Sphera Sports
·20 de mayo de 2020
In partnership with
Yahoo sportsSphera Sports
·20 de mayo de 2020
Contaba Andy Mitten en uno de sus libros sobre viajes por todo el mundo para conocer a las hinchadas de cada país que el aficionado inglés tiene un sentido de pertenencia para con su lugar de nacimiento y crecimiento. Que mientras la gente de Manchester crece animando a uno de los dos gigantes de la ciudad, los residentes en el pequeño pueblo de Cheltenham no saben otra cosa que no sea apoyar al Cheltenham Town FC. Eso explica, de todas las maneras posibles, cómo en Inglaterra es imposible ver un solo asiento de estadio vacío, aunque se trate de un estadio de un equipo de cuarta categoría o incluso en algunos escalones del fútbol no profesional.
Uno de esos pueblos, o más bien pequeña ciudad, es Nailsworth, en el condado de Gloucestershire, muy cerca de Bath, donde el rugby es religión. En Nailsworth juega el Forest Green Rovers, que en 2017 consiguió el ascenso a la League Two (cuarta división), lo que convirtió a Nailsworth en la ciudad más pequeña con un equipo en el fútbol profesional inglés. En el último censo contaba con 5.749 habitantes, y el estadio del equipo, con capacidad para 5.000, recoge en las últimas tres temporadas algo más de la mitad del aforo. Un pueblo que vive para su equipo.
Pero la peculiaridad de los Green Devils, el apodo del club, no se queda solo en su simplicidad, su romanticismo y la peculiaridad de ser siempre un David contra Goliath. Fundado en 1889, al equipo le cambió la cara, el destino y la percepción que el mundo tiene sobre ellos cuando, en 2010, el empresario Dale Vince compró el club y estaba preparado para ejecutar un lavado de imagen de arriba abajo. Criado bajo la influencia de la cultura de la New Age Traveller, movimiento que surgió en las islas en los años ochenta y noventa, a caballo entre la cultura hippy y la generación Beat de Jack Kerouac, Vince desarrolló un modo de vida totalmente alternativo donde destaca la pasión por la naturaleza y el medioambiente, lo que le ha llevado a dirigir también así sus negocios.
Fundador de Ecotricity, una de las compañías de energía renovables más importantes del país, cuando compró el Forest Green Rovers trató de implementar su manera de pensar en la idiosincrasia del club. Así, de la mano que los resultados deportivos llegaban, el Forest ha ido paulatinamente cambiando sus normas internas en base a una moralidad peculiar y difícilmente observable en el mundo del fútbol. Todos los jugadores del equipo, así como empleados, siguen una dieta vegana, que también se sirve en los tenderetes e instalaciones del club en días de partido. El césped es cuidado con la propia agua de la lluvia, canalizado mediante un sistema que permite su reciclaje y su funcionamiento, y el tratamiento que se le da al verde carece de pesticidas y CFC, siendo cuidado por un sistema de mantenimiento que se basa en el uso de algas para su conservación.
Estas características atrajeron las miradas de curiosos y convirtieron al Forest en un equipo algo más interesante para el aficionado neutral, sorprendido por las medidas que el equipo siguió tomando. Instaló paneles solares alrededor del estadio para la obtención de energía propia, en 2018 se convirtió en el primer club del mundo libre de emisiones de gases de efecto invernadero, en 2015 en la primera entidad completamente vegana y es, para la FIFA, el club más ecológico del mundo.
Un año después, en 2016, se aprobó la joya de la corona para su dueño: un nuevo estadio que sustituya al actual The New Lawn, reconstruido en 2006 pero con capacidad solo para 2.000 asientos de las 5.000 personas que pueden entrar. El nuevo feudo, evidentemente, no será un estadio cualquiera, sino que estará construido en casi su totalidad por madera. Será el centro de EcoPark, una zona verde donde florecerán cerca de 500 árboles y cuya construcción ya está aprobada. Hace cuatro años se presentó el diseño ganador de entre los muchos candidatos que presentaron opción y el pasado marzo, tras muchas negativas del ayuntamiento, por fin logró aprobación gubernamental para empezar su construcción. También tendrá capacidad para 5.000 personas, aunque fácilmente ampliable al doble en función de las necesidades deportivas.
Y es que para Dale Vince no está reñido el hecho de intentar hacer las cosas de manera diferente con el rendimiento futbolístico. Por eso, admite un plan ambicioso para ascender a Championship en cinco años. Dos categorías en un lustro. Difícil si se tiene en cuenta que las divisiones interiores del fútbol inglés son una selva, pero esperanzadoras si se comprueba que el Forest Green Rovers vive el mejor momento deportivo de su vida. La quinta plaza conseguida el pasado curso, donde peleó por el ascenso, es la mejor posición histórica del club con más de 130 años de existencia.
Para ello, obvio, ha necesitado fichajes o jugadores importantes, y entre ellos destacan los hermanos Mills. Matt y Joseph, criados en la prolífica cantera del Southampton, donde coincidieron con Gareth Bale, Lallana y Walcott, entre otros, han vuelto de su retiro exótico futbolístico (uno jugaba en Australia y el otro en India) para liderar el proyecto del Rovers. Ambos fueron jóvenes perlas de las categorías juveniles de la selección, pero no se llegaron a asentar. Matt incluso llegó a jugar en Premier League con el Manchester City y Joseph, contemporáneo a Bale, siempre estuvo eclipsado en el lateral zurdo del Southampton y dejó de progresar a la edad a la que el galés explotó. Su futbolista más peligroso es George Williams, talento galés que incluso llegó a jugar con la absoluta y que, tras una rotura de ligamento cruzado a los 20 años cuando era jugador del Fulham, nunca fue el mismo.
Tampoco podía faltar el papel femenino en un club con tintes tan progresistas. Hannah Dingley se convirtió a principio de temporada en la primera mujer al mando de una academia en el fútbol inglés. Con 35 años, licencia UEFA como entrenadora y experiencia en Leicester o Notingham Forest, coordina todas las categorías inferiores del club, trabaja codo con codo con el entrenador y con la dirección deportiva y está al mando del desarrollo de una sección femenina que el club espera tener más pronto que tarde.
El Forest Green Rovers, por todo lo que le rodea, es también un filón de marketing. No es sencillo sentirse identificado con un equipo de un pueblo recóndito de Inglaterra, pero es mucho más fácil que un equipo de estas características llegue a toda la comunidad mundial involucrada con el medioambiente y el veganismo. El club ha visto multiplicado el éxito en sus redes sociales, con seguidores de todas las partes del mundo, pero lejos de explotar al máximo ese tirón comercial, ha recurrido a la fabricación de una camiseta que estará vigente para dos temporadas, la que está en curso y la siguiente, escapándose además de los modelos tradicionales que realizan las grandes multinacionales y que son calcos unas de las otras de distinto color. Como no podía ser de otra manera, no es un modelo al uso, sino que se trata de una remera fabricada únicamente con bambú y de un diseño que ellos mismos catalogan como cebreado para seguir distanciándose de todo el fútbol que cada vez es más negocio que pasión. Peculiar, único y sencillo. Forest Green Rovers. El último reducto del fútbol romántico.
Twitter del club: @FGRFC_Official