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·22 de noviembre de 2025

Gags Tandon Show: “Esto es tan malo como puede ser”

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La derrota ante Forest profundiza la crisis del Liverpool

Cuando Gags Tandon abrió su último programa, no hubo intento de maquillar nada. El Liverpool acababa de perder 3-0 en casa ante un Nottingham Forest que ocupaba el 19.º puesto de la Premier League, y la sensación de shock solo se equiparaba a un entumecimiento creciente.

No fue un golpe de suerte. Forest, descrito al aire como un equipo “del montón”, fue a Anfield y superó con comodidad a un Liverpool que antes había convertido este estadio en un lugar donde los visitantes simplemente intentaban sobrevivir. Ese resultado tampoco llegó de forma aislada. Encajó en un patrón más amplio que ahora es imposible ignorar.


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El Liverpool ha sufrido seis derrotas en sus últimos siete partidos de liga, ocho en 11 en todas las competiciones. No hay empates que alivien las cifras. La diferencia de goles es negativa, la confianza es frágil y, como dijo Tandon sin rodeos, “esto es tan malo como puede ser”.

El título de la temporada pasada —el 20.º del club— se siente más lejano con cada semana que pasa. Donde debería haber impulso y autoridad, hay dudas y ansiedad. Para un entrenador a solo meses de un logro histórico, el contraste es marcado.

Patrones de juego y elección bajo escrutinio

En el programa de Tandon, la conversación volvió una y otra vez al mismo tema: la estructura. El Liverpool tuvo más de un 70% de posesión contra el Forest, pero creó casi nada de verdadera calidad. Un tiro a puerta en 45 minutos atacando el fondo de Anfield Road fue señalado repetidamente como una estadística condenatoria.

La acusación no es que Slot sea inactivo, sino que sus cambios son cada vez más incoherentes. Las sustituciones se describen como “simplemente meter a los chavales”, sin un cambio claro de enfoque ni un patrón de juego reconocible. Se rotan los centrales, se usan jugadores fuera de posición y se insinúan sistemas a los que nunca se termina de comprometer.

La planificación de fichajes añade otra capa al debate. Han llegado carrileros, pero el Liverpool rara vez parece realmente cómodo con una zaga de tres. Se han fichado delanteros por sumas importantes, pero el suministro hacia las zonas centrales es, en el mejor de los casos, esporádico. Los aficionados se quedan preguntándose cuál se supone que es el plan ofensivo.

Estadísticamente, algunos números llaman la atención por las razones equivocadas. Que Virgil van Dijk y Dominik Szoboszlai vean más el balón que casi cualquiera no es, en sí mismo, un problema, pero cuando sus altos recuentos de toques se combinan con un dominio tan estéril, las preguntas inevitablemente giran hacia lo que se les pide que hagan con esa posesión.

Creencia en el vestuario y lenguaje corporal

Para Tandon y muchos de los que llamaron, esto ya no va solo de táctica o de elección de jugadores. Se siente como si algo más fundamental hubiera cambiado entre el entrenador y la plantilla.

Los espectadores hablaron de hombros cayendo tras encajar el primer gol, de sprints que el año pasado eran rutinarios y de una sensación general de que los jugadores ya no compiten con la misma convicción por este técnico. La frase “han dejado de correr por el entrenador” surgió más de una vez.

Esa es una acusación seria en cualquier vestuario, y más aún en uno construido sobre la intensidad y el esfuerzo colectivo. Bajo regímenes anteriores, ir 1-0 abajo en Anfield solía desencadenar un impulso: un tramo en el que el Liverpool acorralaba a los rivales y se apoyaba en la grada. Ahora, la respuesta puede parecer pasiva, casi resignada.

Por eso las comparaciones con puntos bajos anteriores de la historia moderna del club surgen con tanta facilidad. La complicada etapa de Roy Hodgson ya no se ve como el claro punto más bajo; los números de Slot en esta racha —ocho derrotas en 11— son peores. Se mencionan las largas rachas sin ganar con Gérard Houllier, pero incluso aquellas tenían más empates intercalados.

Los aficionados no son ajenos al contexto. Reconocen el desgaste emocional de un verano turbulento y el peso de la expectativa que conlleva suceder a un antecesor definitorio. Sin embargo, el consenso que emerge en programas como el de Tandon es que la empatía no lo justifica todo. A los entrenadores de élite se les paga para estabilizar equipos en periodos tormentosos, no simplemente para surfear la ola.

Historia, expectativas y la pregunta “¿es hora de irse?”

Todo esto conduce a la pregunta que Gags Tandon finalmente expresó, con audible reticencia: ¿es hora de que Arne Slot se vaya?

No es una conclusión a la que haya llegado apresuradamente. Según admite, Tandon pasó semanas argumentando en contra de despedir a un entrenador que ganó la liga hace solo unos meses. La lógica era clara: a un técnico que acaba de demostrar que puede llegar a la cima se le debería confiar superar un bache.

El partido en casa contra el Forest parece haber cambiado ese cálculo. Perder con claridad ante el Manchester City fuera es una cosa; ser “arrollado en Anfield” por un equipo en zona de descenso es otra. Cuando ese resultado se suma a una racha que se remonta a febrero, en la que el Liverpool ha perdido más del 40% de sus partidos, el argumento por la paciencia se debilita.

La clasificación a la Champions League no es un lujo para este club; es una necesidad financiera y deportiva. Los nuevos fichajes llegaron con la expectativa de competir por grandes honores, no de buscar desesperadamente la forma. Si esta racha continúa unas semanas más, el riesgo es que los objetivos centrales de la temporada queden fuera de alcance antes de que termine el invierno.

Tandon evita cuidadosamente los ataques personales. Recalca repetidamente su respeto por Slot y su gratitud por los logros de la temporada pasada. El tono es casi apologético, más cansado que furioso. Pero también deja claro que algo se ha roto —ya sea en el marco táctico, en la relación del vestuario, o en ambos— y que ya no ve una vía realista de retorno con el entrenador actual.

Incluso plantea la idea de que Slot podría evitarse un final más brutal dimitiendo, en lugar de esperar a ser destituido. Inevitables son las charlas sobre quién podría venir después, desde opciones interinas hasta sucesores a largo plazo, pero siguen siendo especulativas. Lo más apremiante es que el Liverpool no puede permitirse la inercia.

“¿Hora de irse?” ya no es un eslogan provocador confinado a las redes sociales. Es una discusión viva e incómoda entre aficionados de larga data que deseaban con ganas que Slot triunfara. Cuando esas voces —mesuradas, leales, emocionalmente implicadas— empiezan a inclinarse hacia el cambio, suele ser un momento significativo en el mandato de cualquier entrenador.

Ahora mismo, Arne Slot sigue ocupando uno de los trabajos más exigentes del fútbol. Que se le confíe liderar al Liverpool fuera de esta espiral, o que se le recuerde como el ganador de liga cuyo mandato se deshizo con alarmante rapidez, puede depender de decisiones que se tomen en un futuro muy cercano.

Este artículo fue traducido al español por inteligencia artificial. Puedes leer la versión original en 🏴󠁧󠁢󠁥󠁮󠁧󠁿 en este enlace.

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