
La Colina de Nervión
·30 de abril de 2025
El sevillista de la manguera

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·30 de abril de 2025
Después del infame arbitraje de Pamplona, es indiscutible que estamos solos, como siempre. La carroña arbitral se apunta a la cacería; quieren vernos hundidos y humillados. Hemos deshecho demasiados mitos con nuestras victorias en Europa: no nos perdonarán nunca que hayamos roto el estereotipo de la chacha andaluza chistosa al que estábamos condenados. Esa osadía, más temprano que tarde, se paga. Aprovechan cualquier debilidad nuestra para golpearnos. Hemos sido orgullosos donde tocaba ser simpáticos, fieros donde se nos esperaba como comparsas, peleones cuando se demandaba gracejo, estratégicos cuando se esperaba de nosotros la supuesta simpleza del sur global.
En un mundo del fútbol dominado hasta la asfixia por una oligarquía madrileña, asociada, muy a su pesar, con una isla catalana, esta libertad de criterio se acaba pagando muy caro. Se ha visto este sábado en las calles de Sevilla. Menos mal que ganó el menos malo moralmente y, mejor, mucho mejor, futbolísticamente: la isla catalana. He tenido que soportar todo el fin de semana a una banda de energúmenos madrileños bajo mis balcones, en la sagrada Alameda de Hércules, que gritaban, ante la UIP de la Policía Nacional: “¡Siempre fascistas, siempre madridistas!”. En España, a día de hoy, la apología de la dictadura y del genocidio es un delito; en la Alameda, este sábado, había decenas de banderas fascistas y símbolos nazis.
Y aquí surgió la luz: en medio de una legión de borrachos fascistas, un sevillista -lo sé porque tiene nuestro escudo en la pared- regaba la calle del Pasaje Quijano ante el estercolero de fascistas meones y cobardes que lo insultaban. Fue como un resplandor en medio de la oscuridad siniestra de los cachorros de Florentino, de los Ultrasur. Tenemos que aprender de este sevillista anónimo. Ahora es el momento de, como cantan los Biris, apretar los dientes para que sepan quién tienen enfrente. Tiempo habrá para correr a gorrazos a quienes, con su ineptitud o ambición, les han abierto los puentes a los bárbaros. Pero ese sevillista anónimo de la Alameda, con su firmeza, valentía, serenidad y su modesta manguera, nos marca el camino.
“¡Qué blando con las espigas! ¡Qué duro con las espuelas! ¡Qué tierno con el rocío!”. Federico García Lorca