Exhibición en el Racing para opositar a MVP | OneFootball

EL Sardinero echaba de menos a su Real Racing Club de Santander. Los Campos de Sport presentaban un excepcional aspecto con más de 21.000 espectadores en la grada. Y con un espectacular tifo para recibir a sus futbolistas. Esos que no pudieron colmar al racinguismo de alegría en el último playoff. Pero esos mismos de los que esperan que les lleven, como mínimo, a volver a luchar el ansiado ascenso. Pobre del que quiera robarles la ilusión.

Una ilusión que en el Racing tiene un primer nombre y apellido

Complicado será, además, la tarea para aquel al que le pase por la cabeza tal deseo. Más aún si cada semana el aficionado verdiblanco puede retener en su retira actuaciones como la que le regaló en la primera jornada uno de los suyos. Un futbolista diferente. Especial. Mágico. Sí, ‘El Mago de Derio’ parece haber recuperado la mejor versión de su catálogo de trucos. Esa en la que imagina un fútbol de salón que es capaz de ejecutar como quien se sienta en el pupitre a colorear. Qué sencillez. Y, a su vez, qué enorme dificultad.

Íñigo Vicente oposita a MVP de la Jornada 1 de LaLiga Hypermotion 25-26. Cómo no iba a hacerlo. Ya en pretemporada venía dejando pinceladas de que su varita mágica volvía a estar repleta de ideas. De pases ejecutados en el momento justo, de diagonales dibujadas con la sombra del balón. Ante el CD Castellón el guante al que viste con una bota diestra evidenció una calidad extrema a la hora de ejecutar el último pase. Recibir, poner el radar a funcionar y el esférico a volar para habilitar a un socio ofensivo hacia la meta rival. Así, una, otra y otra vez más.

Tres goles con la marca personal de Íñigo Vicente

De esa forma, Asier Villalibre se presentó ante su nueva hinchada de forma inmejorable. Pase filtrado a la espalda de los centrales del Mago de Derio, gol del búfalo. Andrés Martín estrenó la temporada tal y como vivió la pasada: viendo portería. Balón largo en diagonal al espacio y definición sin oposición del atacante de Aguadulce. Y, nuevamente Villalibre, se marchaba en solitario hacia portería rival. Íñigo Vicente se la ofrecía picadita de primeras. Casi sin mirar, para mostrarle una autovía hacia Amir. Alberto se veía obligado a derribar al delantero de un empujón. Y el tercero llegaba, nuevamente, partiendo desde la mente privilegiada de Vicente.

Mi buen amigo. Inmejorable elección en el mensaje tifado en El Sardinero, que bien se puede aplicar al mago del conjunto cántabro. Porque en Íñigo Vicente se encuentra mucho de lo que se busca en ese socio leal. Cercanía, lealtad, generosidad, entrega. Todo ello, con un denominador común. El fútbol y la magia.