REVISTA PANENKA
·28 de febrero de 2023
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Todavía quedan románticos en el fútbol, jugadores que, a pesar de la exitosa carrera que han tenido durante muchos años, declinan las suculentas ofertas económicas de ligas menores para poder regresar al equipo que los vio nacer. Casos como el de Arjen Robben, quien volvió al Groningen tras su brillante paso por el Chelsea, el Real Madrid o el Bayern. O el de Robin Van Persie, quien dio los últimos coletazos en el Feyenoord de Róterdam, tras conquistar una Premier. Shinji Kagawa ha seguido la estela de estos jugadores, y tras su exitoso paso por el viejo continente, ha decidido volver al club que le permitió dar el salto a la élite y que le vio madurar a nivel futbolístico, el Cerezo Osaka. Kagawa era, junto a Okazaki, Hasebe y Kawashima, uno de los últimos bastiones de una generación japonesa que logró ganar diversos títulos por Europa. Ahora, con él de vuelta al país del sol naciente, veremos si sus compatriotas siguen sus pasos en unos años o si deciden colgar las botas lejos de su hogar.
Shinji Kagawa perteneció a la primera generación japonesa que al crecer veía en el fútbol una posibilidad real de ganarse la vida. La J League se creó en 1993, cuatro años después de que naciera Kagawa, y fue a partir de ahí que muchos jóvenes seguidores del balompié imaginaron un posible futuro. En su camino hacia la cúspide pasó por el FC Miyagi Barcelona, un club japonés con un escudo casi idéntico al del conjunto catalán, aunque no exista ningún tipo de relación entre ambas instituciones. De ahí pasó al Cerezo Osaka, club al que ha vuelto y donde despegó siendo un chaval. Con el equipo ‘sakura’ logró un ascenso a primera división, lo que le valió un traspaso hacia el viejo continente, fichando por el Borussia Dortmund de Jurgen Klopp en 2010. En el conjunto de la cuenca del Ruhr no le costó mucho ganarse a la afición, y es que, en su cuarto partido con el conjunto amarillo, ya anotó un doblete ante el Schalke 04, su máximo rival. Estuvo dos años en Dortmund en los que se convirtió en un fijo en el esquema de Klopp y donde mostró sus mejores dotes de cara a puerta. Eso le permitió fichar por uno de los gigantes europeos de aquellos años, el Manchester United de Alex Ferguson, a cambio de 16 millones, en la que sería la última temporada del escocés al mando del equipo. Tras no asentarse en Old Trafford, puso rumbo de nuevo al Dortmund, quien pagó ocho millones por su traspaso. En Alemania recuperó la confianza y volvió a brillar, esta vez sin Klopp, pero con otro gran técnico en el banco, Thomas Tuchel. En sus últimos años frente al muro amarillo no jugó todo lo que hubiera querido, así que tras cinco temporadas salió cedido al Besiktas. Al año siguiente dejó Alemania y empezó su travesía por Europa. La empezó en Zaragoza, en la segunda división española. Luego jugó en el PAOK griego, y más tarde recaló en el Sint-Truidense belga, donde compartió vestuario con hasta cinco compatriotas suyos.
En su vuelta al Cerezo Osaka, club que le vio nacer como jugador, Kagawa ha demostrado que el romanticismo en el fútbol sigue vivo. No todo es dinero
Kagawa fue uno de los pilares de los ‘Samurai Blues’ que en el Mundial de 2018 lograron llegar a octavos de final y que casi eliminan a Bélgica en esa ronda, aunque un grave error defensivo en el tramo final diera el triunfo a los de Roberto Martínez. Para la Copa del Mundo disputada el pasado año, no fue convocado, resultado de la transformación que quería llevar a cabo el nuevo seleccionador nipón, que también dejó fuera a otras grandes estrellas japonesas como Kyogo Furuhashi o Reo Hatate. Con 33 años, Kagawa todavía podría dar unos últimos buenos años de rendimiento en Europa, pero ha preferido volver a su país. En el equipo japonés va a reencontrarse con un ex de la liga española, Hiroshi Kiyotake, quien tuvo un breve paso por el Sevilla, pero por problemas familiares tuvo que volverse a Japón. Veremos cuántos años más va a seguir jugando Shinji Kagawa, lo que sí sabemos con certeza es que ha sido uno de los mejores jugadores japoneses de siempre, y que en su vuelta a casa ha demostrado que el romanticismo en el fútbol sigue vivo. No todo es dinero.
Fotografía de Getty Images.