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La Galerna

·25 de octubre de 2025

El triunfo del Bien sobre el Mal

Imagen del artículo:El triunfo del Bien sobre el Mal

Buenos días, queridos.

Las portadas de hoy reparten su espacio entre el mal llamado clásico, del que ayer despotricaba nuestro editor, transmutado en el Grinch del clásico, y la entrega del premio Princesa de Asturias del Deporte a la fenomenal tenista estadounidense Serena Williams.


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El clásico que no lo es, como bien recordaba ayer nuestro colaborador Javier Vázquez. El diario As es el único que no emplea la palabra “Clásico” en su portada, lo cual agradecemos, así que vamos a concederles el (dudoso) honor de comenzar con su portada.

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El Kylian Mbappé de esta temporada parece distinto al que cayó ocho veces en fuera de juego en el partido del año pasado, como recuerda la portada. Más certero, más integrado en el funcionamiento de la MLN, como el crack que siempre fue, incluso en los peores momentos del curso pasado. Ojalá funcione ese antídoto que a equipos como el Rayo y el Sevilla les sirvió.

El “Plan Flick” siempre fue el mismo y contó con la confianza que da el colchón del ajuste semiautomático de las líneas del VAR. Recuerden lo que siempre hemos dicho: si se tarda más de treinta o cuarenta segundos en mostrar la imagen en pantalla, es porque se está “cocinando”. En su día por los pupilos de Clos Gómez y, ahora, por los de Prieto Iglesias. Nos hemos acostumbrado a que aparezca un plano dudoso seis o siete minutos más tarde del lance, con el balón distorsionado o el plano partido, sin que se puedan ver a la vez el toque de balón y la posición supuestamente adelantada del jugador que recibe, y no ha pasado nada. Nos hemos acostumbrado a jugar en la MLN, a que un equipo con más de una veintena de infracciones sin sanción campe a sus anchas por el terreno de juego y además, como castigo, nos toca enfrentarnos a ellos en nuestro estadio.

Pues convirtámoslo, empezando por los jugadores, en un infierno. En esa línea se mueve la portada del diario Marca:

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Sabemos el nulo contacto que tienen los redactores de Marca con lo que llaman “el vestuario del Madrid”, aun así, ojalá sea cierto que los jugadores están hartos de las chorradas del rival de mañana. Hoy es de Lamine, como ayer lo era de Laporta, de Flick, de Gavi, Fermín, Piqué, Íñigo Martínez, Xavi y tantos otros. Ojalá salgan de verdad con el cuchillo entre los dientes y sangre en el ojo a por el partido. Ya que la justicia de los tribunales parece más lenta que un repliegue de Umtiti, que sean los nuestros los que realicen ese acto necesario sobre el césped. Que no salgamos, como otras veces, con una hora de retraso al encuentro, justo en el día en que se retrocede la hora. No parece mucho pedir.

Y por si no tuvieran suficientes motivaciones con lo que hay en juego, como el liderato o algo tan poco valorado por algunos como el triunfo del Bien sobre el Mal, el Mundo Deportivo nos entrega otra de esas portadas que conviene desterrar de nuestra memoria cuanto antes:

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Ojalá los nuestros realicen una presión como la que sufre el botón de esa americana. El Cristo Redentor de Río de Janeiro, las celebraciones de Jude Bellingham y ahora, los brazos en cruz de Jan Laporta. Igualitos. Qué horror. Y anuncian una entrevista exclusiva con el President, ufff, la dejamos para estómagos a prueba de populismo.

Entre los premiados de los Princesa de Asturias de ayer, figuraba el escritor Eduardo Mendoza, gran tipo, fenomenal escritor y una de esas personas que no entendemos que se declare culé. Al menos conoce bien al club de sus amores, pues hace muchos años dejó dicho que “la corrupción y el Barça son los dos agujeros de Cataluña”. Anoche, este portanalista cruzó unas palabras, cerveza en mano, sobre el escritor premiado con Mario, un amigo sensato de antiguas filias culés. Me recomendó que rescatara el primer capítulo de El misterio de la cripta embrujada, ese fenomenal arranque con la narración en primera persona de un partido de fútbol en el manicomio.

—Es una locura, pero, aunque me duela decirlo, es nuestro Barça.

Así que lo busqué. Comienza con un tópico, “habíamos salido a ganar; podíamos hacerlo”. Luego, con una mención a las tácticas de Flick: “el duro entrenamiento que había sometido a los muchachos, la ilusión que con amenazas les había inculcado eran otros elementos a nuestro favor”. Un poco de ese Real Madrid agazapado en sus últimos partidos: “estábamos a punto de marcar; el enemigo se derrumbaba”. Y a continuación, el fatalismo culé: “todo empezó a ir mal, el cielo se nubló sin previo aviso”, Gavi, “a quien había encomendado una defensa firme y, de proceder, contundente, se arrojó al suelo y se puso a gritar que su madre, desde el cielo, le estaba reprochando su agresividad, no por inculcada menos culposa”.

Por supuesto aparece Laporta, pagador de Negreira y habitual bocazas a la hora de reprochar al Madrid lo que él hizo durante años, con generosas subidas de sueldo: “Por fortuna doblaba yo mis funciones de delantero con las de árbitro y conseguí, no sin protestas, anular el gol que acababan de meternos”.

La siguiente frase habla de la situación del club: “Sabía que una vez iniciado el deterioro ya nadie lo pararía y que nuestra suerte deportiva, por así decir, pendía de un hilo”. Ese hilo no se rompió por la ayuda conjunta de LaLiga, el CSD, la Federación, los medios, la justicia ordinaria, la UEFA y el resto de clubes de Primera División, pero el deterioro es evidente y solo nos queda esperar el desenlace.

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Los protagonistas de la novela de Mendoza (Eduardo, no Ramón) tenían la sesera algo tocada, el mismo lugar que se señala Ferran Torres, quien ojalá actúe como el Toñito de la obra, quien “se empeñaba en dar cabezazos al travesaño de la portería rival ciscándose en los pases largos y, para qué negarlo, precisos que yo le lanzaba desde medio campo”.

Mario apuró su cerveza y me remitió de nuevo a Mendoza: “comprendí que no había nada que hacer, que tampoco aquel año seríamos campeones”. En nuestras manos está que así sea y que determinados tarados se escondan una temporada.

Pasad un gran día.

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