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·23 de septiembre de 2024

Enrique Castro ‘Quini’ y la felicidad del gol

Imagen del artículo:Enrique Castro ‘Quini’ y la felicidad del gol

Este reportaje sobre Quini está extraído del #Panenka104, un número que dedicamos al Sporting y que sigue disponible aquí


Uno de los estandartes del Sporting es Enrique Castro González, ‘Quini’, (Oviedo, 23 de septiembre de 1949-Gijón, 27 de febrero de 2018), el jugador más emblemático de la historia rojiblanca. Futbolísticamente, representa la esencia del gol, con una trayectoria brillante y difícilmente igualable; pero con su naturalidad y su humanidad se ganó el afecto de todos los que lo trataron, dejando una huella de cariño y repartiendo simpatía en todos los lugares por donde pasó.


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Quini vivió del gol desde que era un renacuajo. Ya era un revoltoso futbolista en sus inicios, en el colegio de los Salesianos, antes de dar el salto a los equipos de Ensidesa, fábrica siderúrgica a la que se incorporó como empleado para compaginar su trabajo con el fútbol, sin que supusiera un impedimento. Marcó su primer gol como futbolista federado tres días después de cumplir los 16 años. Y así hasta que rubricó su última obra en Zaragoza, con 37 tacos y al borde de la retirada.

Juan Muro de Zaro, alto funcionario de Ensidesa, fue el impulsor de la sección de fútbol en la fábrica, desde la categoría juvenil. En aquellos tiempos no había más escalafones. Antes de cumplir 15 años, los chavales jugaban en los equipos de la calle, del barrio o del colegio. Quini, que ya daba que hablar en los círculos del fútbol modesto avilesino, ingresó en los equipos de la empresa siderúrgica, además de pertenecer a su nómina de trabajadores. Con todas las facilidades para participar en los entrenamientos y en los partidos, su trayectoria goleadora quedó plasmada muy pronto. Su primer partido con el Bosco Ensidesa lo disputó en el campo de La Toba, en Llaranes, aunque aquel día quedó en blanco. Su primer tanto lo firmaría una semana después, en Grado.

En el Bosco, Quini jugaba de extremo izquierdo, con el dorsal 11 en la camiseta, pero su estilo no era el de un extremo al uso, aunque se mostraba rápido en sus internadas. Su instinto lo llevaba al área rival, con una excepcional sagacidad para ver la portería contraria.

El jugador más grande que ha dado el Sporting fue, a la vez, uno de los más humildes y cercanos. Así era el Quini goleador y así el Quini más humano

En uno de aquellos partidos de categoría juvenil, en el campo de La Braña, el conjunto avilesino se defendió como pudo de la presión del equipo local. Quien suscribe estaba de rival del ‘Brujo’. El partido de La Boroñada tuvo dos nombres propios. Uno, el de su hermano Jesús, a quien futbolísticamente se le conocía por ‘Susi’. Lo paró todo, con un estilo sencillo, sin aspavientos ni palomitas. Y delante, Quini, el ’11’ granate, que aprovechó la única arrancada que se le presentó en el partido para firmar el 0-1. La eficacia de un buen portero y un excelente goleador valían más que la presión y un dominio aplastante, como demostró aquel anecdótico encuentro.

El Bosco Ensidesa, entrenado por un exguardameta del Sporting, el avilesino José Ramón Muñiz, también conocido por el apodo de ‘Cáchala’, empezó a llegar a lo más alto en categoría juvenil. Aquel equipo de un barrio de Avilés se convirtió en dos años en campeón de Asturias. Mediada la temporada 1967-68, Quini fue ascendido al equipo de Tercera División, reclamado por Francisco Avendaño, quien lo mantuvo en la posición de extremo zurdo. Dos semanas antes había debutado con la selección española juvenil en Alemania, en un partido en el que Javier Clemente también lució la elástica roja por primera vez. El seleccionador, Eduardo Toba, tenía buenos contactos en Asturias, donde había trabajado como técnico en el Oviedo.

La trayectoria de Quini despertó precisamente el interés de los ovetenses, aunque también el del Sporting. Los azules fueron los primeros en querer incorporarlo a su plantilla. El ‘Brujo’ fue citado una tarde en la secretaría del club. Acompañado de su padre, tuvo que esperar una hora a ser recibido. Le propusieron jugar en el Vetusta, filial del conjunto azul. Declinó la oferta, porque para jugar en la misma categoría prefería seguir en casa. Apenas un mes después llegó el Sporting. El club rojiblanco amarró su fichaje y lo dejó cedido en Avilés. Sucedió el 9 de noviembre de 1968.

En el Sporting ya estaba su hermano Jesús, que, aun sin tener la relevancia de Quini, fue un portero extraordinario. Es el guardameta que más partidos jugó en el club gijonés y el futbolista que más temporadas estuvo en la primera plantilla. Sus compañeros de la época no entienden que no fuera nunca internacional absoluto, por mucho que coincidiera con los míticos Iribar, primero, y Arconada, después.

DIRECTO AL MOLINÓN

Pocos días después de comprometerse con el Sporting, el Ensidesa jugó un partido de entrenamiento en el desaparecido campo de Los Fresno, en Gijón. Ganó el equipo siderúrgico, con una excepcional labor goleadora de Quini. El técnico, Carriega, alucinaba, sobre todo cuando se enteró de que era un futbolista ya fichado con vistas a la siguiente campaña. Cinco días después lo tenía a su disposición, y al domingo siguiente lo hizo debutar. Fue en Sevilla, contra el Betis, un 22 de diciembre. Una semana después, en El Molinón, contra el Racing de Ferrol, anotaría su primer gol de rojiblanco. La primera ‘víctima’ de los goles del ‘Brujo’ fue Zumalabe.

Su eclosión en el Sporting fue rápida. En su primera temporada, a la que se incorporó en la jornada 15, ya fue el máximo realizador del equipo y el sexto de la categoría. La campaña siguiente fue la de su confirmación: fue el máximo goleador de Segunda y logró el ascenso del Sporting a Primera División como campeón. Además, se llevó el título europeo con la selección española amateur, junto a los también rojiblancos Castro, José Manuel y Herrero II. Su trayectoria goleadora y los informes de Eduardo Toba en su paso por la selección juvenil influyeron en el seleccionador, José Emilio Santamaría, para que contara con Quini en todos los partidos de aquel campeonato. Anotó seis goles en siete encuentros. Destacó en la semifinal, en la que le metió cuatro a Italia en Viareggio.

Quini se convirtió en una debilidad de Kubala, quien lo incluyó en las convocatorias de la selección absoluta, con la que debutó en Zaragoza. Había sido internacional juvenil en su etapa del Ensidesa, y amateur y sub-23, pero con 21 años y solo siete partidos de experiencia en Primera fue llamado por el seleccionador. A partir del 28 de octubre de 1970 solo fue convocado con la primera selección, con la que jugaría en 35 ocasiones. En su época, el número de duelos internacionales era bastante inferior al actual. En una de las convocatorias a las que no fue citado, Kubala le envió una carta para darle una explicación de los motivos de su exclusión, a la vez que le indicaba la necesidad de reforzar a la selección, que en la misma semana se jugaba la clasificación para los Juegos Olímpicos de Múnich, objetivo que España no logró.

El Oviedo fue el primero en querer incorporarlo. El ‘Brujo’ fue citado una tarde en la secretaría del club. Tuvo que esperar una hora a ser recibido. Le propusieron jugar en el filial. Declinó la oferta. Apenas un mes después llegó el Sporting

Quini tuvo una metamorfosis interesante en su juego. Si bien, como se ha indicado, en los equipos del Ensidesa actuaba de extremo izquierdo, con el ’11’, al llegar al Sporting, Carriega lo utilizó de interior derecho, cuando los sistemas de juego tenían cinco delanteros, con dos extremos, un ariete específico y dos interiores, de los que uno organizaba y otro pisaba más el área. Pronto adquirió el puesto de ‘9’, en el que se distinguiría. Tenía una habilidad especial para separarse medio metro de su marcador, espacio suficiente para ganarle la posición y estar mejor dispuesto para el remate. Con la cabeza tenía una potencia espectacular. Incluso anotó algún gol con un testarazo desde fuera del área. También tenía una habilidad especial para predecir resultados. Tras los entrenamientos, hacía pronósticos con sus compañeros, en las clásicas charlas de vestuario o en tertulias. Casi siempre acertaba. Así empezaron a conocerlo como el ‘Brujo’.

En su primera etapa en el Sporting, Quini fue máximo goleador del equipo en todas las temporadas, lo que despertó el interés de los equipos grandes. El Real Madrid lo tuvo en su agenda, pero el que más se interesó fue el Barcelona. El sueño de Agustí Montal era reunirlo con Cruyff en el club azulgrana, lo que no fue posible. El presidente rojiblanco, Ángel Viejo, se opuso a su traspaso, aunque en el verano de 1976, tras el descenso del Sporting a Segunda, sometió a votación de los socios compromisarios las ofertas del Athletic por Churruca y del Barcelona por Quini. La masa social del Sporting con derecho a voto accedió a la salida del zarauzano, pero se opuso a la marcha de Quini.

En los años 70, las directivas del Sporting eran reacias a los traspasos, al tener una economía equilibrada. Castro, Quini y Churruca eran los más deseados. La ambición de los chavales no era comprendida por los dirigentes, amparados en el derecho de retención. Así lo ilustra una anécdota que vivieron y sufrieron los hermanos Castro. En unas declaraciones en el diario deportivo Dicen que provocaron una situación tensa, en vísperas de un Sporting-Espanyol y tras una severa derrota en el Camp Nou, los dos hermanos recordaron que habían reclamado un aumento de sueldo antes del inicio de la temporada 1972-1973, pero el presidente, Méndez Cuervo, les había mandado salir de su despacho. Se negaron a jugar, pero la directiva los obligó. En diciembre de 1973, ya con Ángel Viejo en la presidencia, se quejaron públicamente de que en otro club podrían cobrar el doble que en el Sporting. El revuelo les ocasionó una sanción. En el caso del portero fueron 30.000 pesetas (180 euros) y en el del delantero, 10.000 (60 euros). Castro y Quini publicaron en los medios locales una carta aclaratoria en la que pedían perdón. Al principio del siguiente partido hubo división de opiniones entre el respetable, pero todo se acabó transformando en aplausos. El Sporting ganó 3-0 con tres tantos marcados por Quini.

El ‘Brujo’ sufrió un descenso traumático en 1976, con una delantera compartida con Churruca y Ferrero. Fue un año extraño, con Pasieguito y Sinibaldi como técnicos y una plantilla muy descompensada. Aun sin cambios, la llegada de Miera hizo mejorar al Sporting. Pero el ascenso no fue fácil. Lo consiguió en la penúltima jornada, en Oviedo, con un tanto del propio Quini y otro de Ferrero. Después vendría la época dorada del ‘Euro Sporting’, que se metió en la Copa de la UEFA por primera vez en la historia del club gijonés.

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EL ENCANTO DEL ‘BRUJO’

De Quini, también destacaba su faceta de bromista. Con el ‘Brujo’, el vestuario raramente estaba triste. Una de las bromas más sonadas la hizo en una concentración en Mareo. Le cogió a Cundi las llaves de su coche, lo llevó al campo de entrenamiento que se veía desde el edificio donde se alojaban y colocó unos cordeles en el volante, con una piedra atada en el acelerador. El vehículo empezó a dar vueltas. Luego llamó a Cundi, le enseñó el rondo que daba su coche y le dijo: “¡Mira, tienes el coche fantástico!”. El enfado del presidente Vega-Arango fue monumental, porque el terreno central del campo había quedado destrozado. Pero no se atrevió a abroncar a su goleador y estrella.

En la primavera de 1980, Vega-Arango recibió una oferta tentadora del Barcelona. Sopesó los 80 millones de pesetas (480.000 euros) y los casi 31 años de Quini. La operación despertó algunas diferencias, ya que el futbolista había recibido un adelanto de la ficha de la siguiente temporada. El ‘Brujo’ se lo pasaba al Barcelona, que no quería hacerse cargo. Al final se solucionó, y Quini estuvo feliz en su nuevo club, donde tuvo una acogida espectacular. Su sencillez contrastaba con la magnitud de una figura de su talla. Tenía la costumbre de acudir a los entrenamientos en el Camp Nou con bastante antelación, y solía invitar a desayunar al personal del campo en una cafetería de los alrededores. Su primer representante fue Óscar Segura, que se convirtió en uno de sus mejores amigos en la Ciudad Condal.

El ‘Brujo’ se ganó la confianza de jugadores introvertidos, como Schuster, quien le pedía consejo en muchas situaciones. También de Maradona: fue uno de los pocos compañeros con los que el argentino congenió. En su primer año en Barcelona fue víctima de un secuestro que marcó su vida. Fue tras un partido contra el Hércules en el Camp Nou, el primero de febrero de 1981. Durante 25 días estuvo encerrado en un zulo en Zaragoza. Su liberación interrumpió la programación televisiva cuando se emitía un Inglaterra-España desde Wembley. Años después, en un viaje a Málaga, se reencontró con Jorge de Haro, uno de los inspectores que trabajó con más influencia en el suceso, con el que recordó el momento de su liberación. Cuando se abrió la trampilla, en un momento de terror, pensó que iban a ejecutarlo. Todo cambió cuando vio que eran policías quienes entraban en aquel sótano.

Tenía una habilidad especial para separarse medio metro de su marcador y estar mejor dispuesto para el remate. Con la cabeza tenía una potencia espectacular. Incluso anotó algún gol con un testarazo desde fuera del área

En 1984 dejó el Barcelona y se quedó sin equipo. Estaba a la espera de un homenaje que le organizó el Barça y que estuvo a punto de suspenderse. El presidente del club catalán, Josep Lluís Núñez, le recriminó que perdonase a los secuestradores, después de haber arriesgado a personas del club para pagar un rescate que podía haber significado una evasión de divisas. La noche anterior al partido, su amigo José María García le aconsejó que no se jugase el encuentro. La AFE estaba de acuerdo, pero con todos los jugadores invitados y la organización a punto, Quini consideró que, aunque solo fuera por deferencia a los que se habían desplazado, no podía frenarlo.

Días después empezó a entrenarse con el Oviedo, que quería incorporarlo a su equipo, que estaba en Segunda. El Sporting tardó más en reaccionar, pero no podía permitir que no volviera a Gijón uno de sus mitos y que, además, se fuera al rival regional. Fue necesaria una reunión en uno de los salones del afamado restaurante Casa Gerardo, en Prendes, en la que su hermano Jesús fue el que más insistió para su regreso. El portero, aquejado de una lesión de espalda, ya no jugaba, aunque estaba en la plantilla.

Quini jugó otros tres años en Gijón, y a tres meses de cumplir los 38, decidió colgar las botas. Su último partido fue ante el Barcelona. Intervino en el último minuto para despedirse de La Mareona. Pero el ‘Brujo’ no se desvinculó del Sporting. Tuvo una etapa de secretario técnico y auxiliar con Aranguren, pero dos años después, con la llegada de Plácido Rodríguez a la presidencia, el club prescindió de emblemáticos exjugadores, como Montes, José Manuel, ‘Tati’ Valdés y García Cuervo, sin que el ‘Brujo’ se salvara de la quema.

Tras salir del Sporting siguió ligado al fútbol como comentarista de los partidos de España en la Cadena Cope y de los del Sporting en la emisora local de Radio Nacional. Fue durante aquella etapa cuando sufrió la trágica pérdida de su hermano Jesús, en un accidente de mar, en una playa cántabra. Fue otro de los sucesos que marcaron su vida. ‘Susi’, con el que había crecido en el Bosco y en el Sporting, fue alguien especial en su vida. Como lo fue Churruca: con el extremo coincidió en el club gijonés, en las selecciones sub-21 y absoluta y en el servicio militar. Compartieron algo más que un simple vestuario, con una amistad especial y numerosos episodios. José Manuel, con quien vivió los ascensos de 1970 y 1977, fue otro pilar en su trayectoria. Primero, como compañero en el vestuario. Luego, en el paso de futbolista a gerente. Fue el autor de un libro dedicado a su trayectoria titulado Compañero Quini.

En 1996, regresó al Sporting. Se había jubilado Ortiz, un delegado legendario que había sido sustituido temporalmente por Daniel Pinín. La solución fue la vuelta del ‘Brujo’, que estuvo casi 20 años en el cargo, en el que se ganó la distinción del fútbol español como el mejor en su puesto en una de aquellas temporadas.

Solo tuvo un paréntesis obligado por un cáncer, con dos operaciones y una recuperación que tuvo en vilo al sportinguismo en particular y al fútbol en general. La repercusión de la enfermedad fue uno de los argumentos de una película, El Brujo frente al espejo, en la que también resumió detalles de su secuestro y del fallecimiento de su hermano. Durante el rodaje, tuvo la ocasión de reencontrarse con uno de los secuestradores, si bien no consideraron oportuno dejarse ver en el celuloide. La idea fue del director y productor asturiano Rai García. Grabaron secuencias en Zaragoza, donde sufrió el cautiverio; en la playa de Pechón, donde murió su hermano Jesús; y en Barcelona, donde fue sometido a las operaciones y a los tratamientos oncológicos.

En 2015 dejó el puesto de delegado para ser representante institucional del Sporting. Era el emblema del club. Los aficionados locales preferían una fotografía con Quini que con los jugadores en activo

En 2015 dejó el puesto de delegado para ser representante institucional. Era el emblema del club. Se le apreciaba en los desplazamientos, donde los aficionados locales preferían una fotografía con Quini que con los jugadores o entrenadores en activo. El 27 de febrero de 2018, dos días después de una victoria ante Osasuna en El Molinón, su corazón se detuvo. Fue un martes, a primera hora de la noche, cuando regresaba a su casa. No pudo reaccionar.

La capilla ardiente, instalada en El Molinón, constituyó una impresionante manifestación de aficionados que lloraron la pérdida de un mito. El Ayuntamiento de Gijón decidió hacer un cambio de nombre en el estadio municipal, para que pasara a denominarse El Molinón-Enrique Castro ‘Quini’, lo que tal vez al ‘Brujo’ no le hubiera gustado, por su carácter sencillo. No le agradaba estar en los primeros planos, pero era inevitable por lo que su figura representó y sigue hoy significando.

La vida de Quini estuvo marcada por el gol, aunque uno de sus secretos es que le encantaba jugar de portero, como su padre, de quien heredó el apodo, y como sus hermanos, Jesús y Falo. Solía hacerlo con frecuencia en los entrenamientos. Lo disfrutaba, aunque se divertía más con los remates a portería. Incluso se quedaba después de las sesiones preparatorias con algún compañero al que comprometía para que le centrara balones.

Su primer gol lo anotó en Grado, en su segundo partido federado, con el Bosco Ensidesa, en categoría juvenil. Después se destapó en el Ensidesa, en Tercera División y, a continuación, en el Sporting, con el paréntesis de su etapa en el Barcelona. Es el máximo artillero de la historia rojiblanca y, con 219 tantos, el octavo máximo goleador histórico de la Liga. En el Barça, entre los 74 que marcó, se apuntó la diana 3.000 de la historia del club azulgrana en dicha competición. Su compañero y amigo Toni Fidalgo, con quien coincidió en el Ensidesa, calificó el gol de Quini como ‘la metáfora de la felicidad’.


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