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·5 de mayo de 2025

Empate (1-1) en el Clásico Antioqueño : NACIONAL SE TRAICIONA

Imagen del artículo:Empate (1-1) en el Clásico Antioqueño : NACIONAL SE TRAICIONA

Por : Juan Felipe Velásquez.

Lo de ayer en el Atanasio  no se puede justificar con estadísticas ni se debe maquillar con eufemismos. Atlético Nacional empató 1-1 contra un Independiente Medellín que terminó con ocho hombres en el campo. Sí, ocho. Y aún así, no se ganó. Más allá del punto, el verdadero problema es lo que el equipo dejó de hacer. Porque esto no es un asunto solo de resultado: es un asunto de identidad.


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El clásico paisa enfrentaba a dos equipos en buen momento. Nacional, con su nómina estelar salvo por la ausencia de Marino Hinestroza, salió a jugar con la obligación de imponer jerarquía. El primer tiempo fue correcto: intensidad controlada, penal bien cobrado por Edwin Cardona, y una actitud que daba para pensar que el resultado final sería contundente. Pero todo cambió en la segunda mitad.

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Francisco Chaverra se hizo expulsar por una agresión innecesaria, y el Medellín entró en caos. Luego, una lesión dejó al rojo con nueve hombres, y más tarde, otra expulsión lo condenó a terminar con solo ocho. El libreto parecía escrito para una goleada. Sin embargo, fue Nacional quien retrocedió. Fue Nacional quien renunció al balón. Fue Nacional quien, inexplicablemente, se dedicó a cuidar una ventaja mínima. Y lo pagó.

A los 88 minutos, Marcus Vinicius empató con un gol que, por poco, es anulado por fuera de lugar de Mender García. El empate se celebró como una hazaña en la tribuna roja. Y lo fue. Porque Nacional lo permitió. Porque Nacional eligió defender el resultado en lugar de liquidar el partido. Porque Nacional, con dos hombres más, se dedicó a especular.

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Y eso, para esta institución, es inaceptable.

Aquí no se permite el miedo. Aquí no se defiende un 1-0 con inferioridad numérica en el rival. Aquí no se juega al contragolpe durante 45 minutos cuando hay talento y superioridad en el campo. Así no, profesor Gandolfi.

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Atlético Nacional no es un equipo más. Es el más grande del país, con historia, títulos, responsabilidad, y una hinchada que exige más que resultados: exige formas. Porque aquí no basta con ganar. Aquí se gana convenciendo, dominando, atacando, aplastando si es necesario. Aquí el “ganar como sea” no es una filosofía. Es una traición a lo que somos.

Por eso, lo ocurrido en este clásico es más que un empate: es un retroceso. Un llamado de atención al cuerpo técnico, a la plantilla, y al proyecto en general. No se puede construir grandeza desde la pasividad ni defender el escudo con actitudes pequeñas.

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El mensaje que se dio es peligroso: que está bien conformarse. Que vale defender sin convicción. Que no importa la manera mientras se sume. Pero no. En Nacional, sí importa la manera. Porque la historia pesa. Porque cada partido, y más un clásico, es una oportunidad para honrar los colores.

Este equipo tiene plantilla para mucho más. Tiene jugadores capaces de marcar diferencia, de mantener la pelota, de asociarse, de finalizar. Pero si desde el banquillo se transmite el miedo a perder más que las ganas de ganar, el resultado será siempre el mismo: decepción. No por perder —porque eso le puede pasar a cualquiera— sino por no intentar.

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La hinchada verdolaga merece un equipo valiente. Que salga a morder, a presionar, a asumir riesgos. No un equipo que, con dos hombres más, se repliega y termina sufriendo. No un equipo que renuncia a lo que es. Porque Nacional, por historia, por escudo, por legado, está llamado a ser protagonista. No puede ser reactivo. No puede ser temeroso. No puede permitirse empatar partidos que debió ganar con categoría.

La clasificación está consumada, sí. Pero si se quiere pelear verdaderamente por el título, esto no puede repetirse. Los errores tácticos, las decisiones tibias y la desconexión mental del equipo en momentos clave deben corregirse ya. Porque en el fútbol, la grandeza no se sostiene con nombres ni con historia. Se sostiene con presente. Y en el presente, Nacional necesita ser mucho más de lo que mostró anoche.

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Es hora de ajustar el rumbo. Es hora de recuperar la identidad. Es hora de volver a ser el Atlético Nacional que hace temblar rivales, no el que se achica ante la comodidad de una ventaja mínima.

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