romário no jugó. Tampoco lo hizo Romarinho. Tres días después de la derrota, el técnico Marcus Alexandre fue destituido. La misión de guiar al America de vuelta a la máxima categoría le fue encomendada a Eduardo Allax, que iba a tener que gestionar a su vez la presencia de Romário como presidente y como futbolista.

La mayor parte de los brasileños no siguen el día a día del America ni de la segunda división. Si han estado recientemente bajo el hechizo de Romário es por otras razones. El 23 de mayo, HBO Brasil (MAX) estrenó la serie documental Romário, O Cara (Romário, el único, en su traducción en español), que ha estado durante semanas en la lista de los diez contenidos más vistos en el país. El título remite a una frase célebre del delantero: “Cuando nací, Dios me miró desde arriba y dijo: ‘Es único’”. A través de entrevistas con exjugadores, amigos y familia y, por último, pero no menos importante, con el propio Romário, durante seis capítulos se traza su retrato como jugador y como persona. En algunos momentos, Romário exhibe una honestidad brutal. “Era un imbécil y fui todo lo mal tipo que podía ser”, llega a decir. “En épocas de mi vida he sido fiel”, expresa, antes de añadir con su característica sonrisa: “Pero la mayor parte de las veces, desafortunadamente, no lo era”. Queda claro que a Romário le encantaba la fiesta. En Barcelona salía casi cada noche. “Formaba parte de mi vida”, explica. “Si no voy de fiesta, no hay manera de que marque. Que me dejen vivir mi vida y les daré los resultados que quieren”. Subraya, sin embargo, que en general no salía la noche antes de un partido. Y lo que es más importante, ni bebía ni fumaba ni toma drogas. Romário era más de Coca-cola.

Para el técnico del ‘Dream Team’, Johan Cruyff, nadie era más importante que el equipo. Pero hizo una excepción con Romário. Entendió que, para sacar lo mejor del menudo brasileño, tenía que darle una cierta libertad. Al principio de su primera temporada con en Barcelona, Romário prometió marcar 30 goles, lo que mucha gente consideró una locura. Pero llegado el final del curso, en el que los barcelonistas ganaron la Liga, había metido, en efecto, 30 goles. En 33 partidos. Cruyff, tres Balones de Oro en su haber, llegó a decir que Romário era el mejor futbolista con el que había trabajado.

Más allá de sus acciones en favor de las personas con discapacidad, pocos brasileños saben qué ha logrado el exfutolista como senador, y desconfían de sus habituales cambios de chaqueta

Mientras relata su ascensión y sus éxitos personales, la serie se centra sobre todo en cómo Romário llevó a Brasil a tocar el cielo en el Mundial 1994. Algo que estuvo a punto de no ocurrir, porque Romário, que había debutado en la selección en 1987, no solía ir convocado. No era la primera opción de Carlos Alberto Parreira, seleccionador desde 1991. No le llamó hasta diciembre de 1992, para un amistoso ante Alemania. Considerando el largo viaje desde los Países Bajos, Romário daba por hecho que iba a jugar. Pero el técnico optó por Careca y Bebeto. El delantero del PSV estaba furioso, y así lo expresó públicamente, algo que no encajó bien en la mentalidad de vieja escuela de Parreira, ni a su ayudante Mário Zagallo, dos veces campeón del mundo como futbolista y seleccionador de la fabulosa Brasil del 70. Romário pasaría casi dos años en el ostracismo con la ‘Seleção’. Dos años en los que el equipo no fue capaz de jugar bien, lo que hizo que se amplificara el clamor popular por el retorno del atacante. En septiembre de 1993, Parreira terminó cediendo. No tenía más opción. El día 19 de ese mes se enfrentaban a Uruguay con la obligación de ganar. Un tropiezo les podía dejar fuera del Mundial de 1994. Como si de un mesías se tratara, Romário regresó entre el fervor de la hinchada, y no decepcionó, marcando los dos tantos de la victoria, 2-0, de los brasileños. Brasil se clasificó y Romário pasó a ser “el único”. El destino de un país descansaba sobre sus espaldas. Al día siguiente, mientras él jugaba a futvóley en una playa de Río, su mujer dio a luz a un niño llamado Romarinho en Barcelona.

La serie, a través de la mirada del propio Romário, además de la de sus compañeros y sus rivales, muestra lo ocurrido entre bastidores en el camino de Brasil hacia aquel título mundial, sin olvidar el triunfo por 3-2, tan doloroso (para mí), ante Países Bajos. Recuerdo bien que en mi país había pánico a enfrentarse a Romário. Y con razón. Marcó el primer gol con un magnífico disparo al primer toque, y fue determinante, apartándose de la trayectoria del balón, para que entrara el trallazo de falta de Branco que decidió el choque. Países Bajos se quedó con la miel en los labios, pensando en lo que hubiera podido ser, mientras que Brasil no paró hasta llevarse el torneo, derrotando a Italia en la tanda de penaltis de la final. Lo que no yo desconocía es que, pese al dolor, Baggio entró en el vestuario brasileño en pleno festejo  para felicitar a Romário y pedirle su camiseta. “Fue por el respeto y la admiración que sentía por él”, explica Baggio: “El hecho de haber perdido el Mundial no cambió la percepción que tenía de él. Aún hoy sigo sintiendo lo mismo”.

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Romário sentado en el banquillo junto a su hijo durante un America-Petrópolis.

LA SECUELA

El 30 de junio, el America empató sin goles ante en el Resende. Romário no jugó. Romarinho, sí, pero fue sustituido en la segunda parte. El America caía a la cuarta posición de una categoría de doce equipos que juegan una vez entre sí para optar a las cuatro plazas del play-off de ascenso. Aunque el retorno de Romário a los terrenos de juego todavía no se ha materializado, su regreso a la pequeña pantalla ha sido todo un éxito, y ya se habla de una secuela. Por supuesto, hay todavía mucho que contar. Para muchos europeos, la historia de Romário se acaba en 1994, el año en el que ganó La Liga, perdió la final de la Champions League ante el Milan, se llevó el Mundial y fue elegido FIFA World Player. Tras su triunfo en Estados Unidos, el brasileño regresó a Barcelona, pero su corazón se había quedado en su país. No podía ser de otra manera. Romário era una estrella en Eindhoven y un rey en Barcelona, pero en Brasil se había convertido en un dios. Dejó la Ciudad Condal en enero de 1995. Cualquier club del mundo lo hubiera querido fichar, pero regresó a su amada Río, con un contrato de cinco años con el Flamengo.

***

“La fiestas en Brasil eran demasiado buenas”, dijo una vez. “En Río, tenía cerca a mis padres, mi hermano, mis hijos, mis amigos, la playa, mi funk, mi hip hop, mi sol, mi Barra da Tijuca [una conocida playa de Río]. Económicamente, no era la mejor opción, pero prefería ser feliz antes que rico”, justificaba. Con su vuelta a casa, Romário despareció del foco (europeo). Como ocurre con sus primeros años en el Vasco da Gama, en los que ocupó el lugar del legendario Roberto Dinamite como delantero titular, sus últimas temporadas también han quedado en la sombra. Sin embargo, aunque seguía saliendo de fiesta sin beber, entrenaba por la tarde y jugaba a futvóley en la playa, su fútbol siguió siendo del más alto nivel. Disputó 209 partidos con el Flamengo y marcó 184 goles, para ganar dos veces el título estadual carioca. Jugó otros 135 encuentros con el Vasco da Gama, en los que anotó 132 dianas, y se llevó la liga brasileña del 2000 (un título que aún no había logrado). De ahí pasó al Fluminense, donde firmó 47 tantos en 75 partidos, lo que le convertiría en el único jugador idolatrado en tres clubes de Río al mismo tiempo. Con Ronaldo como pareja en ataque, ganó su segunda Copa América en 1997. Se perdería el Mundial de 1998 por lesión, un torneo en el que Brasil caería en la final ante Francia. ¿Qué hubiera ocurrido si Romário hubiera estado disponible? ¿De haber ganado su segunda Copa del Mundo, se dudaría menos sobre su lugar entre los más grandes de todos los tiempos?

Terminada una carrera, en la que, reivindica, marcó más de 1.000 goles, Romário cambió de terreno de juego. El jugador se convirtió en político. En 2010 fue elegido diputado por Río y cuatro años después, una cifra récord de votos lo convirtió en senador. Más allá de sus acciones en favor de las personas con discapacidad, pocos brasileños saben qué ha logrado el exfutolista como senador, y desconfían de sus habituales cambios de chaqueta. Empezó formando parte del Partido Socialista de Brasil, pero luego viró hacia Podemos, formación de derechas, antes de ingresar en las filas del Partido Liberal, que en 2021 acogió en su seno al extremista, y expresidente, Jair Bolsonaro.

Si termina habiendo una secuela, puede que prefiera centrarse en el fútbol y dejar la política de lado. Quién sabe si aparecerá en ella el retorno de Romário. El 6 de julio, el America recibía al Maricá. Perdió, 1-2, y cayó a la quinta posición. Romário no jugó. Ni siquiera estaba en el banquillo. Su hijo sí que lo hizo, pero, de nuevo, fue sustituido en la segunda parte. A mediados de julio, con tres partidos por jugarse, el America necesitaba un pequeño milagro para meterse en el play-off y tener opciones de ascender. ¿Qué mejor momento que ese para que Romário diera el paso? ¿A quién no le habría gustado verlo, a sus 58 años, recortando, tirando un caño y marcando el gol de la victoria que permitiría al America regresar a la máxima categoría? ¿A quién no gusta un buen cuento de hadas dentro de un gran relato futbolístico?


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Fotografías de Getty Images.

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