La Galerna
·4 de noviembre de 2025
Follalgias

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·4 de noviembre de 2025

Me van a disculpar por el término. No acostumbra una a ser grosera, más bien todo lo contrario, y menos a modo de presentación con una palabra tan sonora, aunque de momento indefinida. Tiene que ver con que hay una plaga sobrevenida de la dolencia denominada “pubalgia” en algunos de los jóvenes futbolistas de la Liga.
Ya se harán una idea de por dónde van estos tiros. Me van a volver a disculpar, porque a medida que se suman palabras se agranda la (mala) sombra, pero yo a esta coincidencia de padecimientos en tan mancebos cachorros peloteros la voy a llamar mejor “follalgia”. Ya está, ya se ha dicho (por segunda vez).

He leído algunas consideraciones médicas al respecto del achaque, y no existe ninguna que me convenza por su casi expresa vaguedad, lo cual me lleva inevitablemente a extradiagnosticar el problema. El “estrés físico temprano” y el “rápido crecimiento”, por ejemplo, son algunas de las causas referidas por los facultativos.
Estos recomiendan poco menos que nuevas ambigüedades como descanso o prevención.
No hay tratamiento específico para la pubalgia, que no es nueva. Otros futbolistas jóvenes del pasado también la sufrieron en un curioso contexto de sensación de cortina, como cuando deslizan esta violentamente las enfermeras en las urgencias de un hospital.
Lo que les pasa a los jóvenes futbolistas españoles es follalgia, que podría considerarse la expresión latina original de la que se deriva la oficial pubalgia
Así que mi evaluación del asunto es que se trata, en realidad y definitivamente, de follalgia. ¿Y qué es la follalgia? Pues sin más: un exceso de fornicio con su correspondiente excesivo movimiento rítmico o arrítmico o explosivo del pubis, derivado de la juventud rozagante y de las infinitas posibilidades que ofrece ser famoso y deseado, a pesar incluso, o a propósito de los, en algún caso, atavíos contrarios a cualquier muestra de auténtica sensualidad que una conozca. Pero una es una y nada más.
La follalgia no tiene cura. “Prevención y descanso”, dicen los médicos. La generalidad que recomienda casi sin misterio un poco de contención en el impulso. Eufemismos por doquier. Pero una, madre de hijos adolescentes y hermana de hermanos adolescentes, sabe de lo que habla.

Lo que les pasa a los jóvenes futbolistas españoles es follalgia, que podría considerarse la expresión latina original de la que se deriva la oficial pubalgia: el irrefrenable estímulo de acceder a las profusas insinuaciones sobrevenidas que están causando una pequeña ola de estragos sin curación, a no ser que se les confine, por su bien y el de los clubes que les pagan, en sus respectivas ciudades deportivas.
Una situación inviable por su evidente privación de libertad, contraria a los derechos humanos, y por la que una recuerda aquella escena de la sicalíptica Amarcord de Fellini, cuando la familia va a visitar al tío ingresado en un psiquiátrico quien, al volver de la pequeña excursión, se escabulle antes de regresar y se encarama a un árbol al grito desesperado de: “¡Quiero una mujer!”.
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